Cuando La Magia PronunciÓ Tu Nombre

CAPÍTULO 17 — El Lado Oscuro del Milagro

Elara despertó con un temblor que no era del cuerpo, sino del mundo. Algo vibraba bajo ella, como si el suelo respirara de manera irregular. Abrió los ojos lentamente, como quien emerge de un sueño que no quiere soltar, y descubrió que estaba acostada sobre la misma piedra agrietada donde Lucian había desaparecido… aunque todo parecía ligeramente distinto, como si la realidad hubiera perdido enfoque.

No sabía cuánto había pasado desde que la explosión de luz se lo llevó.

Su primera inspiración fue un gemido. Su segunda inspiración fue un grito silencioso.

Porque la magia dentro de ella ardía.

No era la magia que conocía, esa corriente suave que respondía a sus emociones, ni la fuerza luminosa que Lucian había despertado en ella cuando sus marcas se unieron por primera vez. No… ahora se movía como una criatura salvaje, como un animal encadenado que tiraba hacia todos los rincones de su cuerpo.

Y lo peor: no reconocía su propio poder.

Intentó incorporarse, pero su mano chocó contra el suelo con un chasquido sordo. Cuando la retiró, vio que la piedra había quedado marcada con venas oscuras que se expandían como raíces secas.

—No… —susurró, horrorizada—. Esto no es mío.

Pero sí lo era. Porque algo había roto dentro de ella.

La Marca.

La Marca que la unía a Lucian, que era su guía, su escudo, su equilibrio… ahora era un hueco vibrante, un vacío que absorbía todo lo que tocaba. Y no importaba cuánto intentara respirar, el dolor seguía ahí, pulsando como un corazón desgarrado.

—Lucian… —dijo, sintiendo que su nombre se quebraba en su garganta.

No obtuvo respuesta.

El silencio del lugar era extraño: demasiado quieto, como si el viento mismo contuviera la respiración.

Elara apoyó la mano en su pecho, donde alguna vez había sentido la calidez de la conexión. Ahora no había nada. Ni luz. Ni latido compartido. Ni siquiera un zumbido distante.

Sólo una sombra.

Y mientras se esforzaba por ponerse de pie, algo más la golpeó con una claridad que heló su sangre: Lucian no estaba muerto, eso lo sabía en lo más profundo. Pero tampoco estaba… aquí.

El sacrificio había sido real.

Y el mundo, de alguna manera, lo había aceptado.

Trató de dar un paso. La magia se agitó, casi como si protestara. La visión se le nubló un instante, y un sonido agudo perforó sus oídos. De repente, imágenes fugaces cruzaron su mente como relámpagos:

— Una torre de cristal suspendida en un cielo rojo.

— Lucian de rodillas, respirando con dificultad.

— Una figura encapuchada sosteniendo una luz rota.

— Y una voz, profunda, resonante, que decía: “El milagro tiene un precio. Y ya está cobrándolo.”

Elara jadeó, aferrándose a la pared más cercana.

—¿Qué me está pasando…?

Sabía la respuesta, pero no quería admitirla.

Cuando la Marca se rompió, parte del poder de Lucian, o parte de su esencia, o quizá algo peor… se había quedado atrapado en ella.

No era magia oscura.

Tampoco magia luminosa.

Era magia rota.

Y la estaba consumiendo.

De pronto escuchó pasos. Lentos. Detenidos. Como si el aire se negara a moverlos. Elara giró con esfuerzo y vio una figura acercándose desde los restos humeantes del portal colapsado.

—Sabía que despertarías —dijo la figura, con una voz grave que hacía temblar las paredes—. Aunque no esperaba que fuera tan pronto.

Los ojos de Elara se abrieron con horror. Lo reconoció, aunque nunca antes lo había visto así:

Era el Guardián del Umbral.

Pero ahora tenía grietas de luz negra recorriendo su piel. Como si algo hubiera tomado posesión de él.

—El milagro que intentaron forzar —continuó— siempre deja cicatrices. Y las tuyas… son profundas.

Elara retrocedió un paso, sintiendo cómo la magia dentro de ella se alzaba como una ola.

—¿Dónde está Lucian? Dígame dónde está.

El Guardián inclinó la cabeza.

—En el lugar donde van los que rompen las leyes sin morir. Un sitio entre mundos. Un sitio… que exige un precio para devolver lo que tomó.

Elara apretó los dientes.

—Entonces lo traeré de vuelta. No importa lo que cueste.

El Guardián sonrió con una tristeza que no parecía humana.

—Oh, Elara.

El problema no es lo que estás dispuesta a pagar.

El problema es lo que ya estás pagando.

Antes de que pudiera contestar, una onda de energía brotó de su pecho, oscura y brillante al mismo tiempo, lanzándola hacia atrás.

El Guardián no se movió.

Ni siquiera parpadeó.

—Tu magia está reaccionando —dijo con calma—. La ruptura te cambió. Ahora eres mitad luz, mitad sombra. Y mientras ese equilibrio sea inestable… cualquier intento de rescatarlo podría destruirte.

Elara se incorporó con dificultad.

—Lo haré igual.

Y entonces el Guardián dijo algo que le heló la sangre:

—Lo sé.

Y por eso… no eres la única que lo está buscando.

Elara abrió los ojos, incrédula.

—¿Quién más…?

El Guardián suspiró.

Y cuando levantó la mano, un símbolo flotó en el aire, formado por destellos de un rojo profundo.

Elara sintió su corazón detenerse.

Ese símbolo lo conocía.

Lo había visto sólo una vez en su vida.

Una vez que había prometido olvidar.

El símbolo del Primer Portador.

El único capaz de manipular la magia primigenia sin morir.

El único que podía rivalizar con Lucian.

El único ser que jamás debió volver.

El Guardián habló con voz grave:

—Él también sintió la ruptura.

Él también sintió la pérdida.

Y él también quiere recuperarlo.

Elara tragó saliva.

—¿Por qué…?

¿Qué tiene Lucian que él necesite?

El Guardián la miró fijamente.

—Simple.

Lucian es la llave.

Y tú… eres la puerta.

Un silencio húmedo cayó sobre el lugar.

Elara sintió su magia gritar dentro de ella.

Porque entendió.



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En el texto hay: mundo fantastico, romance magico

Editado: 25.11.2025

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