Cuando las Estrellas Dejen de Brillar

Capítulo 17

Capítulo 17—Hasta que las estrellas dejen de brillar.

Two, Sleeping At Last.

Trist me condujo a una habitación casi al final del pasillo. La puerta, a diferencia de las demás, estaba pintada por completo. La noche estrellada de Vincent van Gogh abarcaba toda la extensión de la madera. Era preciosa. Los tonos azulados era casi exactos a los que había visto en la pintura, al igual que los demás colores, y los detalles que había en ella me hizo pensar que, quien sea que lo haya hecho, se había tomado su tiempo en pintarlo.

—Mi madre lo pintó cuando tenía mi edad.

Lo miré. No podía descifrar nada de su tono.

—Es precioso, Trist. Tu madre realmente tiene talento.

Él asintió una vez antes de tomar la manija entre sus dedos, sin embargo, no abrió la puerta. Trist se quedó ahí, sin hacer nada, respirando profundamente. Sus hombros rígidos, su mandíbula tensa y sus ojos rojos me hicieron saber que algo estaba mal. No le pregunté nada y esperé paciente a su lado, por dentro sabía que le iba a costar entrar en esa habitación donde seguramente todas las pinturas de su madre se encontraban.

Como había dicho antes, yo ya sabía qué había ocurrido, solo me había hecho sumar dos más dos para intuirlo, pero no quería aceptarlo y mucho menos hablar de eso con él. No estaba preparada para mirar la tristeza cruda que sabía iba a empeñar el brillo de sus ojos en cuanto me lo dijera. Actué como si nada, como si yo no supiera la verdad. Lo hice por él más que nada. No quería que sufriera. No quería que recordara todo. No quería verlo llorar.

Segundos después, él abrió la puerta.

Habría hecho lo que sea con tal de no ver esa mirada en él de nuevo. Esa mirada llena de lágrimas no derramadas y un dolor que sentí como si fuera mío. En ese momento me di cuenta de que yo estaba más que dispuesta a ocupar su lugar si eso significaba que él dejara de sufrir. Y yo sabía que él haría lo mismo por mí. Me asustó ese pensamiento. Me aterró. Y eso solo había sido una pequeña pista de lo profundos que serían nuestros sentimientos por el otro en un futuro.

Recordar aquello me hace pensar en lo raro que es que dos personas sin conocerse del todo sean capaces de confiar en la otra con los ojos cerrados. Es como si supieran que, a pesar de no saberlo todo del otro, no se dejarían caer por nada del mundo.

Trist se quedó congelado bajo el marco de la puerta, mirando cada hermoso y único cuadro que había ahí dentro. Pero yo no puse demasiada atención a eso, yo estaba muy concentrada en la mirada cristalina de Trist. Tomé aire antes de colocar mi mano sobre la suya. Entrelacé nuestros dedos, y solo por esos momentos ignoré la sensación que corrió mi cuerpo.

Trist no me miró, tragó saliva y apretó mi mano con fuerza, podía sentir la suya temblando sobre la mía. Caminé a su lado y recargué mi cabeza de su brazo, de alguna manera quise hacerle saber que no estaba solo y que conmigo ya nunca lo estaría. Exhaló un suspiro tembloroso antes de bajar la mirada hacia mí. No hizo falta que dijera nada, con mi mirada él se dio cuenta de que yo ya sabía.

—Podemos venir otro día, ni siquiera tenemos que…

—No— dijo firme con la voz sumamente ronca, como si un enorme nudo de emociones atascado en su garganta le impidiera hablar.

No dije nada y solo asentí. Miré al interior de la habitación mientras que acariciaba su mano con mi pulgar. La habitación oscura estaba llena de cuadros de diferentes tamaños, todos con un paisaje distinto. Era simplemente hermoso. Los detalles que lograba ver desde donde me encontraba eran muy buenos, era evidente que su madre había cuidado cada detalle de los paisajes.

Sonreí sin poder evitarlo. La madre de Trist había capturado paisajes con pintura, e incluso emociones. Podía percibir la paz que cada pintura emanaba.

El primer paso lo dio Trist, y yo le seguí. Al entrar me di cuenta de lo limpia que la habitación estaba, incluso podía percibir el aroma a los productos químicos que suponía se usó para limpiar el suelo. Me di cuenta de que seguramente Amelia no había descuidado de esa habitación y de esas pinturas.

Miré a Trist, quien observaba la habitación con detenimiento, sus ojos se habían llenado de lágrimas ante la vista de las pinturas de su madre.

—¿Puedo verlas? —pregunté en un susurro, señalando con la cabeza las pinturas.

Trist no despegó la vista de las pinturas, por lo que solo asintió. Sabía que necesitaba un tiempo a solas, así que le solté la mano y caminé por toda la habitación. Caminé entre bosques cubiertos de nieve, montañas altas debajo de un amanecer, mares con atardeceres de diferentes tonos anaranjados y… el lago.

No hizo falta que lo mirara dos veces. Sabía que ese era el lago que había visitado semanas atrás.

En la pintura, el lago no estaba congelado y los pinos no estaban cubiertos de nieve. Parecía una tarde de verano calurosa, el sol en alto reflejando la gran sombra de la montaña sobre el agua clara del lago. Podía ver diferentes animales allí, como ardillas, pájaros y un venado escondido entre los troncos de los pinos. Todo era sumamente hermoso, pero no fueron los increíbles detalles, los colores o la impresionante manera en que la madre de Trist plasmó toda esa imagen en un lienzo lo que captó por completo mi atención, sino la familia sentada sobre el césped que lucía feliz.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.