Cuando la fe nos condene

Capítulo 1

El primer día de trabajo no olía a nervios, olía a jazmines, lavanda y rosas. El aroma de tierra mojada no pasaba desapercibido, era mi lugar, sentía que permanecía aquí.

- Bienvenida, Katherine.

Una voz amigable me recibió con los brazos abiertos, era una señora de cabello platinado, sus ojos celestes y tez blanca indicaban su procedencia, "El jardín del volga" era apreciado por sus hermosos y enormes girasoles en la entrada.

- Buenos días, Greta —me adentré en aquellos brazos que parecían tan amorosos.

Greta era conocida en el pueblo, recuerdo que mi madre siempre venía a comprar flores, tanto para la casa como para hacer regalos, por lo cual conocia perfectamente el lugar y quien lo cuidaba.

— Buenos días querida.

Su voz era dulce, pero mostraba su estado de salud, Greta ha estado enferma hace cuatro años, una tos que nunca puede curarse y la corrompe cada vez que habla mucho, dicen que es producto de haber sufrido de COVID.

— Recién regué las plantas de ahí —señaló unas flores que por más hermosas que sean, estaba cansada de ver, más que flores eran unas plagas—. La verdad es que no necesitan mucho cuidado, así que si las matas realmente no es tu lugar —rió mientras seguía mostrándome todo el jardín que conocía a la perfección.

El jardín era enorme y tenía plantaciones de flores naranjas a su al rededor. En su entrada había Girasoles, en cada costado, dando la bienvenida a las personas que se acercaban con ese brillante y estimulante color. Al pasar por la entrada estaba Luciana para atenderlas, en un pequeño mostrador rústico que permanecía unos metros de la entrada, una ubicación perfecta tanto para controlar quien entra y sale.

El centro estaba adornado con mesas rústicas, una madera resistente y oscura soportaba el peso de muchísimas macetas con todo tipo de plantas y flores.

Antes de la sección del personal, que era donde pasaría la mayor parte del tiempo, estaba la cabaña que cubría todo el sector que le seguía. Era un punto de venta, había frascos, polvos, todo tipo de producto para plantas, así sea para exterminarlas o hacerla crecer.

Luego del recorrido me avisó que se iría a hacer unas compras y que mientras tanto, trasplante unas flores a macetas acordé al tamaño de sus raíces. Entonces me adentre al sector, pasando la cabaña que cubría todo el ancho del terreno y me encontré con un lugar completamente hermoso.

Un ambiente amigable, los colibríes parecían danzar en un jazmín enorme que trepaba una pared; de ahí se sacan pequeños gajos para recrear más. Un sector en dónde se veía la magia del crecimiento y siembra de las plantas. Acá se las manipulaba para poder ponerlas a la venta en las enormes mesas.

En el suelo habían muchas franjas de diferentes plantaciones, por lo que fui a la que me indico Greta.

Deslicé de mi mano el único anillo que llevaba y lo puse en el bolsillo de mi pantalón para no perderlo. Era importante para mí. Para mis recuerdos. Uno de los regalos que me quedaban de mi padre, de su amor por mi.

Me puse de cuclillas mientras me repetía una y otra vez que era una tarea fácil y sencilla. "Solo piensa que lo estás haciendo en tu casa Kathe”, porque por alguna razón, cuando tengo que realizar cosas sencillas para otros, parece que nunca he hecho nada más en mi vida que estar acostado. Acá, el famoso no saber trabajar bajo presión. No necesito que estén al lado mío para sentirme presionada, me basta con el saber que tiene que salir perfecto porque es algo que no me pertenece.

Comencé a cortar la maceta de barro que tenía una florcita rosa, con mucho cuidado de no estropear sus raíces.

Mis dedos se movían con cuidado, sintiendo la suavidad de la tierra y lo fresca que estaba, sin aquellas piedras de barro que se formaban, simplemente diminutos granitos que se movían con un solo suspiro.

Una ráfaga de viento y tierra me envolvió por completo, pero no me hizo perder el equilibrio. Sin embargo, note que una raíz había quedado suelta, al contrario de las otras que permanecían unidas con algo de tierra, está parecía estar seca, completamente apartada de las demás.

— Está bien, ahora piensa en que no estás en tu casa —susurré para mí—, necesitas tener cuidado con las flores que tocas, no solo puedes enterrarlas y esperar a que mami no se entere

Apreté los labios al sentir que había sido descuidada en arrancar la maceta, pero no podía ser la culpable de esa raíz, parecía seca hace tiempo.

Solo debo quitarla, de forma más gentil.

La concentración que tenía en sacar aquella raíz de su sitio sin corromper a las otras se desvío cuando note un escalofrío recorriendo todo mi cuerpo.

— ¡Mierda! —toqué mi pecho.

Mi pulso se aceleró al notar la presencia de una persona detrás mío, por un momento, pensé como había pasado la cabaña sin que nadie lo viera, ya que no podía acceder a la parte trasera del jardín. Trate de calmar mis nervios repentinos y dedicarle una sonrisa.

— Lo siento, me agarraste desprevenida —observe su semblante—. ¿Te ayudo en algo?, está sección es solo para personal.

Era un joven de piel blanquecina, llevaba puesta una remera blanca translúcida que revelaba su cuerpo tonificado.

— ¿Tú...? —murmuró sin completar la frase.

Su entrecejo se hundió al observarme, sus ojos clavados en mi cuerpo transmitían una sensación de cercanía que no podía comprender.

— ¿Necesitas ayuda? —Insistí.

Cuando me pare para estar a su lado y poder guiarlo a otro lugar, el retrocedió para mantener la distancia

aparte mis manos para sacudir la tierra sobrante, entonces pareció haber caído en la cuenta de que verdaderamente la pregunta fue un intento amable de llevarlo a otra parte del jardín.

—No, lo lamento —pude ver cómo tragó saliva y tomó su collar—. Solamente quería ver cómo eliminar esa plaga —señaló la dama de noche.

Sonreí al escuchar eso, compartíamos el mismo pensamiento en esto.



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En el texto hay: fantasia, magia, ángeles.

Editado: 17.12.2025

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