Cuando la elección es solo una

43

Pasé medio sábado durmiendo, mientras Vladislav estuvo todo ese tiempo sentado frente a la computadora. Tenía algún trabajo. A veces me molestaba que pasara prácticamente todos los fines de semana en sus proyectos, pero ahora no le prestaba atención; simplemente lo ignoraba.

Además, en este momento no estaba para eso. Pensaba en mi vida y en todos los eventos que me habían caído en la cabeza últimamente.

IInformé a mis padres que planeábamos unir nuestras vidas oficialmente en un futuro cercano. A mi madre no le gustó nada esto.

- Zoya, si la boda es en menos de dos meses, no vamos a tener tiempo para preparar todo como se debe. Es muy poco tiempo, - me decía. - No se puede hacer todo tan rápido.

- Bueno, no soy una reina como para que todo sea perfecto, - le respondía. - Una pequeña imperfección no va a arruinar nada.

- ¿Y después vas a arrepentirte toda tu vida por no haber tenido una boda normal? Zoya, no me gusta tu enfoque sobre este asunto. No es propio de ti.

- Mamá, todo está bien. No es un evento tan grande como para estar así de nerviosa. Es una celebración simple.

- Zoya, ¿realmente quieres casarte con Vladislav? - me planteó una pregunta que me pinchó el corazón. Atacó mi punto débil.

- Sí, estoy segura de que quiero casarme con él.

- Como digas, pero ten en cuenta que solo quiero lo mejor para ti.

- Lo sé.

- Entonces el lunes me dirás qué fecha está planeada para el registro, así que tu padre y yo sabremos qué hacer a partir de ahí.

- Está bien, te informaré.

- Y además, - dijo de repente mi madre. - Tienes tiempo. Piensa si realmente lo deseas, porque todavía se puede cambiar todo. Vladislav no es el único chico en el mundo.

- Mamá, estoy segura de mi elección.

- Está bien, pero asegúrate de que luego no te arrepientas de este paso.

Mamá sabía sembrar la semilla de la duda. Ahora me arrepentía de haberle contado sobre Maxim.

Solo después del almuerzo me levanté de la cama y fui a la sala, donde estaba Vladislav. Entré en la habitación en silencio y me encontré con una escena muy extraña. El chico miraba la pantalla vacía de la computadora y apretaba un lápiz que ya casi se rompía. Algo lo preocupaba. Probablemente, problemas en el trabajo, o de nuevo la gerencia había decidido ponerle una tarea muy complicada sobre los hombros.

- ¿Te pasó algo? - le dije mientras tocaba suavemente su hombro.

Mi prometido se dio la vuelta. Su mirada confundida cayó sobre mí como una pesada losa.

- Todo parece estar bien - seguía mirándome.

- ¿De verdad? ¿Y por qué entonces estás doblando el lápiz con tanta rabia y sigues haciéndolo?

Vladislav dirigió su atención a la mano izquierda, que estaba en eso. Siguió atormentando el lápiz durante unos cinco segundos más, y luego se detuvo de golpe.

- ¿En qué pensabas? - le pregunté.

El chico apartó la cabeza, miró por la ventana, donde el caluroso agosto se desataba, y luego dijo:

- Mamá quería que fuéramos a verla mañana.

- ¿Y qué le respondiste?

- Dije que planeamos pasar el día libre en casa.

- ¿Y ella?

- Se ofendió.

- Bueno, ¿quizás deberíamos ir? No quiero que tu mamá se ofenda con nosotros.

- No es nada grave. No es el fin del mundo.

- ¿Estás seguro? Simplemente no quiero que tu mamá piense que no vamos a verla porque yo lo prohíba.

- Zoya, ¿y tú qué tienes que ver con esto? - puso los ojos en blanco y arrojó el lápiz sobre la mesa, que cayó ruidosamente y rodó. Como resultado, terminó en el suelo y se escondió detrás del sofá.

- ¡Ay, qué lío! - me lancé a buscarlo.

Vladislav seguía sentado como si hoy tuviera una reacción algo lenta. Algo pasó, y definitivamente no deberíamos culpar a su madre por esto.

Claro que ella es una serpiente, pero no tanto. Pero todo es posible. Ya le habrá dicho a Vladislav un montón de cosas asquerosas sobre mí, y él ahora estaba sentado cocinándose en todo eso.

- Toma, - le extendí el objeto que él había estado sosteniendo un minuto antes.

- Gracias, - sonó su voz seca.

- Vlad, ¿qué te pasa? - no podía seguir observando su extraño comportamiento.

- Todo está bien, - insistió él, evadiendo la respuesta.

- No te creo.

El chico se tapó la cara con las manos. Seguro que ahora viene algo.

- ¿Recuerdas el proyecto del puente que hice con Larisa? - esas palabras empezaron a salir de su boca.

Asentí con la cabeza en señal de que sí.

- Al principio lo consideraron bueno, incluso lo eligieron para llevarlo a cabo...

- Pues eso es genial, - lo interrumpí.

- Zoya, aún no he terminado, - dijo él molesto y continuó. - Empezaron a ponerlo en práctica, pero se olvidaron de poner nuestros nombres. Es decir, nos borraron como autores y pusieron los nombres de otras personas.



#2152 en Novela romántica
#745 en Chick lit

En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 25.12.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.