Por supuesto, después de unos tragos grandes de vino, se volvió más fácil, pero no tanto como para no sentirme incómoda por dentro.
- Este Año Nuevo lo pasamos tranquilos, solo fuimos a los Cárpatos. De alguna manera, no quería ir a ningún lado lejano. Sin embargo, no escatimé en gastar dinero en el vestido. Lo compré de la última colección... Me olvidé del diseñador, pero eso no importa. Sin embargo, tuve que soltar diez mil dólares por él. Es simplemente increíble - de ensueño. Luego recuérdame que te muestre la foto.
- Ah, - sonreí con una sonrisa falsa. Diez mil dólares por un vestido... Con ese dinero se puede comprar un coche. Estoy en shock.
- ¿Y tú cómo pasaste las fiestas navideñas?
- También tranquilas. Estuve en casa con Vlad…
- ¿Y qué te regaló?
Esa pregunta me dejó en un aprieto, y por encima me cubrió con una sábana negra.
¿Qué me regaló?
No es común que hagamos eso. Por supuesto, alguien podría haber regalado algo, pero eso es bajo su propio deseo.
¿Pero qué le digo a Yana?
Si le cuento algo así, se reirá de mí.
Vamos, cerebro, ¡genérica algo rápido, porque estoy en problemas!
- Preparó una cena romántica y me regaló unos pendientes, - solté de golpe y empecé a sentir cómo mis mejillas ardían. Mentir siempre me ha costado mucho.
- Ooo, eso es muy lindo. ¿Me lo enseñas?
- Hoy no los llevé puestos.
- Bueno, al menos descríbemelos.
- Son dorados con forma de hoja y tienen esmeraldas, respondí rápidamente lo primero que se me ocurrió.
- Oh, deben ser bonitos. ¿Y Vladislav no está pensando en pedirte que te cases con él? Ya llevan tanto tiempo juntos, incluso más que yo con Alyosha.
¡Dios mío! ¿Por qué vuelve al mismo tema? ¡Como si no hubiera otra cosa de la que hablar! ¡Ya me estaba irritando!
- Por ahora, no - respondí.
Es extraño. ¿Y no tendrá, por casualidad, una amante?
Esa pregunta fue inesperada.
Él no tiene mucho tiempo para mí, y menos para una amante.
- No, simplemente no quiere apresurarse...
- Bueno, puede ser, pero creo que pronto voy a bailar en tu boda, porque ya basta. Por cierto, olvidé decirte que hoy te ves como una reina. El vestido es increíble.
En respuesta, le agradecí y también le hice un cumplido que alegró a mi amiga y llevó nuestra conversación a un rumbo completamente diferente. Empezamos a hablar sobre procedimientos de belleza, y luego Jana volvió a presumir de sus viajes y de su marido, que la amaba sin límites y que casi cada mañana la despertaba con ramos de flores y café.
Me invadieron los celos. Sabía que no podía ser todo tan perfecto, pero también deseaba algo así, aunque se veía que no era mi destino. A veces, cuando reviso las redes sociales y veo cosas similares, me siento terrible.
- Hace tres semanas, me llevó a Francia, donde viajamos por el país durante una semana y disfrutamos de los paisajes - decía Jana, que casi no ponía la copa en la mesa.
Ella atraía los labios al alcohol de tal manera que me daba miedo. Mientras yo tomé dos copas y sentía cierta ligereza, ella se bebió cinco y pidió que el camarero trajera otras dos botellas.
No dije nada en contra, pero esa sed por el vino me ponía en alerta.
Ya llevábamos más de dos horas sentadas. Todo ese tiempo, Jana mantenía la conversación, ya bastante ebria, pero a pesar de eso, no paraba de hablar y presumir de todo. A veces me resultaba asfixiante y también sentía cierta desesperación. Jana había cambiado mucho. Antes era una chica tan normal como yo. Aún recordaba cómo nos alegrábamos por cosas muy simples, y ahora ella ya no era la misma persona. El dinero la había arruinado mucho.
- Por nosotros, - levantó Jana otra copa para que chocáramos con fuerza.EnEmpezamos a hablar sobre procedimientos de belleza, y luego Jana volvió a presumir de sus viajes y de su marido, que la amaba sin límites y que casi cada mañana la despertaba con ramos de flores y café.
Por nosotros, - también alzó su copa y se puso pálida. Al final del salón había un chico rubio que no dejaba de mirarme.
Era Maxim.
- ¿Qué pasa? - preguntó Jana con dificultad.
- Estoy bien, - desvié mis ojos de él.
Todo en mi interior se revolvió.
¿De verdad es él?
No me lo parecía.
Era la realidad.
Miré varias veces en su dirección y lo atrapaba mirándome.
- ¿Tienes conciencia? - de repente se acercó a nosotros un joven moreno. Mi memoria reconoció a Olexiy, el esposo de Jana.
- Oh, Lyosha, - tartamudeó ella. - Te amo.
- ¡Me prometiste que no ibas a beber! ¿De verdad te has vuelto a descontrolar? ¡Vámonos a casa! Inmediatamente...
- No, estoy con Zoya, - empezó a protestar la rubia.
- No pasa nada grave, - respondió él y desvió la mirada hacia mí y dijo en voz baja. - La llevo yo, porque va a ser un problema.
Moví la cabeza.
Olexiy sacó a Jana del lugar, que apenas podía mantenerse en pie.
Es un horror.
- Y de nuevo nos encontramos, - se sentó en el lugar de Jana Maxim, de quien me había olvidado por un momento.
- Ni lo digas, - respondí tranquilamente