Los invitados nos miraban preocupados. Supongo que pensaban que era una broma para hacer la ceremonia menos gris y monótona. Tal vez se imaginaban en sus cabezas que ahora me iba a reír y diría:
- Claro, Vladislav, te amo y quiero casarme contigo, tener diez hijos y vivir felices hasta que la muerte nos separe!
Pero no. ¡No es una actuación!
Después de la verdad que descubrí, no podía haber ninguna vida en común con este mentiroso.
- Zoya, ¿qué te pasa? - preguntó el chico.
Giré la cabeza. Me encontré con los ojos asustados y aturdidos de mis padres, y luego, en mi campo de visión, apareció Larisa, cuyo rostro no expresaba ninguna emoción. Estaba como de cera.
- Pregúntale a tu amante, - le dirigí mi mirada.
- ¿Qué?
- Vladislav, ella está detrás de ti. No te sientas avergonzado.
- Zoya, ¿qué estás diciendo? ¿Te sientes mal? ¿Necesitas un médico?
- No, - respondí. - Estoy bien, pero tú te vas a sentir mal pronto. Tienes la oportunidad de confesarte ahora. Estoy esperando…
- Zoya, no te entiendo, - me miró el chico con sus ojos fuera de lugar. ¿Acaso no se da cuenta de que lo han descubierto?
- Entonces, ¿no quieres hablar? Qué pena…
- Zoya, no sé qué deseas oír de mí…
- Está bien, - me volví hacia los invitados y lancé el ramo hacia un lado. Cayó al suelo.
- ¡Vladislav me ha estado engañando con Larisa durante más de un año y ahora ella está embarazada de él!
Todos se pusieron pálidos. Parecían tizas.
Nadie esperaba escuchar una verdad así, y mucho menos Larisa y Vlad. Esos dos de inmediato se pusieron nerviosos.
¡- Esto es una locura! - exclamó Larisa. - ¡Zoya, estás hablando de nosotros!
- No, querida, estoy diciendo la verdad - le dije.
- ¡Dios mío! ¡Zoya! - alzó la voz Lidia Vasilievna. - ¡Has perdido la cabeza! ¡Vladislav no te está engañando! ¡Es un niño santo!
- ¿De verdad? - empecé a reírme. - Si es tan perfecto, ¡entonces que se vaya!
Con esas palabras, no pude aguantar más y simplemente salí volando del salón. Ya no podía quedarme allí ni verlo a él, ni a Larisa, ni al resto de los invitados.
- ¡Zoya! - Vladislav corría tras de mí. - ¡Detente!
Sin embargo, no me detuve. Por supuesto que era difícil moverse rápido con un vestido, y por eso mi ya ex prometido logró alcanzarme.
- ¡No tienes que huir! - me agarró de la mano. Me apretó dolorosamente del codo.
- ¡¿Qué quieres de mí?! - ya estaba llorando porque no podía contener más las emociones.
- ¡Zoya, te amo!
Esas palabras fueron increíblemente desagradables de escuchar de Vlad. Tenía ganas de ponerle una mano en la cara.
Así que lo hice. Le di un golpe con todas mis fuerzas. Fuerte.
Con eso, se quedó aturdido y al mismo tiempo se enfureció. Supongo que no pensaba que la dulce Zoya podía mostrar sus dientes y morder con dolor.
- ¿Qué te crees que haces? - susurró.
- No mucho de lo que hiciste tú. ¿Cómo pudiste mirarme a los ojos después de la traición?
Vladislav frunció el ceño y luego se rió. Tenía una reacción extraña.
- Larisa fue una buena distracción para mí. Ella es más bonita, más sexy y está más abierta en todos los aspectos, - comenzó a decir. - Y tú, en todos estos cinco años, te has convertido en una hermana que siempre me estaba molestando por el anillo.
- Entonces, ¿por qué me propusiste a mí y no a Larisa? - le pregunté.
- ¡Porque ella es volátil! Siempre hay que perseguirla, sorprenderla, y a ti no. Te di un anillo y listo, para siempre conmigo.
No podía creer lo que estaba escuchando.
¡Qué doloroso era oír tales palabras de una persona a la que le di cinco años de mi vida!
- Entonces, volvamos a la sala y finalmente nos casaremos, - escuché esa propuesta.
- ¿Estás en tu sano juicio? - se secaba las lágrimas de las mejillas. - Después de todo, ¿me sigues proponiendo volver?
- Sí.
- ¡Que te den! - grité.
- ¡Zoya, no grites! - susurró Vlad. - ¡La gente nos está mirando!
Estábamos en medio de la calle y nos miraban sorprendidos transeúntes.
- No me voy a casar contigo, - le dije y vi una cabeza pelirroja detrás de él.
- Vlad, no te pongas nervioso. Ves, ella se ha empeñado y no escucha a nadie, - dijo Larisa.
- Y tú no te metas con nuestras cosas, - le gritó él.
- Ya son nuestras. Ahora ella sabe que dormiste conmigo, porque alguien en la cama es un tronco, - dijo la esposa de Maxim, mostrando su verdadero rostro. Realmente es una bruja. Ahora entendía las palabras de Maxim.
- Más bien eres tú la tronca, porque mientras tú abrías las piernas frente a mi chico, Maxim estaba intentando ganarse mi cariño, - le respondí, lo que descompuso a la chica.