Cuando la elección es solo una

34 Maxim

No le llamé a Zoya cuando me llegó el mensaje de que la chica había vuelto a conectarse. No tenía sentido, porque no querría hablar conmigo ahora.

Son mujeres. Solo ellas saben exagerar y ofenderse por tonterías. Esto me quedó claro cuando empecé a vivir con Larysa, que podía enfurruñarse conmigo solo porque no había hablado con ella en media hora.

Claro, ahora hay más en juego. Hoy se estaba decidiendo mi destino. Estoy cien por ciento seguro de que dejaré a Larysa.

¿Y el niño?

Ella misma se irá a hacer un aborto. La conocía bien. Puede que haya fingido estar feliz con su nueva situación, pero en realidad a esa chica no le gustan los niños. Solo le provocan náuseas y mal humor. Lo sabía porque no era la primera vez que veía cómo le ofrecían cargar a un bebé y ella ponía cara de asco.

Corrí hacia el autobús y recé para que hubiera un asiento libre para mí. Lo había. Eso me alegró mucho. Necesito llegar a casa antes para que Zoya no haga ninguna tontería por su parte.

Ella está muy emocional ahora. Hasta me da miedo imaginar lo que podría estar pensando en este momento. Dios no lo quiera, ahora está sentada pensando que nuestra noche no significó nada.

Se irá montando películas en la cabeza, pensando que estuve con ella solo por diversión. ¡Pero no es así! Amo a Zoya y no me alejaré de ella. Se ha convertido en el sentido de mi vida.

La carretera se extendía. Se sentía como si fuera de goma. No podía esperar a escaparme finalmente de esta calurosa caja rectangular con ruedas. Sin embargo, estaba atrapado.

Por un lado, me bloqueaba el vidrio, y por el otro, una mujer de gran tamaño que se sentaba descontenta en su silla, en la que apenas cabía. Se movía constantemente hacia mi lado, pero no soy de plastilina para encogerme.

No me gusta hablar de la gente, pero a esta dama le vendría bien comer un poco menos. Claro, puede que tenga alguna enfermedad. Sin embargo, se puede mantener en forma de alguna manera. Aunque eso no debería preocuparme. Todos mis pensamientos están ahora solo en Zoya.

- ¿Quieres conocerme? - me dijo de repente esta dama bastante corpulenta.

- ¿Qué? - me giré hacia su cara redonda.

- Disculpa, pero no es que te falte espacio porque comas mucho.

Quería reírme a carcajadas. Tengo problemas hasta el cuello aquí, y ella empieza a afirmar todas esas tonterías. ¿No tenía nada más que hacer?

Disculpa, pero no te falta espacio sino por esa extra de pastelitos que comes cada día.

- Te he gustado, - no me escuchó. - Siempre supe que a los hombres les gustan las mujeres de verdad, no esas escuálidas

- ¿Qué quieres de mí?

- Una invitación a una cita.

- ¿Cuántos años tienes, porque pareces tener como cuarenta?

¡Tengo veintidós! - hizo un resoplido. - ¡Completamente ciegos!

Me sorprendí bastante. Nunca en la vida hubiera podido pensar que en su pasaporte realmente había un número tan "pequeño".

- Entonces, ¿me invitarás a una cita?

- No, - respondí.

Ella no respondió, pero sacó su teléfono de la mochila que tenía en las rodillas y empezó a escribir algo. Hasta el final del viaje, esta chica no me dijo ni una palabra, solo frunció el ceño y leyó algo en su smartphone.

Finalmente, las ruedas del autobús se detuvieron en la ciudad. Casi fui el primero en saltar del autobús y corrí hacia el taxi que había pedido hace cinco minutos. Tenía prisa por llegar a casa y decirle a Larisa la verdad, que me permitiría recuperar a Zoya de Vladislav.

Cuando me subí al auto, saqué el teléfono del bolsillo y de forma casi automática abrí las redes sociales. De nuevo, apareció en mi pantalla la publicación de Larisa sobre el embarazo, y luego la de Zoya...

Mi corazón casi se detuvo. Vladislav le propuso matrimonio, y ella le dijo "sí". No podía creerlo. Mi cerebro se negaba a aceptar esa información. Zoya no podía hacer eso. No amaba a Vladislav. Esa chica me lo había dicho hace apenas unas horas.

Tenía que detenerla. Con esas acciones solo se iba a destruir a ella misma y a mí. Así que marqué el número de Zoya. Los tonos sonaban interminablemente.

- Sí, - escuché su voz en un murmullo.

- Zoya, ¿te das cuenta de lo que estás haciendo? ¿De verdad quieres arruinar todo entre nosotros?

- ¿Y qué había? - preguntó ella.

- No había, hay - amor. ¡Tenemos que estar juntos!

- No, - objetó Zoya. - Nuestras vidas son diferentes. Tú tienes que estar con Larisa, y yo me casaré con Vladislav. Así es como debe ser.

- ¿Y nuestros sentimientos?

- Se apagarán.

- ¡Eso no está bien! ¡Zoya, te amo!

- Entonces déjame ir.

- ¿Qué? - solté un resoplido. - ¿Dejarte ir?

- Sí, - confirmó la chica. - Si de verdad deseas mi felicidad, me dejarás ir y vivirás en silencio con Larisa.

- Dejaré a Larisa y contaré la verdad a todos.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 25.12.2024

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