Cuando las palabras ya no dejen heridas

Capítulo 08

Muy pocas veces (por no decir que nunca) las cosas pasan como quiero, gracias a ello, aprendí lo que es el resignarme.

No, me niego, no lo haré. Terminaré con esto del club de una vez por todas.

Esta ha sido la gota que colmó el vaso.

¡¿Cómo que tengo que pasar dos malditas horas al lado de Bradley Elliat?! ¡NO!

Dos malditas horas cada cinco malditos días. Voy a llorar, eso hay que darlo por hecho.

—¿Seguro que sabes tocar?

Ese ha sido Gabdel, un chico de segundo curso que también ha elegido la guitarra como instrumento, y ahora está con otros cuatro chicos —incluyendonos, lamentablemente, a Bradley y a mí—, en un pequeño círculo con una guitarra cada uno.

Sí, lamentablemente tengo una guitarra sobre mi pierna, es un poco incómodo, a decir verdad.

Y sí, sé que también he dicho que estaba harta pero… vamos, no estoy segura si necesitaré de esos puntos extras en el futuro, no puedo arriesgarme a bajar de promedio.

Gabdel se dirige a Bradley ya que no lo ha visto tocar una sola vez. En realidad, los que tocan son él y una chica que, según escuché, su nombre es Lidia. El otro chico —Roman, su nombre—, y yo lo único que hacemos es observar. Bradley, en cambio, había dicho pocas palabras de presentación y le pidió a los que sabían —sus palabras—, que tocaran un poco.

En el momento en que Gabdel formula la pregunta con un tono rezongón, Bradley Elliat sonríe burlonamente y pone sus manos en la guitarra, empezando a mover las cuerdas.

Y vaya que sí lo hace bien.

Por no decir que de maravilla.

Mueve sus manos sin titubear, seguro de sí mismo, con una melodía lenta y que en ocasiones se vuelve rápida. Es fascinante. Y lo hace sin siquiera observar dónde sus dedos pisan, sus ojos verdes manzana siguen fijos en el chico, junto con la sonrisa.

—Sé un poco. —zanja Bradley, algo a lo que Gabdel solo le observa, boquiabierto.

Todo los del círculo lo miramos asombrados. ¿De verdad toca así? Okey, tendré que decirle a Clau que añada algo a su lista de razones para amarlo.

—¿Cuánto tocas? —le pregunta él a Roman, quien sale de su ensimismamiento cuando escucha la voz de Elliat.

—Un poco. —parece no saber cómo empezar cuando agarra el instrumento. Se ve nervioso—. Algo.

—¿Estuviste antes en el club?

—No, es la primera vez —admite el chico—. Pero practiqué un par de veces en casa, papá me ha enseñado, lo hace de vez en cuando. Supongo que es buen maestro.

Genial, y yo que pensaba que no era la única que sabía un comino de guitarra. Ahora viene el chico este y me abandona.

Genial, solo… genial.

Roman toca un poco, parece no saber mucho pero lo hace muy bien, siendo sincera.

A comparación a lo que yo, en realidad, todos lo hacen de maravilla.

—Lo haces bien —admite Bradley—. Un poco de práctica y lo harás genial.

Roman parece esperanzado ante las palabras de Elliat. En cambio, yo estoy empezando a ponerme nerviosa, ahora soy la única a la que no le ha preguntado aún, es decir, que es mi turno.

Pasaré vergüenza ante ellos, demonios.

—Bien, quiero que ustedes tres hagan un grupo mientras yo ayudo un poco a June a estar al corriente.

Espera. ¿Qué?

—¿Qué? —mi perplejidad debe de verse reflejada a kilómetros porque él solo ríe entre dientes.

—Vayan. —pero eso es lo único que dice, ocasionando que los tres chicos no tengan más opción que levantarse y jalar sus sillas hasta quedar a una distancia considerable, formando un círculo entre ellos.

Sigo sin entender qué está ocurriendo. ¿Por qué no me preguntó como a los otros? ¿Por qué quería que estuviéramos los dos… solos?

Diablos.

—Tranquila —escucho su voz, pero yo solo veo a los tres chicos a unos cuantos metros de nosotros, hablando entre ellos—. Sé que no sabes tocar y no quería que pasaras vergüenza admitiendolo. A pesar de que no había nada por lo que pasar vergüenza.

Entonces dejo que mi vista caiga en su rostro, aún con los ojos demasiado abiertos, lo observo. Él también me ve, con la misma mirada profunda de siempre, algo que fácilmente puede ponerme nerviosa.

Pero no lo permito.

O eso creo.

—Ehh… no sé de qué hablas, yo… —bueno, por lo menos lo intento.

—Vi tu expresión cada que uno tocaba —me interrumpe—. Se nota que no sabes nada de esto.

¿Y este quién demonios se cree para decirlo con tal ligereza?

—¿Y cómo estás tan seguro? Puede simplemente que me haya sorprendido porque… de verdad son buenos. —a pesar de que había empezado a hablar con un tono de voz alto, fue bajando poco a poco apenas decía una palabra.

—Como dije, no tienes de qué avergonzarte. Si no sabes nada siempre puedes aprender.

¿Es normal que me caiga tan mal con esas solas palabras?

—Como sea. —susurro, pero estoy segura de que escuchó ya que una pequeña risa sale de sus labios.

—Bien, empecemos con tomar la guitarra adecuadamente. —se levanta de su puesto y da pequeños pasos hasta mí. Ni siquiera pregunta cuando lleva su mano hasta la guitarra en mi pierna y la endereza, poniendo la parte hundida entre ella. Luego toma mi mano izquierda y la lleva hasta las cuerdas de la cosa de arriba, ni idea cómo se llame—. Esta es la forma en que la tomas. Ponte derecha.

Mi mente aún procesa su contacto con mi mano por lo que tarda un poco en captar su orden, al final lo hago, con la vergüenza apoderándose de mí.

—Genial —vuelve a su puesto, dejando el lugar en que tocaba mi mano con un poco de frío—. Ahora entramos a la parte un poco difícil. Las notas. —cuando ve que no digo nada prosigue—: es el sonido que se crea…

—Sé qué son notas, no soy tan ignorante.

Tal vez es la inseguridad que se ha estado apoderando de mí lo que me hace lanzar el comentario. Hay una voz que me dice que solo se está burlando con cada una de sus palabras.

—Todos somos ignorantes en algún sentido.




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