Cuando la luna sangra

Capítulo 4

El primer rayo de sol que se coló por las rendijas de la cabaña no disipó la oscuridad, sino que la tiñó de un gris melancólico. Scarlett no había dormido. La carta de su madre, las palabras de Nyx, la revelación de su linaje y la inminente amenaza de los Cazadores y los Ocultos habían convertido su mente en un campo de batalla. Se sentía como una hoja arrancada de su árbol, arrojada a una tormenta que no comprendía.

Nyx, en su forma humana, preparaba una infusión de hierbas secas en un cuenco de piedra, el vapor aromático estaba llenando la cabaña. Sus movimientos eran precisos, casi rituales. La familiaridad de su presencia, a pesar de su transformación, era el único ancla de Scarlett en esta nueva y aterradora realidad.

—Bebe esto —dijo Nyx, extendiéndole el cuenco.

El líquido era de un color ámbar oscuro, con un olor terroso y dulce.

—¿Qué es?— titubeó Scarlett.

—Para calmar los nervios —respondió Nyx, sus ojos dorados fijos en ella—. Y para ayudarte a procesar lo que viene. Necesitas estar lúcida.

Scarlett tomó el cuenco. El calor se extendió por sus manos, y el primer sorbo fue amargo, pero luego un regusto a miel y menta llenó su boca. Sintió una leve relajación en sus músculos tensos, una claridad incipiente en su mente.

—¿Qué viene? —preguntó, bajando el cuenco.

Nyx se sentó frente a ella, con el grimorio abierto sobre la mesa. Las páginas brillaban débilmente, como si contuvieran una luz interior.

—El grimorio te ha reconocido. Ha sellado el pacto de sangre. Ahora es parte de ti. Y tú, parte de él. Eso significa que tu magia… tu magia está despertando a un ritmo acelerado. Necesitas controlarla.

—¿Cómo? —Scarlett miró sus manos, recordando la escarcha en el pan.

—El grimorio te guiará. Pero no te lo pondrá fácil. Él tiene su propia voluntad, su propia sabiduría. Es un maestro exigente. Y yo… yo soy tu tutor. Mi propósito es asegurarme de que no te destruyas a ti misma, o que no te destruyan otros.

Nyx pasó un dedo por una página del grimorio, donde diagramas de runas y símbolos intrincados se entrelazaban.

—Tu madre era una maestra en la magia de la protección y la ilusión. Era una tejedora de velos. Pero también tenía un don para la magia elemental. La escarcha en el pan… eso es un indicio de tu afinidad con el frío.

Scarlett sintió un escalofrío. ¿Magia elemental? ¿Controlar el frío? Era una idea tan ajena a su vida anterior, tan abrumadora.

—¿Y si no puedo? —murmuró.

—No tienes elección —la voz de Nyx era firme, sin concesiones—. Los Cazadores no esperan. Y los Ocultos… ellos ya han sentido tu despertar.

Se levantó y se acercó a la puerta de la cabaña, colocando su mano sobre las runas. Estas se iluminaron con un pulso suave.

—He reforzado el sello de protección —dijo—. Pero no es impenetrable. Solo nos da tiempo.

Scarlett se acercó al grimorio, sus dedos rozando la piel gastada. El libro parecía vibrar bajo su tacto, una presencia viva y antigua. La voz de su madre en la carta, la urgencia de sus palabras, resonaba en su mente: "Aprende de él. No te detengas. Cada hechizo, cada runa, cada palabra, es una pieza del rompecabezas de tu destino."

—¿Qué debo hacer? —preguntó, dirigiéndose a Nyx.

Nyx volvió a la mesa, sus ojos estaban fijos en el grimorio.

—Comienza con lo básico. El grimorio te mostrará. No intentes forzarlo. Déjate llevar.

Scarlett asintió. Se sentó y abrió el grimorio. Las páginas se voltearon solas, deteniéndose en una sección con ilustraciones de plantas y hierbas, y al lado, pequeños diagramas de gestos con las manos y palabras en un idioma que no conocía, pero que de alguna manera, le resultaba familiar.

—Es el lenguaje antiguo —explicó Nyx—. El lenguaje de la magia. Se pronuncia con intención, con la energía de tu propia sangre.

Scarlett se concentró. Escogió el diagrama de una pequeña flor, con la palabra "Floris" debajo. Cerró los ojos, intentando sentir esa "intención". Pensó en la primavera, en la delicadeza de los pétalos, en el aroma dulce de la tierra. Extendió la mano sobre la página, y pronunció la palabra en voz baja.

Nada.

Abrió los ojos. La flor en la ilustración seguía inmóvil. Nyx bufó.

—Te dije que no sería fácil. El grimorio no es un libro de cocina. Necesitas más que una simple intención. Necesitas conexión.

Scarlett frunció el ceño.

—¿Conexión?

—Sí. Con la magia. Con la tierra. Con tu propia sangre. Es un diálogo. Un baile. No una orden.

Scarlett lo intentó de nuevo, esta vez con más concentración. Cerró los ojos, visualizando la flor, sintiendo su esencia. Pensó en la vida, en el crecimiento, en la energía que brotaba de la tierra. Pronunció "Floris" de nuevo, esta vez con una voz más profunda, más resonante.

Una luz tenue, casi imperceptible, brilló en la página. La flor en la ilustración pareció vibrar. Scarlett sintió un cosquilleo en la punta de sus dedos, como si una corriente eléctrica recorriera su brazo.




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