Cuando la luna sangra

Capítulo 5

El amanecer trajo consigo no el consuelo de la luz, sino una penumbra densa que se aferraba al bosque, envolviéndolos en un manto de humedad y misterio. La cueva, con su velo de cascada, había ofrecido un respiro temporal, pero el eco de los Cazadores aún resonaba en la mente de Scarlett. El frío de la piedra se había colado en sus huesos, y el cansancio era una losa pesada sobre sus hombros.

Kael se movía con una agilidad felina, su figura esbelta cortando el aire húmedo mientras se preparaba para la marcha. Había encendido una pequeña hoguera sin humo en el centro de la cueva, y el aroma a leña quemada se mezclaba con el olor a tierra mojada. Nyx, sentado junto a Scarlett, repasaba el grimorio, sus ojos dorados fijos en las páginas, ajeno al mundo exterior. La tensión entre los dos brujos era palpable, una corriente subterránea de desconfianza y respeto a regañadientes.

—Necesitamos movernos antes de que el sol esté alto —dijo Kael, su voz resonando en la cueva—. Los Cazadores no se detendrán. Y hay otros peligros en este bosque que no son tan… humanos.

Scarlett se encogió. La idea de "otros peligros" era un escalofrío que le recorría la espalda. Apenas podía procesar la existencia de brujos y Cazadores, y ahora, ¿qué más?

—¿Adónde vamos? —preguntó, su voz ronca.

—Al Covén de las Sombras —respondió Kael, sin mirarla. Estaba revisando un pequeño mapa de cuero que había sacado de su túnica—. Es un refugio. Un lugar donde los de nuestra estirpe pueden encontrar… cobijo. No es un lugar de bienvenida para todos, pero con Nyx… quizás nos abran las puertas.

Nyx levantó la vista del grimorio, y una expresión indescifrable cruzó su rostro.

—El Covén de las Sombras ha cambiado —dijo Nyx, su voz grave—. Ya no es lo que era.

—Nada es lo que era, viejo gato —replicó Kael, con un matiz de cinismo—. Pero sigue siendo un lugar más seguro que el bosque abierto.

Scarlett observó la interacción, sintiendo la historia no contada entre ellos. Había una familiaridad en sus disputas, como si hubieran pasado por esto muchas veces antes. Pero también había una barrera, un muro de secretos que ninguno de los dos parecía dispuesto a derribar.

Se pusieron en marcha poco después del amanecer. Kael lideraba el camino, su bastón de madera retorcida sirviendo como guía. Se movía con una confianza innata, como si el bosque fuera una extensión de sí mismo. Nyx lo seguía de cerca, con el grimorio bajo el brazo, sus ojos vigilantes, escudriñando cada sombra, cada sonido. Scarlett, agotada pero decidida, se aferraba a la estela de ambos, sintiendo el peso de la mochila improvisada sobre sus hombros.

El bosque se hizo más denso a medida que avanzaban. Los árboles se alzaban como catedrales oscuras, sus copas entrelazadas formando un dosel impenetrable que apenas dejaba pasar la luz. El aire era pesado, cargado con el aroma a musgo, tierra húmeda y algo más, algo antiguo y casi místico. Scarlett sentía la magia en el aire, un zumbido bajo que resonaba con la marca de su muñeca. Ya no era solo una sensación; era una presencia palpable, un susurro constante que la llamaba.

Kael no hablaba mucho, pero sus ojos azules estaban siempre en movimiento, leyendo las señales del bosque. A veces, se detenía bruscamente, levantando una mano, y ellos se congelaban. Scarlett aprendió a confiar en sus instintos, en su habilidad para detectar el peligro antes de que se manifestara. Una vez, vieron una bandada de cuervos volar en una formación extraña, y Kael los desvió por un camino diferente.

—Los cuervos son los ojos de los Ocultos —explicó Kael, su voz baja—. Especialmente de los que se alimentan de la noche.

Scarlett sintió un escalofrío. Los vampiros. La advertencia de su madre resonó en su mente: "No confíes en los que brillan sin luna".

Nyx, por su parte, era un pozo de sabiduría. A pesar de su sarcasmo, respondía a las preguntas de Scarlett con una paciencia sorprendente. Le habló de las diferentes facciones de los Ocultos, de las antiguas leyes que regían el mundo sobrenatural, de la historia de la Casa Noctis y su papel en el equilibrio.

—Tu linaje siempre ha sido un puente —dijo Nyx, mientras caminaban por un sendero cubierto de hojas—. Un puente entre el mundo humano y el mundo oculto. Manteníamos el equilibrio. Hasta que la profecía… y la imprudencia de tu madre… lo rompieron.

Scarlett sintió una punzada de dolor. La mención de su madre, de su "imprudencia", aún la hería.

—¿Qué hizo exactamente mi madre? —preguntó Scarlett, su voz apenas un susurro.

Nyx suspiró. —Se enamoró de un vampiro. Un vampiro poderoso. Y eso, Scarlett, es una traición a todo lo que la Casa Noctis representaba. Los vampiros son depredadores. No se puede confiar en ellos. Su amor es una jaula dorada.

Kael, que había estado escuchando en silencio, soltó una risa amarga.

—El viejo gato tiene razón en eso. Los vampiros son criaturas de pactos y deudas. Y sus deudas se pagan con sangre.

Scarlett sintió la tensión entre ellos. La historia de su madre era un terreno peligroso, lleno de secretos y heridas.

A medida que avanzaban, el bosque se volvió más salvaje, más primigenio. Los árboles se alzaban como gigantes dormidos, sus raíces entrelazadas formando laberintos naturales. El aire se volvió más frío, y una niebla densa comenzó a arrastrarse por el suelo, envolviéndolos en un sudario blanco.




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