Cuando las damas toman café

Capítulo 2: Un reconocimiento

Cuando me ví en la cocina de la mansión, por un momento pensé que estabas soñando, nunca pensé que realmente una sola oración de Tanya convencería a mi tío.

Realmente era igual de lujosa que el resto de la casa, era el doble de grande de mi antigua habitación, solo que aunque bien ventilada, había un fuerte olor a especias.

El personal no me estaba mirando con buenos ojos, e incluso la criada cuando me guío hasta aquí dijo algo como:"asegúrese de no hacer explotar nada" o algo así.

Sin embargo, con los dos paquetes de café que tenía en mis manos y la cafetera, que a lo sumo daba cinco tazas si no las llenaba hasta arriba, no me importaba que el chef me mirara como si fuera una alimaña corriendo por la cocina o las muchachas que pelan papas al fondo murmuraran cada vez que las volteara ver.

Tampoco había mucho que hacer, los granos molidos que traje eran de tueste medio, que aunque conserva cierta acidez natural del café, es fácil notar se empiezan a sentir otros sabores, como notas de caramelo y frutos seco dentro de la amplia gama de tintes que dan al paladar.

No habían sido tostados de forma uniforme porque no soy ninguna experta en este arte, pero antes de venir a la capital pasé horas intentando obtener un polvo decente sin echar a perder los pocos granos de buena calidad que pude obtener.

Llené de agua el recipiente de agua y coloqué el filtro con los granos de café y bueno, encendí la hornilla y solo quedó esperar los cinco o siete minutos que iba a tardar en colar.

—Ah... disculpe, dama...—me llamó una muchacha que pelaba papas al fondo.—¿Está segura que no va a explotar?

Cuando miré su cara pálida y la expresión de susto de los demás, parecían estar bastante convencidos de que iba a haber una explosión en la cocina.

—Ah, bueno, es normal que haga ese ruido de burbujeo cuando está colando.

La chica, una niña de grandes ojos avellana y nariz salpicada de pecas, parecía suspirar de alivio cuando me dije que era normal.

Los demás, no parecían muy convencidos de mi explicación.

En especial el chef, un hombre con cabello rubio salpicado de canas y cuerpo regordete de unos cincuenta años, me miraba con expresión de disgusto. Parecía querer sacarme cuanto antes de su territorio

—En mis tiempos, la cocina solo era para preparar comida y no esos mejunjes.

Realmente quería preguntarte qué diablos era un mejunje, pero cuando sentí el aroma fuerte y cautivador del café supe que ya la cafetera había terminado de hacer su trabajo.
La quité del fuego y me apresuré a tomar una taza solitaria que parecía ser de un juego viejo de te.

Era justo lo que esperaba, no es totalmente ácido ni amargo, con sabores refinados para el paladar de forma medianamente decente.

No era el mejor pero para la forma totalmente rudimentaria en la que había preparado los granos, esto es lo mejor que podía esperar.

—¿Alguien quiere probarlo?—pregunté alegremente al ver que todo el mundo me estaba mirando.

Quisiera decir que me respondieron al menos, pero el chef me dió la espalda y el personal siguió haciendo su trabajo como si no hubiera preguntado.

¿En serio no puede apreciar el buen olor y presencia de un buen café?

Dejé caer mis hombros, sintiéndome abatida, pero rápidamente lo borré de mi mente.
Para mí tío, simplemente iba a servir el café solo, llevando el recipiente de azúcar para que se eche a su gusto.

En cuanto a Tanya y mi tía, odian los sabores demasiado intensos y prefieren cosas más suaves para el paladar.

Entonces, miré alrededor y sin preguntar tomé unas tazas más grandes, más o menos de 90 ml para llenar la mitad de leche caliente y la otra de café recién hecho.

Unos bizcochos que normalmente se usarían para acompañar el té junto con las tazas quedó organizada para ser llevada frente a sus degustantes.

—Oiga, señorita...—llamó la misma muchacha que me había hablado antes.—¿Quiere que lleve yo la bandeja?

—Oh, no te preocupes, puedo llevarla yo misma.—dije mientras me encogía de hombros.—No tienes que tratarme como una verdadera señorita, en casa solía ocuparme de estás cosas.

Rechacé cortésmente porque no quería ocupar un lugar que en realidad, no me correspondía.
Además, si era falsa amabilidad, prefería no recibirla en primer lugar, no podía aceptar favores que luego no tendría el poder de retribuir.

—Bueno, es que realmente me pareció que tenía buen olor...—dijo en un susurro tan bajo y adorable que me hizo reír.—Sé que ya lo ofreció y no dije nada, pero aún me gustaría probarlo.

Cuando ví las mejillas rojas de la niña, que a ojo le echaba unos trece o catorce recién cumplidos, decidí susurrarle también al oído.

—Entonces, si lo llevas por mí, puedes compartir luego una taza conmigo.—dije mientras le guiñaba el ojo.

Fui lo suficientemente consciente como para darme cuenta de que no quería que sus compañeros supieran que quería probarlo, así que dejé que la chica se fuera antes con una bonita sonrisa brillante y fingí servir otra taza de leche y café para mí.

—Tengo que preguntarle su nombre después.—dije para mí misma.

Y sin darme cuenta, me fui a encontrarme con mis tíos con la taza en la mano y ojos brillantes de la cocina.

Quizás así de bien se siente cuando aunque sea una persona reconoce que algo que hiciste vale la pena...

****

—Entonces, dices que este líquido se obtiene de los granos de café.

—No exactamente del, grano, sino del polvo mezclado con agua que se ha puesto a hervir.—expliqué mientras observaba la cara de las tres personas en la mesa—Si el grano no se procesa con antelación es imposible obtener ese resultado.

Mi tío miró pensativamente la taza frente a él antes de volver su mirada hacia mí. Parecía que quería que me pusiera nerviosa y en verdad, lo estaba.

Era la primera vez que alguien iba a hacer una crítica real a mi café, pero no por eso iba a apartar la mirada primero.



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En el texto hay: romance, cafe, aristocracia

Editado: 07.04.2025

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