Salí de ese maldito lugar. Pequeñas lágrimas se me salían de los ojos. Todo se fue al carajo. Pero había algo que me alegraba: no voy a pasar mi vida entera en una mentira y criando a un hijo que no es mío. Mi matrimonio con Larisa se rompió por completo. No tengo nada más que me ate a esa bruja.
En el auto, mis manos arrancaron el motor al instante. Es hora de ir al departamento que compré con Larisa después de la boda. Recogeré mis cosas. Estaré en casa de mis padres un tiempo, y luego, cuando dividamos la propiedad, compraré una casa acogedora y viviré en paz.
Por supuesto, tendré que escuchar la charla de mis padres sobre Larisa. Desde el principio me avisaron que mi futura esposa era un fruta muy rara que me haría sufrir de lo lindo.
A mi madre Larisa no le cayó bien para nada. Desde el primer vistazo, surgió la enemistad entre ellas.
Le pregunté a mi mamá qué pasaba, pero ella escapaba de darme una respuesta clara. Solo decía que tenía un mal presentimiento sobre mi elegida.
En cambio, mi padre se expresaba con más claridad:
- Te vas a separar de ella. No es tu persona. Se van a pelear como gato y perro. Te lo prometo.
- Papá, ¿por qué piensas así? - pregunté. - ¿Qué no te gusta de ella?
- Todo, - decía él. - Detrás de su sonrisa se esconde el demonio. No es tu culpa que sea así. Simplemente es ese tipo de mujeres. No se puede hacer nada al respecto.
- Creo que exageras mucho. Larisa es una chica encantadora.
- Eres un tonto, hijo. Ya verás que tu viejo tenía razón.
- Espero que tus palabras no sean proféticas.
Sin embargo, papá tenía razón.
Ya estaba recogiendo mis cosas y quería salir de ese apartamento lo más rápido posible, donde olía a los perfumes dulces de Larisa.
Pero aún así… Cómo me puso los cuernos de manera magistral. Ni siquiera podía imaginar que alguien más estuviera con ella. ¡Tan correcta, encantadora, y en realidad una sucia prostituta!
La primera maleta estaba lista. Ahora solo estaba guardando lo más necesario, aunque tenía la idea de llevarme todo. No quería cruzarme con Larisa. Claro, tendríamos que hacerlo, porque para el divorcio se necesitan dos...
Me reí. Es muy gracioso. En unas semanas seré libre, y mi Zoya se casará con ese desgraciado mañana. Y Vlad es bastante astuto...
Las puertas del apartamento se abrieron. Detrás de mí había alguien parado. Solo podía ser Larisa.
- ¿Qué has venido a hacer? - le pregunté, sin siquiera girarme hacia ella.
- A hablar, - respondió tranquilamente.
- No tenemos más temas de conversación. Eres un desconocido para mí.
- Maxim, estás exagerando, - dio un paso más Larisa. Ahora podía percibir su perfume con más claridad.
- ¿Qué? - giré la cabeza hacia ella. - ¿Que eres una serpiente y te has acostado con Vlad? ¿O para ti eso no es una traición? ¿Gimnasia matutina? ¿Eh?
- Maxim..., - me miraba con ojos de gato.
- ¿Qué?
- Te amo... No me dejes. Olvidemos todo esto. Comencemos nuestra vida desde cero...
¡Se estaba burlando! Dios mío, ¿por qué esta chica es tan tonta?
- Ajá, ¡vamos! - empecé a ironizar. - No pasa nada que te hayas acostado con otro!
Larisa guardó silencio. Se frunció el ceño…
- ¿Y quién lo vale? ¿Tú?
Ella hizo una mueca. Limpiándose las lágrimas teatralmente con la manga, dijo:
- Sí, a mí. Porque soy perfecta, pero tú, lamentablemente, nunca te has dado cuenta. Después de la boda, te olvidaste de que existo. Te obsesionaste con el trabajo y decidiste que no necesitaba más regalos, romance, flores, paseos bajo la luz de la luna, cine...
- Larisa, deberías entender que ese período en la relación no puede durar para siempre.
- ¡Y yo quería que siguiera! Por eso fui infiel, ¡porque Vlad me daba todo eso!
- ¡Pues entonces te felicito! - sonreí. - ¡Vive con él! Pronto tendrán un hijo. Tendrán una increíble romanticismo...
Esas palabras golpearon su ego. Estaba temblando de rabia. Era difícil incluso predecir qué iba a hacer Larisa en respuesta.
- Apoyo la propuesta de divorcio, - dijo inesperadamente. - El lunes nos ocupamos de eso, pero ahora recoge tus cosas y vete.
- ¿No quieres tú irte? - le pregunté, porque quería finalmente ofender a esta chica. - Este apartamento también es mío, si no lo has olvidado.
- Ya tienes las maletas listas.
- Eso no significa nada.
- Máxim...
- Después del divorcio, vendemos el apartamento y dividimos el dinero a la mitad. Aunque yo puse más dinero en la compra, no soy tan mezquino como para robarle a una prostituta embarazada.
Larisa no respondió. Se fue a la cocina. Yo seguí recogiendo mis cosas. Diez minutos después tenía dos maletas en las manos.
- Ni se te ocurra cambiar las cerraduras, ¡porque te arranco todo el cabello de la cabeza! - le dije y salí del apartamento sin esperar respuesta.