Cuando La Magia PronunciÓ Tu Nombre

CAPÍTULO 12 — La Noche en que el Universo Eligió por Nosotros

El viento dentro de la ruina se volvió más frío.

No un frío normal: uno que parecía filtrar la realidad misma, como si estuviéramos respirando aire que pertenecía a otra época.

La figura encapuchada dio un paso hacia nosotros.

Aiden se tensó como un resorte, un brazo extendido hacia atrás para mantenerme protegida, aunque el vínculo hacía casi imposible que me alejara mucho de él.

Los ojos de la figura eran un abismo azul.

El mismo azul del vínculo.

El mismo azul que había marcado nuestras vidas desde que la magia pronunció mi nombre.

—No deberían estar aquí todavía —repitió la figura, con esa voz que parecía venir de todas las paredes al mismo tiempo.

—Entonces dilo de una vez —disparó Aiden, con la mandíbula dura—. ¿Qué es lo que el vínculo despertó?

La figura inclinó la cabeza apenas.

—Su destino.

Aiden contuvo la respiración.

Yo también.

La palabra cayó como un golpe.

—Ya tenemos un destino —respondió Aiden, con un hilo de voz controlado—. Uno que estamos intentando comprender y proteger.

—No este —corrigió la figura—.

No el que creen.

No el que el Consejo teme.

Habla del otro.

Del que incluso la magia intentó ocultarles.

Mi piel se erizó.

Aiden estrechó mi mano sin darse cuenta.

La figura se acercó, y su sombra se deslizó por el suelo como tinta líquida.

—Ustedes no solo están vinculados —dijo—.

Ustedes son el eco de una unión que existió antes de que esta ciudad respirara magia.

El corazón me latió tan fuerte que dolió.

—Eso no tiene sentido —susurré, aunque algo dentro de mí decía que sí. Que lo sentía desde la primera vez que vi a Aiden.

La figura levantó una mano.

Un destello azul recorrió su palma.

Las ruinas reaccionaron.

Las inscripciones vibraron.

Y entonces lo vimos.

Un mural de luz se formó ante nosotros.

Dos siluetas.

Unidas.

Como las que vimos antes.

Pero esta vez, la escena continuó.

Los vimos luchar contra sombras más antiguas que el Consejo.

Los vimos protegerse mutuamente.

Los vimos casi caer.

Y finalmente, los vimos sellar un hechizo que partía el cielo en dos.

—Eran los primeros —dijo la figura—.

Los creadores del vínculo que ahora arde en ustedes.

El mural se deshizo en partículas de luz.

Yo di un paso atrás, temblando.

—¿Quieres decir que… somos…?

—No son ellos —respondió la figura, acercándose—.

Pero llevan su eco.

Una resonancia antigua que el universo decidió encender…

en esta vida.

Miré a Aiden.

Sus ojos estaban fijos en mí.

Llenos de confusión, pero también de algo más profundo.

Algo que siempre estuvo allí y que ahora brillaba con una claridad casi dolorosa.

—¿Por qué nosotros? —preguntó Aiden, aunque sonaba más como un murmullo que como un desafío.

—Porque el universo no elige dos veces —contestó la figura—.

Y cuando lo hace, no se equivoca.

La frase me atravesó.

Sentí el tirón del vínculo, no como antes, no como un impulso, sino como una verdad que se abría en mi pecho.

La figura se giró hacia mí.

—Tú has sentido las señales —dijo—.

Sueños que no eran sueños.

Susurros cuando él estaba cerca.

Recuerdos que no te pertenecían.

Mi respiración se quebró.

Porque era cierto.

Aunque nunca se lo había dicho a nadie.

—¿Por qué ahora? —logré decir.

—Porque esta noche, el vínculo completó su primer despertar —respondió la figura, levantando su mano azulada—.

Y todo despertar exige un precio.

Aiden dio un paso adelante.

—Entonces dímelo.

Dime cuál es el precio.

La figura lo miró directamente.

—Si siguen adelante, no habrá retorno.

Lo que está unido no podrá separarse.

Ni siquiera por voluntad propia.

Mi garganta se cerró.

Aiden entrecerró los ojos.

—¿Qué quieres decir?

La figura inspiró hondo.

—Quiero decir que si avanzan…

sus destinos se entrelazarán tan profundamente que uno caerá si el otro lo hace.

Para siempre.

El silencio que siguió fue insoportable.

Yo bajé la mirada.

La luz azul del vínculo temblaba entre nosotros como un corazón expuesto.

Aiden se acercó.

Sentí su calor antes de que tocara mi mano.

—Mírame —susurró.

Cuando levanté la vista, su expresión me desarmó.

Ya no estaba en guardia.

No estaba furioso ni temeroso.

Estaba decidido.

—No voy a dejar que nada te pase —dijo con una calma feroz—.

Si este es nuestro destino…

entonces lo enfrentaremos juntos.

La figura dio un paso atrás.

El suelo vibró.

Las ruinas comenzaron a desmoronarse.

—No queda mucho tiempo —advirtió—.

El Consejo los está buscando.

Y lo que despertaron no podrá ocultarse por más tiempo.

Aiden tiró de mí hacia él.

—¿Qué se supone que hagamos?

La figura señaló detrás de sí.

Una puerta de luz comenzó a formarse.

—Crucen.

Solo así conocerán la verdad completa.

—¿Y tú? —pregunté.

La figura bajó la capucha.

Por un momento creí que mi corazón iba a detenerse.

Era una mujer joven.

Hermosa.

Pero rota.

Sus ojos eran idénticos a los de Aiden.

—Yo… ya hice mi elección hace mucho tiempo —dijo ella, con una tristeza infinita—.

Y ahora… ustedes deben hacer la suya.

Aiden abrió la boca.

Su voz salió desgarrada.

—…¿Madre?

La puerta de luz brilló con fuerza.

Y el mundo se rompió.
El nombre salió de los labios de Aiden como un gemido.

Un susurro roto.

Una herida reabierta después de demasiados años.

—…¿Madre?

La mujer lo miró con una ternura que solo podía venir de una memoria hecha de amor y sacrificio.

Aunque su rostro parecía joven, sus ojos tenían siglos de dolor.



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En el texto hay: mundo fantastico, romance magico

Editado: 25.11.2025

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