Cuando la muerte sea solo un sueño

Capítulo 24: Reencuentro y esperanzas

Unos leves toques en la puerta acabaron con el sueño placido y culposo que Skyler tenía con Logan. Se frotó los ojos con molestia, levantándose perezosamente de la cama.

La imagen de su hermana Camille con el cabello enmarañado fue lo que vio al abrir.

—Es Logan —le informó, entregándole el teléfono de la casa—. Urge que te compres un nuevo celular porque qué suplicio que ni los domingos pueda dormir hasta tarde por ser tu asistente de llamadas.

Ella bostezó y frunció su ceño.

—¿Logan? ¿A esta hora?

—Sí, ¡Qué romántico llamarte a las cinco de la mañana! ¿No crees? —ironizó su hermana, con la sonrisa más falsa que hubiera visto.

—Ey, no es mi culpa.

—Como sea, recuerda que quedamos en desayunar con Mabel. Bye —concluyó, marchándose sin esperar respuesta alguna.

Skyler liberó un hondo suspiro y tomó la llamada.

—¿Hola?

—Lamento llamarte a esta hora, pero algo sucedió. —Su timbre decaído la puso en alerta.

—¿Qué ocurre? —indagó, adentrándose de nuevo en su habitación.

Empujó a sus espaldas la puerta con su pie y se ubicó sobre la colcha.

—La trabajadora social se ha llevado a Annie a la comisaria de familia. Es probable que esta tarde la trasladen a un orfanato.

—¿¡Qué!? ¿Por qué? —se tocó la sien ante el estupor, incrédula por lo que él le informaba.

Recordó la conversación en la que Logan le había dado a conocer la vida de Annie, pero no se imaginaba que las cosas hubieran empeorado a tal grado.

—Anoche ella estuvo en su casa, Carola organizó una cena de bienvenida por la salida de Annie del hospital y para darle una buena impresión, el problema es que casi al final de la visita Nathaniel llegó ebrio y echó a perder todo. La señorita Carpenter dijo que Annie no podía seguir viviendo en ese hogar y se la llevó. —Logan suspiró, empezando a sentirse desesperado por no encontrar una solución al inconveniente—. Le dije que la ayudaría y realmente no sé cómo hacerlo, Sky.

—¿Señorita Carpenter has dicho? —cuestionó ella, recordando aquella forma en que la llamaban.

Si se trataba de la misma persona que creía, podría ser de gran utilidad.

—Sí, es la trabajadora social.

—En unos minutos te llamo, ¿Bien?

—¿Bueno? —pronunció el adolescente, confundido, y sin darle respuesta, Skyler colgó.

Se encaminó en búsqueda de la persona que podría brindarle ayuda: Su padre.

Esperaba que en ese momento pudiera contar con su figura paternal sin interferencias por parte de su madrastra. Para su dicha, se topó con él apenas bajó las escaleras, tomaba una taza de café y conservaba todavía su ropa de dormir.

—Buenos días —mencionó, acercándose con cautela.

—Buenos días, hija —replicó su padre, tomando asiento en el comedor y dejando su taza de café sobre la mesa—. ¿Qué haces despierta tan temprano?

Se sentía extraño poder entablar una conversación tranquila con él. Las grietas en su vínculo eran tan visibles que la incomodidad no podía ser omitida.

—Verás… necesito pedirte un favor —inició diciendo y se ubicó en la silla disponible al lado de Nicolás—. ¿Recuerdas a la señorita Carpenter?

La frente del hombre se arrugó, indicando que no comprendía el porqué de la pregunta.

—¿La mejor amiga de tu madre?

La única señorita Carpenter que había conocido, fue mejor amiga de su primera esposa por muchos años y frecuentaba su hogar de manera constante. Después de la muerte de Lucinda, todo cambió. Genoveva Carpenter visitaba en escasas ocasiones a la familia y cortó por completo el contacto cuando se enteró de que Nicolás se casó con Winnie. Probablemente sintió como traición que el esposo de su amiga rehiciera su vida y pensó que no encajaba más allí. A fin de cuentas, con una nueva señora en la casa, los lazos del pasado debían ser anulados.

—Eso creo, ¿Ella es trabajadora social?

—¿Por qué quieres saberlo?

Reflexionó para sí misma si debía o no contarle todo. No tenían la confianza suficiente para dialogar sobre sus vidas y esperar recibir algún tipo de consejo. Prefirió hacerle saber lo esencial.

—Un amigo necesita comunicarse con ella y quería confirmar si se trataba de la misma persona.

—Oh bueno, no creo que hayan muchas señoritas Carpenter en la ciudad que sean trabajadoras sociales, así que debe ser ella.

—De acuerdo. —Se puso de pie rápidamente y se dirigió a las escaleras—. Gracias —alzó la voz, perdiéndose del radar visual de su padre antes de que le hablara más.

Ahora debía ducharse y llamar a Logan. No permitiría que Annie viviera la experiencia de un orfanato y ambos harían todo lo que estuviera en sus manos para evitarlo.

Media hora después, en lo que consideraba tiempo récord, la bocina de una motocicleta resonó en el exterior de su casa y se asomó por la ventana para ver de quién provenía el sonido. Siendo las siete de la mañana, en la vivienda todos continuaban en sus dormitorios y Mechi era la única que se podía ver limpiando el jardín. Se sorprendió al observar que el conductor del vehículo de dos ruedas era Benedetti.

Abrió la puerta y no esperó que él se le acercara, sino que continuó su camino hasta llegar a su encuentro.

Lo recorrió con la mirada y luego a la moto, pasando su mano sobre cada parte de ella.

—¿Ahora te dedicas al motocross? —cuestionó de manera burlona, con su mano puesta aun sobre la motocicleta.

—Será mi nuevo medio de transporte desde ahora, así que acostúmbrate, chica cielo
—respondió con simpleza el chico, notando la mirada fisgona de Mechi a una distancia prudente.

—¿Qué? —sus cejas se arquearon con incredulidad.

Él no tenía el dinero para comprarse una motocicleta de ese calibre. No tenía que ser una experta en eso para saberlo.

—No me la he robado, si es lo que te preocupa.

—No, yo sé que no eres un ladrón.




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