Cuando La Magia PronunciÓ Tu Nombre

CAPÍTULO 15 — LO QUE PERDIMOS ENTRE CHISPAS Y SILENCIOS

La luz no estalló: se deshizo.

Como si alguien hubiera tomado el universo entre las manos y lo hubiera soplado, dejando que sus fragmentos se dispersaran como polvo dorado en un viento sin dirección.

Y luego… nada.

Un silencio tan profundo que no pertenecía a ningún mundo.

Mairen abrió los ojos.

O creyó abrirlos.

Porque no había cielo.

No había suelo.

No había arriba, abajo, lejos o cerca.

Solo una inmensidad blanca, inmóvil, interminable.

Como si el tiempo hubiese quedado suspendido en un solo pensamiento.

Algo en su pecho latía distinto.

No era un corazón.

No era magia.

Era un eco.

El eco de todo lo que habían sido.

—¿Élian? —susurró, su voz viajando sin aire, sin sonido, sin dirección.

No obtuvo respuesta.

Solo el susurro de sus propios recuerdos intentando ordenarse, chispas sueltas en un mar de silencio.

Caminó.

No sabía hacia dónde, pero sus pies encontraron un camino invisible, como si una memoria más antigua que ella guiara sus pasos.

Y entonces algo vibró.

Una chispa azul.

Pequeña.

Ínfima.

Flotando frente a ella, a la altura de su rostro.

Cuando Mairen extendió la mano, la chispa retrocedió a la distancia exacta para no ser tocada.

Y habló.

Con la voz de Élian.

Pero no su voz presente.

No la voz rota por decisiones imposibles.

Era su voz del inicio, del eco más antiguo:

«No me busques en la luz.

Siempre estuve en la sombra.»

Mairen se llevó una mano al pecho, sintiendo un tirón profundo.

—Élian… ¿dónde estás?

La chispa tembló, como si se esforzara por existir.

«Se fracturó el tiempo, Mairen.

Eso significa que también se fracturó lo que nos une.»

Ella negó, temblando.

—No.

No puede… no puede ser.

La chispa vibró con una tristeza que no debería poder tener luz.

«Estoy aquí… y no estoy aquí.»

Mairen se sintió al borde de un grito, pero el vacío no permitía gritos; solo dejaba escapar respiraciones invisibles.

—¿Qué nos pasó? —susurró.

Esta vez, la chispa tardó en responder.

«Pagamos el precio que el universo no quiso que pagáramos.»

Un escalofrío la recorrió.

—¿Dónde estás? —repitió, más desesperada, más niña, más humana.

La chispa retrocedió aún más, como si quisiera alejarla, como si temiera que ella lo tocara y lo deshiciera.

«Yo… estoy atrapado entre lo que fue… y lo que todavía no existe.»

Mairen sintió que se rompía en una lentitud insoportable.

—Élian… yo no puedo estar sin vos.

La chispa respondió con un brillo débil, casi extinguido:

«Tampoco yo.

Pero el universo… todavía no decidió si va a permitirnos encontrarnos.»

Mairen tragó dolor.

—Entonces yo voy a decidir por él.

La chispa se contrajo, casi como si sonriera.

«Eso es lo que siempre hacemos… ¿no?

Desafiar lo imposible.»

Ella dio un paso hacia adelante.

Y el mundo blanco reaccionó.

Pequeñas grietas negras se abrieron bajo sus pies, expandiéndose en círculos, como si la nada estuviera desmoronándose.

La chispa tembló violentamente.

«¡No, Mairen! Todavía no estás lista. ¡Todavía no recordaste todo!»

—Recordé lo suficiente —susurró ella.

Porque ahora lo sentía.

La memoria del origen.

Todas las vidas.

Todos los intentos.

Todos los fracasos y las promesas.

Y también…

la memoria que el Guardián les advirtió que podría destruirlos.

Élian volvió a hablar, pero su voz parecía desgarrarse con cada palabra:

«Si seguís avanzando… el universo te va a mostrar lo que perdimos.

Y lo que estamos por perder si te acercás a mí demasiado rápido.»

Ella cerró los ojos.

—No me importa.

Quiero encontrarme con vos.

Quiero volver a vos.

La chispa palpitó tan fuerte que por un instante pareció un corazón pequeño, luminoso y vulnerable.

«Entonces… prepárate.

Lo primero que vas a ver… es el eco de la última línea temporal que existió antes de que todo estallara.»

La blancura absoluta se quebró.

Primero en una línea.

Luego en mil.

Como vidrios suspendidos que empezaban a caer en cámara lenta.

Mairen tragó aire —si es que había aire— y vio imágenes formarse en medio del vacío:

Ella misma.

Élian.

Una torre derrumbándose.

Una cuna vacía.

Alguien gritando un nombre que no era el de ella.

Élian sangrando.

Una mano soltándose de la otra.

Una promesa quemándose con fuego azul.

Y luego…

Una boda.

Sus manos unidas.

Sus risas.

Un anillo de luz.

Un niño con los ojos de Élian y su sonrisa.

Mairen cayó de rodillas.

—¿Qué… qué es esto?

La chispa respondió, apagándose peligrosamente:

«Lo que fuimos.

Lo que podríamos haber sido.

Lo que perdimos cuando el tiempo decidió que nuestro amor era demasiado fuerte.»

Los fragmentos de realidades pasadas seguían cayendo a su alrededor, cada uno más doloroso que el anterior.

Una vida donde se amaron y murieron juntos.

Una donde Élian la olvidó.

Otra donde ella se sacrificó por él.

Otra donde nunca se conocieron.

Y una… donde ambos fueron felices.

Verdaderamente felices.

Sin magia.

Sin destino.

Solo ellos.

Mairen gritó:

—¡Basta! ¡No quiero ver más!

La chispa se apagó casi por completo.

«Tenés que verlo.

Todo.

Solo así vas a poder llegar hasta mí.»

Ella levantó la mirada, con lágrimas que no podían caer en un mundo sin gravedad.

—Yo te amo en todas las versiones de nosotros mismos —susurró—.

Incluso en aquellas donde nos perdimos.

Élian respondió con un hilo de luz:

«Entonces prepárate, mi amor.

El universo está por mostrarte…

lo que verdaderamente nos quitó.»



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En el texto hay: mundo fantastico, romance magico

Editado: 25.11.2025

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