Cuando las palabras ya no dejen heridas

Capítulo 04

La resignación a estar en un club en que no quiero estar...

...Y la voz.

Al final no puede ser tan malo, puede que incluso me guste y las personas en él sean agradables. Puede que hasta aprenda de verdad a tocar algo y se vuelva un hobby.

Son cosas que no paro de repetirme.

Natele no tenía intenciones de entrar a ninguno, pero luego de hablar con Zachar, sabría Dios de qué, terminó uniéndose junto a mí al club de música.

Porque claro, entre música y el de ajedrez, ella jamás elegiría el segundo.

Así que sí, mañana a las ocho tenemos que ir al club para afirmar nuestra inscripción, y también para hablar un poco de lo que sería este año y todo esas cosas que hacen siempre.

Estoy en casa, tirada en cama mientras pienso en todo lo que ocurrió hoy. En todo lo que ocurrirá a continuación.

Vomitaré, de eso estoy segura.

Me he estado quejando desde que mi cara cayó sobre el colchón. Sabía que este año sería difícil, pero tampoco creí que tanto.

Sabía que habrían personas que se burlarían de mí aún, lo sabía. Una parte de mí fue demasiado ingenua para creer lo contrario.

«—Vamos, anímate. Nadie merece estar triste en un día tan soleado como este»

Desde que llegué a casa también he estado pensando mucho en esa persona, ese que me habló cuando yo estaba en mi escondite. ¿Quién podría ser?

Me estoy molestando mucho en pensar en ello, no conozco a toda la institución, fácilmente podría haber sido de algún grado menor. O hasta de mi grado. ¿Compartíamos clase entonces?

Estoy segura de jamás haber escuchado su voz antes, y que el sonido de ella quedará en mi mente por mucho, mucho tiempo.

Niego, son pensamientos absurdos.

Tal vez sí estoy un poco falta de cariño... como dijeron esos chicos.

Volteo y me encuentro con el espejo, dejando ver mi completa figura. Mi cabello color vino llegando hasta mis hombros, el demasiado pálido color de mi piel, mis ojos cafés, mi nariz recta y aburrida. Llevo mis ojos a la contextura demasiado delgada de mis brazos, la increíble y algo notable falta de pechos y mi cintura poco forme, baja a mis piernas, largas y apenas rellenas.

Nathan tuvo razón esa noche. Nadie podría interesarse en mí. Soy aburrida y desaliñada. Poco sociable y con un aspecto del demonio. Tengo un físico que da pena y problemas en muchos temas. ¿Quién podría interesarse en mí?

—¡June, baja a comer!

Suelto un suspiro, no sé si ha sido de desagrado, gracias a mi hermano, o de resignación.

Me obligo a despegar mi vista del espejo y bajar antes que August me saque a patadas de la habitación.

Camino con pasos cansados, masajeo mi cabeza mientras bajo las escaleras y escucho la voz de mi hermano haciendo una melodía agradable. No tiene una voz prestigiosa, pero es aceptable.

Tomo asiento mientras el finge estar en un musical, poniendo los platos mientras se mueve animadamente de un lado a otro, tarareando una canción que no reconozco.

Cuando por fin termina, veo que ha preparado huevos revueltos con pan. Sí, su especialidad no es la cocina pero insiste en hacerlo mientras yo me mantengo en mi habitación. Creo que ya dije que era demasiado sobreprotector conmigo.

He insistido muchas veces con que tengo mejor experiencia en el campo pero el solo niega y me saca de la cocina con regaños. Generalmente termina quemando la comida y tenemos que pedir a delivery, son pequeños los casos en los que no comemos algo callejero.

Eso es en la cena. En el desayuno siempre prepara algo bastante fácil y ligero y no tiene problemas, y a la hora de almuerzo, por lo general, ninguno de los dos come aquí. A veces vamos a casa de Gilbert, mi abuela, madre de mi madre, quien vive a unas calles. Otras veces yo almuerzo en casa de Clau, o hasta de Natale. La comida... no es preocupación para nosotros.

—¿Mamá ha llamado? —le pregunto a August al dar el primer bocado a mi comida.

Él asiente, haciendo lo mismo que yo.

—Sí, dijo que estaría viniendo en un mes o tal vez antes.

Mamá trabaja en un crucero, viaja por el mundo a través del mar y muy pocas veces tiene tiempo para visitarnos. No me molesta, me he acostumbrado a su ausencia.

Solo con mi hermano y yo.

No la he visto desde mucho antes que el vídeo recorriera las redes, no la he tenido frente a mí para abrazarla y llorar por horas.

No lo he hecho con nadie, en realidad.

—¿Cómo te fue hoy? —escucho su pregunta y recuerdo todo lo que pasó en el día.

—Bien —miento—. Aunque no pude entrar al club de literatura.

—Ese era al que todos los años te inscribías ¿no? —yo asiento—. ¿Te incribiste en algún otro?

—Música —susurro, pero estoy más que segura de que él lo ha escuchado perfectamente.

El que no diga nada me sorprende, así que lo observo y me doy cuenta entonces que se ha quedado paralizado, viéndome con los ojos entreabiertos.

—¿Tú? ¿En un club de música?

—Lo sé —me lamento—. Pero necesitaba entrar a alguna y era ese o el club de ajedrez y...

No me da tiempo de decir mucho más porque la carcajada de mi hermano me sobresalta. Haciéndome juntar mis cejas.

—¿Se puede saber qué es tan gracioso?

—Es que estoy tratando de imaginarte a ti con algún instrumento, pero me es imposible.

No digo nada, solo hago una mueca y devuelvo mi vista al plato.

Hace un mes ese comentario no me hubiera ocasionado tantas emociones como ahora.

August parece darse cuenta porque trata de remediarlo enseguida.

—Es decir, no es porque no puedas hacerlo, June... es solo...

—Que soy un ridículo desastre en todo, ¿no es así? —suelto sin pensar.

Veo de reojo la mirada extraña que me dirige.

—No. No dije eso —niega, pero no digo nada, no me dispongo a más que a seguir comiendo—. Últimamente te has comportado diferente, no eres así.




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