Miré por un momento a Tanya, que se había levantado para saludar y estaba en una posición incómoda en la que se flexionaba profundamente sobre sus rodillas y levantaba las esquinas de su falda.
Durante mis primeros días en la casa fue lo primero que intentaron enseñarme, como saludar a los que están por encima de mí y mantener el status quo.
Comenzaba a hacer el mismo gesto tardíamente. Estás personas eran justamente el tipo que quieres evitar ofender.
—Dama, no es necesario que intente saludar así.—se volteó hacia él pasillo por dónde vino, como si estuviera apurado—Las dos son libres de sentirse cómodas, se le suministrará un tentempié a la señorita mientras espera aquí sentada y una vez terminen el protocolo con las damas de compañía pasarán a acompañarla.
Mi prima solo en ese momento volvió a su postura perfectamente erecta y se sentó, una vez que lo hizo el que ser el asistente o secretario de Víctor me indicó que caminara etrás suyo.
Era un hombre joven, entre los veinte y los treinta que no debía superar a la estatura promedio. Parecía ser noble, lo que me dejaba cierra sensación de incomodidad por la cantidad de reglas que había para tratarlos.
Además de eso, tenía una impresión relativamente amable, el cabello castaño estaba echado hacia atrás "como si una vaca le hubiera pasado la lengua", es lo que mi padre diría si viera ese afán tan evidente de que no se escape ni un pelo. Los ojos caídos de un suave color azul tenían marcas permanentes de juntar las cejas, al parecer se estresa mucho.
El pasillo más que una iluminación tenue y un par de retratos, no tenía mucha decoración, ni siquiera alfombra.
Una vez frente a la puerta de su jefe, me indicó que entrara, pero antes tenía que hacerle una petición.
—¿Podría traerme el bolso que mi dama de compañía llevaba?
—Vendrá con él si no tiene nada que hayan determinado que no debe llegar al señor Cromwell.
Ya estaba él abriendo la puerta, contrario a su cara que exhudaba una expresión amable parecía ser un poco dominante.
—El único motivo por el que vine hasta aquí es por lo que hay en esa bolsa.—dije mientras lo miraba fijamente.
Una guerra de miradas que solo duró unos segundos, pero al final, fue él quien desvío la mirada primero.
Abrió la puerta en consecuencia, después de anunciar que estaba dentro de retiró y quedé sola con él hombre que, dicho en pocas palabras, podría hundir con un chasquido de sus dedos el imperio de mi tío.
Ese era el tipo de poder que tenía Víctor Cromwell dentro del vertiginoso surgimiento de los burgueses.
—Es un gusto verla de nuevo, señorita Campbell, es increíble como pasó de tenerme cierta repulsión a buscarme con la mirada en pocas semanas.
—Supongo que no menos increíble es que sepa mi nombre, apellido y aparentemente mi situación en casa sin habernos presentado formalmente, señor Cromwell.
La sonrisa de Víctor, evidentemente falsa, se había desvanecido para ese punto.
Su expresión seria combinaba muy bien con sus ojos grises, pero había cierta sensación de insatisfacción por no poder tener el control de la situación en su completo poder.
—No tengo reparos en aprender todo lo que pueda de las cosas que me interesan, ¿no le sucede eso a usted también?
Pensé en rebatir de nuevo lo que estaba diciendo, pero en su lugar reflexioné si era conveniente seguirle el juego.
Este hombre no necesitaba relacionarse conmigo, tenía lo mejor de ambos mundos y genuinamente, sentía un poco de envidia porque lo tuvo más fácil que yo.
En lugar de buscarle las cosquillas, era mejor tratar de llevarse bien y darle lo quiere hasta cierto punto.
Entonces, sonreí lo mejor que pude, tratando de recordar los días en que me pasaba horas en la cocina con mamá preparando postres para que papá comiera con una humeante taza de café fuerte recién preparado en el ibrik.
Era la sonrisa mas dulce que le podía dar a nadie, el recuerdo los buenos momentos con mamá y papá antes de que ella muriera, de que él tuviera el accidente que me lo quitó.
—Podríamos tener entonces mucho en común, mi lord.—sentía mis labios curvarse lentamente.
Él me miró sorprendido por un momento, y también sonrió, no una afilada sonrisa de negocios, sino una que contenía más emoción que no estaba segura que podría definir, y se echó a a reír.
—Siéntese frente a mí señorita, tenemos mucho de que hablar.
—Antes que nada, tengo una pregunta para usted.
Lo miré atentamente, sintiendo que debajo de esos lentes me estaba mirando como un gato mira a un raton.
Suspiré al ver que incluso jugaba con sus dedos tocando el escritorio, dándome cuenta de que no tenía como prever el resultado de mis palabras.
—¿Qué desea de mí, una huérfana de campo, que no sabe comportarse y ya apenas apareció en el ojo público ya hizo un escándalo?
—...Es un buena pregunta, pero la respuesta es más banal de lo que usted podría pensar.—dijo mientras se ponía de pie con dificultad antes de alcanzar su bastón.—Quiero joder a cada rama de la familia Cromwell hasta que se arrodillen y pidan limosna frente al emperador para que no le quiten el título. Y usted, Hilda Campbell, es perfecta para el trabajo.
—¿Yo?—dije señalándome a mi misma con incredulidad.
—Bueno, si, usted.—dijo mientras caminaba a mi alrededor, haciendo ruido a posta mientras cojeaba.—Puedo darle financiamiento y apoyo de cualquier índole, comercial por supuesto, estoy dispuesto a cambiar algún que otro termino si usted está dispuesto a aceptar el contrato.
—...¿Cómo puede decir que va a invertir en un negocio del que solo oyó hablar en una pelea en un restaurante.?
—Ah...¿Cuándo dije que lo oí en un restaurante?—dijo mientras se encogía de hombros apoyándose en el bastón.—Un hombre de negocios tiene que tener información precisa de la situación de sus rivales, eso incluye la vida privada.
Se me heló la sangre al darme cuenta de lo que estaba sugiriendo este hombre, parecía muy probable que hubiera infiltrados en la casa de mi tío.
Y lo peor, ni siquiera tenía que impresionarlo, aunque hiciera una absoluta basura lo tomaría y lo haría algo grande con tal de usarme para conseguir lo que quiere.