Cuando La Magia PronunciÓ Tu Nombre

CAPÍTULO 14 — CORAZONES QUE DESAFÍAN LAS LEYES DEL TIEMPO

La noche no había terminado de cerrarse cuando los primeros signos de un desequilibrio comenzaron a temblar en el aire. Era como si el tiempo mismo respirara de manera irregular, deteniéndose y acelerando en pulsos que solo quienes habían aprendido a escuchar los silencios del universo podían percibir.

Y entre ellos, por supuesto, estaba Élian, que desde horas antes sentía que algo se desplazaba bajo la superficie del mundo, como una corriente invisible decidida a arrastrarlo hacia un destino que no había buscado… pero que, sin embargo, parecía escrito en su piel desde mucho antes de nacer.

Mairen, por su parte, caminaba junto a él con la mirada fija en el horizonte, donde una tenue línea de luz azulada vibraba apenas, como un hilo de tiempo desgastado que empezaba a abrirse.

Sabía lo que eso significaba.

Lo había soñado.

Lo había presentido.

Y, sobre todo, lo temía.

—No digas nada —pidió él sin mirarla—. Si lo dices, se vuelve real.

Ella cerró los ojos un instante, respirando hondo para contener la mezcla insoportable de amor, ansiedad y destino que se le acumulaba en la garganta.

—Élian… —susurró finalmente—. El tiempo no se detiene porque lo queramos. Se detiene cuando nos necesita.

Él frunció el ceño.

—¿Nos necesita? ¿O quiere separarnos?

Mairen no respondió, porque la respuesta se formaba sola en el aire, como si el mundo entero se dignara a hablar por primera vez con voz propia.

Un viento helado los envolvió, aunque no soplaba desde ningún punto cardinal: surgía del centro mismo del espacio, como si una grieta hubiera abierto acceso a un tiempo anterior.

Élian sintió el tirón en su pecho.

Una especie de llamada.

Un eco.

Un nombre susurrado desde siglos atrás.

El suyo.

Y sintió miedo.

Mientras avanzaban hacia el claro donde la luz azul parecía reunir fuerzas, Mairen recordó la advertencia de la Custodia Arcana:

“El amor verdadero es la única magia capaz de desafiar la duración del mundo… pero también es la que más lo pone en riesgo.”

Entonces comprendió algo que no había querido enfrentar: cada paso que daban, cada confesión, cada beso, cada promesa que habían hecho sin medir el peso cósmico de sus corazones… estaba reescribiendo la historia de más de un mundo.

De su mundo.

Del de Élian.

Y del que existía entre ellos, ese mundo silencioso que se abría cada vez que se miraban como si se hubieran encontrado después de siglos perdidos.

La luz creció.

Y con ella, una voz femenina que no pertenecía a ninguna época conocida.

—Llegaron demasiado lejos.

Élian y Mairen se sobresaltaron.

De la grieta azul emergió una figura cubierta con un manto tejido de fragmentos temporales: reflejos de días que no habían vivido aún, destellos de recuerdos ajenos, sombras de horas nunca experimentadas.

Era La Guardiana del Hilo del Tiempo, una presencia legendaria que muy pocos habían visto sin que fuera su última visión.

—¿Qué hicimos? —preguntó Mairen con un hilo de voz.

La Guardiana giró su rostro —un rostro que parecía tener todas las edades al mismo tiempo— y la observó con gravedad.

—Amarse —respondió simplemente—. Y no existe magia más peligrosa.

Élian dio un paso al frente, como acto reflejo, como si su cuerpo se negara a permitir que alguien acusara a Mairen siquiera de existir.

—No tenemos intención de romper nada —replicó él—. Solo queremos estar juntos. ¿Es un crimen?

La Guardiana suspiró, y ese suspiro hizo que las ramas de los árboles se marchitaran para luego volver a florecer en cuestión de segundos.

—No. Pero el tiempo es… caprichoso. No soporta alteraciones cuando provienen de emociones tan intensas que lo obligan a cambiar de curso. El amor que ustedes comparten está creando ondas que amenazan con colapsar dos líneas temporales.

Mairen palideció.

—¿Dos? Pero nosotros… solo pertenecemos a una…

La Guardiana negó lentamente.

—No, Mairen. Élian pertenece a dos destinos distintos. Y tú… tú eres la bisagra que los enfrenta.

El silencio que siguió fue devastador.

Élian sintió que algo dentro de él se astillaba.

—No entiendo —dijo con voz ronca—. ¿Por qué yo?

La Guardiana lo miró como si pudiera ver a través de su piel y leer los años que aún no había vivido.

—Porque tú fuiste amado antes de nacer —respondió—. Y un alma que es amada antes de existir siempre crea posibilidades paralelas. En una de ellas, estás destinado a vivir. En la otra, estás destinado a morir.

Mairen le tomó la mano con fuerza, como si apretarlo pudiera anclarlo a un solo futuro.

—¿Y yo? ¿Dónde estoy en esas dos líneas?

La Guardiana extendió un dedo hacia ella.

—Tú eres la única constante —dijo con serenidad—. En cualquier versión del tiempo… siempre lo amas.

Mairen sintió que las lágrimas se le acumulaban, brillantes como cristal.

Élian la miró con sorpresa, como si nunca hubiera imaginado una verdad tan tremenda.

—¿Qué debemos hacer? —preguntó Élian.

La Guardiana bajó la mirada, como avergonzada por lo que debía decir.

—Para que el tiempo no colapse, uno de ustedes dos deberá elegir un sacrificio:

o renuncian al amor que los une…

o renuncian al tiempo tal como lo conocen.

Un silencio feroz se instaló entre los tres.

Mairen tragó saliva, sintiendo que la tierra misma temblaba bajo sus pies.

—¿Qué significa renunciar al tiempo?

—Significa— respondió la Guardiana— que su historia ya no estaría atada a ninguna línea temporal. Su amor existiría… pero sin lugar fijo. Sin orden. Sin pasado que los sostenga. Sin futuro que los espere.

Élian tomó aire, sintiendo un vértigo profundo.

—¿Y renunciar al amor?

Mairen soltó un gemido ahogado.

La Guardiana cerró los ojos como si la respuesta doliera incluso a ella.

—Significa olvidar. Ambos.



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En el texto hay: mundo fantastico, romance magico

Editado: 25.11.2025

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