Cuando las palabras ya no dejen heridas

Capítulo 03

La catástrofe del peor primer día de clases de la vida.

—No olviden inscribirse a los clubes extra cátedras, quienes abrirán sus cupos a las nueve. —habla el profesor de historia, Korzon. Pero nadie parece prestarle atención por la carrera que hacen al tratar de llegar primero a la puerta de salida.

Clau también ha huido del salón a toda marcha, creo que me dijo la razón pero no le presté atención ya que todo en mí está más pendiente de lanzarle miradas asesinas a Nathan, quien había notado mi presencia pocos segundos después de empezar con la clase.

Solo quedamos como tres personas en el salón, además del profesor, quien yace en su escritorio obviando nuestra presencia. Yo hago lo mismo con el resto mientras me dispongo a guardar en mi mochila un par de cosas que había sacado por nada.

Veo al chico nuevo, al que aún no tengo ni la menor idea de su nombre ya que solo se dispuso a prestar atención a la clase de el profesor Korzon. Aunque no se trató más que de una charla de que era nuestro último año en la institución y de los planes que teníamos para el futuro, o algo así. La verdad no pude estar muy atenta gracias idiota de metro ochenta llamado Nathan Hart.

En fin.

Veo al chico caminar al escritorio del profesor y empezar a hablar con él, no me detengo mucho tiempo para averiguar qué dice, y la verdad es que no me importa. Solo quiero salir de aquí de una vez por todas.

Eso hago, con toda la fe del mundo de no cruzarme a nadie indeseado, camino por los enormes pasillos del lugar, tratando de obviar la presencia de un par de personas a mi alrededor. ¿Dónde estará Clau… o Natele? Suspiro, dándome cuenta que este será un día largo.

Sigo caminando mientras escucho un par de murmullos, tengo la leve y horrible sensación que son sobre mí, aunque solo espero que no sean más que paranoias.

—¡June, June! —grita alguien, haciendo que pare en seco mientras cierro los ojos con toda la fuerza posible—. ¿Ya aprendiste algo sobre la confianza?

Apreto mis dientes, buscando un poco de calma. Pero no me doy vuelta.

—Apuesto que es tan tonta que si Nathan le pide regresar, acepta enseguida —brama otra voz.

—Debe de estar muy falta de cariño por alguien —escucho la que creo que es la primera voz—. Tal vez yo pueda ayudar en eso.

Risas, hay risas. Se rien de mí.

—¡Cuidado! Es una botella de cristal, la puedes hacer llorar.

Vuelven a reír, esta vez con más fuerza. No me muevo por unos segundos, trago el nudo en mi garganta y sigo mi camino, solo que con una pequeña desviación.

—¡De verdad creyó que Nathan se fijaría en alguien como ella! —habla una voz a la distancia—. Qué graciosa es.

Doblo la esquina y me escondo tras un pequeño muro, uno que ya estaba empezando a extrañar.

Generalmente me escondía aquí cuando no quería que August me encontrara. La pared es lo suficientemente grande como para cubrir las tres esquinas, y tiene otra pequeña pared que sobresale en la cuarta. Logrando así que solo sea un pequeño lugar para ahogar mis penas.

Parece que la necesitaré mucho este año.

Dejo mi espalda caer en una de las paredes mientras busco inhalar un poco de aire. Mi vista se empaña, pero trato de calmarme. Pronto sonará la campana para empezar la próxima clase y lo menos que quiero es verme mocosa frente a todos ellos.

—Oye…

Escucho una voz, es masculina. Está cerca de mi escondite, pero dudo mucho que sea a mí a quien se refiera.

Lo dudo hasta que…

—No tienes por qué sentirme mal por estar así. Escuché lo que te dijeron y… —escucho un suspiro, lo más probable es que proveniente de él—. Sí se pasaron, y mucho.

No digo nada, ni siquiera me muevo. ¿Quién demonios es y por qué me está hablando? Siento desconfianza, es seguro.

—Sé que estás ahí, ¿sabes? Te vi entrar. —vuelve a hablar—. Pero entiendo que no quieras decirme nada. No me conoces, ni siquiera debes de saber quién soy. Solo quería que supieras que no tienes por qué prestarles atención.

—Es muy fácil para ti decirlo —me escucho decir, y me doy un par de golpes mentales por ser tan boba.

—Sí… mira, no sé qué pasó para que llegaran a tratarte así, si hiciste algo o no… no es de mi incumbencia —¿No lo sabe? Lo dudo mucho—. Pero quiero que sepas que esto va a pasar.

—¿Qué demonios sabes tú de eso?

Una pequeña risa llega hasta mis oídos.

—Creeme, sé más de lo que aparento.

No digo nada. Solo quiero que se vaya y pueda dejarme sola de una vez. Pero no lo hace.

—Vamos, anímate. Nadie merece estar triste en un día tan soledado como este.

—No estoy triste —comento a la defensiva, aunque no es verdad.

—Eso espero, porque hay mucho por lo que disfrutar hoy. ¿Entrarás a algún club? Espero que sí, he oído que son divertidos.

¿Por qué está intentando tener una conversación conmigo?

Además, ¿quién demonios es?

Quiero asomarme nada más que para ver su cara, pero no me atrevo. Su voz… tal vez con ella me pueda hacer una idea, es muy varonil.

Y hasta podría decir que… extrañamente encantadora.

—Sí, lo haré.

—Eso es genial. —hay un leve silencio en los que solo espero que vuelva a hablar, y no sé por qué razón, pero quiero seguirlo escuchando—. ¿Sabes? Han pasado un par de personas echándome una que otra mirada rara, debe de pensar que estoy loco por hablar solo con una pared.

Tal vez sí lo esté, pero porque está hablando conmigo.

—No se aleja mucho a la realidad.

Vuelve a reír, y me encuentro encantada escuchando su risa varonil.

El problema hormonal de Clau me está afectando.

—Vaya, no lo creo —entonces la campana suena, indicando ya es hora de partir a nuestras aulas. Lo escucho suspirar—. Fue una buena charla, espero tener otra igual. Aunque espero que la próxima no esté una pared entre nosotros.

No digo nada, pero él vuelve a hablar.

—Fue todo un placer, June.




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