La palabra "Maldita" vibraba en la hoja del cuchillo, un eco helado en el corazón de Scarlett, más cortante que cualquier filo. La luna, un ojo ensangrentado en el cielo, parecía observarlos, un testigo mudo de la locura que se desataba. Nyx la sacudió con una fuerza que la devolvió a la brutal realidad.
—¡Scarlett! —su voz, ahora humana, era una orden perentoria que cortaba el aire—. ¡Corre!
El grito de Nyx se fundió con un aullido que no era de perro, sino de algo más antiguo y salvaje, un lamento que parecía surgir de las entrañas mismas del bosque. Scarlett no necesitó más. El pánico, un depredador frío y sin rostro, la impulsó. Sus piernas, antes ancladas por el terror, se movieron por instinto, rompiendo el silencio del claro con el crujido de las hojas secas bajo sus pies. Corrió sin rumbo, sin aliento, el grimorio pesado en las manos de Nyx, la imagen del cuchillo y la palabra grabada quemándole la retina.
El bosque se cerró sobre ellos como una boca hambrienta. Los árboles, antes meras siluetas, se convirtieron en centinelas retorcidos, sus ramas desnudas arañando la oscuridad. La lluvia, que había comenzado como un golpeteo suave, se transformó en un diluvio, empapándolos al instante, el agua fría como agujas en su piel. El barro se aferraba a sus tobillos, intentando ralentizar su huida, pero Scarlett no se detuvo. Detrás de ellos, los sonidos del orfanato se desvanecían, reemplazados por el eco de pasos rápidos y el chasquido de ramas que se rompían, acercándose. Los Cazadores. La palabra se clavó en su mente, una nueva capa de terror.
—Por aquí —la voz de Nyx, ahora más cerca, la guio. Su mano se cerró sobre su brazo, un agarre firme y protector que, a pesar de la situación, le infundió una extraña sensación de seguridad.
Se adentraron en la espesura, donde la luz de la luna apenas penetraba, y la oscuridad era casi total. Scarlett tropezó con una raíz expuesta, cayendo de rodillas. El impacto le arrancó un gemido.
—¡Levántate! —Nyx la levantó con una facilidad asombrosa, casi sin esfuerzo. Su rostro, apenas visible en la penumbra, estaba tenso, sus ojos dorados brillando con una determinación feroz—. No podemos detenernos. Si nos alcanzan…
No terminó la frase, pero la implicación fue clara: no habría piedad. Scarlett sintió el frío metal del cuchillo en su mente, la palabra "Maldita" resonando. ¿Qué significaba? ¿Quiénes eran esos Cazadores? ¿Y cómo era posible que su gato se hubiera transformado en un hombre, y que la magia fuera real? Su mente racional, forjada en la monotonía y la incredulidad del orfanato, se rebelaba contra cada segundo de esta pesadilla.
Corrieron. Corrieron hasta que sus pulmones ardieron y sus músculos gritaron. El bosque parecía una entidad viva, susurrando y retorciéndose a su alrededor. Los árboles se hacían más viejos, sus troncos más anchos y cubiertos de musgo, sus ramas entrelazadas como dedos huesudos. El aire se volvió más pesado, cargado con el aroma de tierra húmeda y algo más, algo antiguo y dulce, casi putrefacto. Scarlett sintió una extraña familiaridad con el lugar, una sensación de déjà vu que la inquietó. Era el bosque de sus sueños, el mismo lugar donde la voz le había dicho: "Busca el libro."
—¿Dónde estamos? —jadeó Scarlett, con el aliento entrecortado.
—En el Bosque de los Olvidados —respondió Nyx, sin disminuir el ritmo. Su voz era un susurro ronco, apenas audible sobre el estruendo de la lluvia—. O como lo llaman los humanos, el Bosque Negro. Pocos se atreven a entrar. Y menos aún salen.
Scarlett sintió un escalofrío que no tenía nada que ver con el frío. El nombre le sonaba a leyenda, a cuentos de hadas oscuros que la señora Driscoll les prohibía leer. Pero esto no era un cuento. Esto era real. Y ella estaba en el centro de ello.
Mientras corrían, sombras danzaban en la periferia de su visión. No eran solo los árboles. Eran figuras efímeras, como fantasmas de niebla, que se movían entre los troncos, observándolos. Scarlett parpadeaba, y desaparecían. Pero la sensación de ser observada persistía, una opresión que le erizaba la piel.
—¿Los ves? —preguntó Scarlett, su voz apenas un susurro, temiendo la respuesta.
Nyx no respondió de inmediato. En cambio, su agarre en su brazo se hizo más fuerte.
—No los mires directamente —dijo finalmente, su voz tensa—. Son los ecos de lo que el bosque ha consumido. Almas perdidas. No pueden hacerte daño, a menos que les des tu atención.
Scarlett apretó los dientes, intentando no mirar. Pero la curiosidad, esa parte impulsiva de su carácter que Nyx habría llamado "torpe", era una fuerza poderosa. De reojo, vio una figura alta y delgada, con un vestido andrajoso que parecía hecho de telarañas, flotando entre dos robles centenarios. Sus ojos, si es que tenía, eran dos puntos de luz azul pálido en la oscuridad. La figura extendió una mano huesuda hacia ella, como invitándola. Scarlett sintió un tirón, una punzada de tristeza y anhelo.
—¡No! —Nyx la empujó con más fuerza, rompiendo el hechizo.
—¿Qué era eso? —preguntó Scarlett, su voz temblorosa.
—Una tentación —respondió Nyx, su voz dura—. El bosque se alimenta de emociones. Miedo, tristeza, anhelo. No les des nada.
La carrera continuó. El tiempo se volvió una amalgama de oscuridad, lluvia y el incesante golpeteo de sus propios corazones. Scarlett se sentía como una marioneta, sus hilos manejados por una fuerza invisible, arrastrada a un mundo que se negaba a aceptar. ¿Cómo podía ser esto su realidad? Ella era Scarlett, la huérfana del orfanato Harbor Light, la "rara" que soñaba con un futuro normal, lejos de las miradas de reojo y los murmullos. Pero ahora, su gato hablaba, se transformaba, y la arrastraba por un bosque encantado mientras Cazadores invisibles les pisaban los talones. La cordura se sentía como un lujo inalcanzable.