Pequeña, tonta, dolida, usada... tantas palabras podían describirme en ese momento.
A veces la vida te da golpes, siempre en lugares distintos. Pero todos, en algún punto, duelen.
Es increíble cómo puedes estar completamente bien un segundo y al otro sentir los pedazos de tus emociones caer en fila. Romperte por la sorpresa, el ¿cómo ocurrió esto? Atravesar tus pensamientos.
A mí me ha golpeado muy poco. La muerte de nana, la vez que papá me dijo que no volvería...
Y este día.
Esta noche, siendo un poco más específica.
—¿Te he herido?
Las risas no se hacen esperar ante sus palabras. Yo lo observo a los ojos mientras mi mente repite una y otra vez lo que había dicho hace tan solo segundos.
"Has caído en mi trampa"
No puedo seguir, el dolor aparece tan rápido como el entendimiento.
Solo ha jugado conmigo.
Se burló de mí con sus amigos.
—Vamos, muñeca. No tienes por qué sentirte mal. —habla otro a la distancia—. Era de esperarse.
—Cállate, Don —sisea él, Nathan, pero con sus ojos fijos en los míos. Me está volviendo loca—. ¿No dirás nada? —ríe—. Espera, ¿es que de verdad creíste que me sentía atraído... por ti?
Un nudo aparece de pronto en mi pecho mientras la burla cae sobre mí. Sus palabras haciendo filo, las de ese momento y las del pasado.
Todo lo que me había dicho.
Todo lo que había creído.
Me siento una completa imbécil.
—¡Llora, vamos! Será divertido —esta vez escucho una voz de mujer—. Tengo la cámara lista. Ya es hora.
—No lo hará —habla él de nuevo—. Cree que haciéndose la fuerte cambiará las cosas.
Quiero irme. Huir de su burla. Alejarme de todos ellos
Pero mis piernas solo no reaccionan.
Él se acerca con pequeños pasos. Mi respiración se acelera, pero no por su presencia, si no por las ganas de llorar que he estado tratando de reprimir.
—Oh, June. Dulce e ingenua, June. ¿Qué estás esperando?
No entiendo a lo que se refiere. Tal vez es que no he empezado a llorar aún para poder grabarme y burlarse mejor. O también porque sigo aquí de pie, sin reaccionar.
No lo sé, solo quiero...
Yo quiero... golpearlo.
Todos se detienen. Las risas, los murmullos, hasta algunas personas en la lejanía paran a observar la escena en cuanto golpeo mi puño contra la mejilla de Nathan, haciéndole perder el equilibrio.
Siento la vista borrosa, tal vez las lágrimas ya han aparecido y ellos por fin tienen lo que tanto querían desde un principio. Pero ya no graban, ya no se mueven, ni siquiera parecen respirar.
Están todos a la expectativa de lo que sea que esté por hacer Nathan en respuesta a mi golpiza.
Él, con la respiración notablemente agitada, lleva, de una manera lenta y tortuosa, la mano a su mejilla. Parece en shock. No se lo esperaba.
No de mí.
Yo tampoco, a decir verdad.
—¿Me has pegado?
Sigo sin decir una palabra, no puedo hacerlo. No me atrevo a abrir la boca, mucho menos al verlo tan furioso como en este momento.
Parece que está por echar humo de las orejas.
Y yo... a pesar del miedo que estoy empezando a sentir. Una clase de gusto llena mi estómago.
Se lo merecía.
Pero aún las lágrimas están manchando mi cara.
Una risa, su risa. Se está riendo. Pero no con esa que me encantaba escuchar, esa melodiosa y llena de alegría.
No, esta es una risa aterradora.
—Me has golpeado. —repite.
Por instinto, doy un paso atrás. Por lo menos no hay nadie a mi espalda, más que el agua.
Aún mi mano está formando un puño. Mis nudillos duelen un poco pero trato de pensar lo menos posible en ello.
Es imposible, lo que está pasando... siento como si un camión lleno de agua fría me hubiera caído encima. Estoy dolida, arrepentida de haberme abierto a él.
Pude haberme enamorado.
Por suerte, no. No llegué a hacerlo. Era nada más que esa atracción que sentías hacia una persona, ese sentimiento de inquietud cuando lo tenías cerca, el estómago revuelto cuando lo escuchabas hablar.
Sí, emociones fuertes, pero no era amor. No llegó a ese extremo.
Aun así me duele.
Esto ha sido una traición. Tan devastadora como si me lo hubiera hecho alguien a quien amaba.
Yo lo quería. Estaba feliz con él.
Pero no fueron más que palabras de su parte.
Es una razón por la cual aún no he dicho nada, a pesar del dolor no sé qué hacer al respecto, qué decir, qué mostrar.
Solo siento las lágrimas correr por mis mejillas.
Nathan vuelve a acercarse, pero no me toca. Creo que porque hay muchas personas con cámaras a nuestro alrededor, no se arriesgaría. Aunque no sé si podría ser capaz de levantarle la mano a alguien.
—Qué tonta eres, June —habla, pero no lo observo, solo al suelo, a la tierra arenosa—. ¿Pegarme? O no... ten mucho cuidado con esa pequeña mano, June.
Estoy odiando la manera en la que está diciendo mi nombre.
—¿Qué podrías hacerme? —me escucho decir.
—¡Mira! ¡Pero si has hablado! —cambia su expresión tan rápido que me da escalofríos. Jamás había conocido esta parte de él—. Por un momento llegué a pensar que te habías quedado muda.
—¡Tal vez sería lo mejor! —grita alguien, pero no puedo reconocer el origen.
—Idiota. —mascullo.
—Pero si te encanta este idiota —ronronea, dándome ganas de vomitar.
De un acto milagroso tomo el valor de dar unos cuantos pasos a la derecha, para alejarme de una vez por todas. Pero dos chicos, que reconozco por pasárselas tras Nathan, me impiden el paso.
—¡Me quiero ir!
—Lo siento, preciosa. Pero aún es muy pronto.
Observo a Nathan, quien sonríe de la misma forma que antes. Así solo parece al chico de siempre, al que conocí. No a este patán.
Gracias al aire frío de la noche siento mis lágrimas secas, no puede importarme menos. Tampoco las cámaras grabándolo todo, ni los que husmean en la distancia.