El bosque, después de la batalla en el Covén de las Sombras, se sentía diferente. La magia de Scarlett, desatada con una furia incontrolable, había dejado una cicatriz en el aire, una vibración residual que resonaba con el dolor de la tierra. La huida fue silenciosa, tensa. Scarlett, Nyx y Kael, junto con la Maestra Elara y un puñado de ancianas del Covén que habían logrado escapar, se movían como sombras, dejando atrás el santuario profanado.
Scarlett se sentía agotada, cada músculo de su cuerpo estaba gritando por un descanso, pero también una extraña euforia burbujeaba en su interior. Había usado su magia. Había luchado. Y había desatado un poder que la había asombrado incluso a ella misma. La marca en su muñeca, aunque aún dolía, pulsaba con una energía que ya no era solo un recordatorio de su legado, sino de su propia fuerza.
Caminaron durante horas, la Maestra Elara, a pesar de su avanzada edad, se movía con una resistencia sorprendente. Las ancianas del Covén, a pesar de sus rostros serios, mantenían una vigilia silenciosa, sus ojos escudriñaban las sombras. Kael lideraba el camino, su bastón brillando tenuemente, abriendo un sendero a través de la densa vegetación. Nyx, con el grimorio bajo el brazo, permanecía cerca de Scarlett, atenuando la presencia de sus ojos dorados vigilándola.
Finalmente, al amanecer, encontraron un pequeño claro oculto, protegido por una densa maraña de espinos. Elara, con un gesto cansado, indicó que se detuvieran.
—Aquí estaremos a salvo por un tiempo —dijo la Maestra Elara, su voz un susurro—. Los Cazadores no se atreverán a entrar en este lugar sin luz. Y los Ocultos… la mayoría duermen durante el día.
Scarlett se desplomó en el suelo, sintiendo el frío de la tierra bajo su cuerpo. Nyx se sentó a su lado, extendiendo una mano para tocar su frente.
—Tienes fiebre —dijo Nyx, con voz grave—. Has usado demasiado poder.
—Estoy bien —murmuró Scarlett, aunque su cuerpo temblaba incontrolablemente.
—No lo estás —replicó Nyx—. Tu cuerpo no está acostumbrado a canalizar tanta energía. Necesitas descansar.
Kael se acercó con rostro sombrío.
—No tenemos tiempo para descansar, Nyx. Los Cazadores saben que estamos aquí. Y la explosión de magia de Scarlett… habrá atraído a otros.
—Necesitamos encontrar un lugar seguro —dijo Elara entonando una voz firme—. Un lugar donde Scarlett pueda recuperarse y continuar su entrenamiento.
—Hay un lugar —dijo Kael, con su mirada fija en la distancia—. Un lugar donde los Ocultos se reúnen. Un mercado.
Nyx frunció el ceño.
—El Mercado Negro. Es un lugar peligroso, Kael. Está lleno de depredadores.
—Lo sé —respondió Kael—. Pero también es un lugar donde se puede encontrar información. Y aliados. O al menos, neutrales. Necesitamos saber qué está pasando. Quién está detrás de los Cazadores. Y qué buscan exactamente de Scarlett.
Scarlett escuchó la conversación, sintiendo una mezcla de aprensión y curiosidad. Un mercado de Ocultos. La idea era aterradora, pero también fascinante.
—No podemos llevar a las ancianas —dijo Elara—. Ellas necesitan un lugar más seguro. Las llevaré a los antiguos túneles bajo las montañas. Allí estarán a salvo.
Nyx asintió.
—Es lo más sabio.
Así se decidió. La Maestra Elara y las ancianas se despidieron, sus ojos llenos de preocupación y esperanza. Scarlett sintió una punzada de tristeza al verlas partir. Eran su única conexión con el mundo de las brujas, con su linaje.
Ahora, solo quedaban Scarlett, Nyx y Kael. Tres almas perdidas en un bosque peligroso, dirigiéndose a un mercado de sombras.
El viaje al Mercado Negro fue agotador. Kael los guio por senderos ocultos, evitando los caminos principales. Scarlett, aunque débil, se esforzaba por seguir el ritmo. Nyx, a su lado, le ofrecía apoyo, a veces con una mano en su espalda, a veces con una palabra de aliento.
A medida que se acercaban, el aire comenzó a cambiar. Se volvió más denso, cargado con una mezcla de olores extraños: especias exóticas, incienso, algo dulce y metálico, y un aroma a humedad y a algo antiguo. El bosque se hizo más oscuro, los árboles más retorcidos, como si el lugar mismo se estuviera preparando para la noche.
Finalmente, Kael se detuvo ante una pared de roca, cubierta de enredaderas. No había entrada visible.
—Aquí es —dijo Kael, su voz baja. Levantó su bastón, y el cristal en la punta brilló con una luz azul intensa. Pronunció unas palabras en el lenguaje antiguo, y la pared de roca se abrió lentamente, revelando un pasaje oscuro.
El pasaje era estrecho y húmedo, con el sonido de gotas de agua resonando en la oscuridad. Scarlett sintió una sensación de claustrofobia, pero la curiosidad la impulsó hacia adelante.
Al final del pasaje, una luz tenue se vislumbraba. A medida que se acercaban, el sonido de voces, risas y el tintineo de metales se hizo más fuerte.
Scarlett emergió del pasaje y se encontró en un mundo que desafiaba toda lógica. Era una vasta caverna subterránea, iluminada por cientos de faroles de colores, velas parpadeantes y extrañas luces bioluminiscentes que emanaban de los hongos que crecían en las paredes. El aire estaba lleno de una mezcla de olores: incienso, especias, sudor, y algo más, algo animal y salvaje.