Cuando las palabras ya no dejen heridas

Capítulo 12

¿Es normal el dejá vù que sentí en

todo el rato?

"Él se acercó deliberadamente a su boca mientras esperaba su respuesta. No estaba seguro si sería positiva, a pesar de todo lo que habían pasado no sabía si, en realidad, ella quería lo mismo cuando…"

—¡June!

La fuerza con la que mis ojos se cierran no es tanta comparada a la que uso para dejar caer el libro en cama. Odio cuando soy interrumpida en momentos como estos.

Aun así, salgo de mi habitación y bajo las escaleras. Siento mis hombros pesados mientras mis pies se mueven a la cocina, lugar de donde provino el grito de August.

—¿Qué? —de lejos es notable el malhumor en mí, no voy a ocultarlo cuando me ha interrumpido en pleno momento de lectura.

—Necesito tu ayuda. —pero claro que mi hermano lo menos que puede hacer es prestarme atención.

August parece estar buscando algo en la nevera, o no lo sé, solo ve por encima de ella, las pupilas de sus ojos se mueven de un lado al otro mientras una de sus manos aguarda en su cadera y la otra sobre la puerta del aparato.

—¿Para?

Por fin decide que verme puede ser una buena forma de comunicación y deja caer sus ojos sobre mí.

—Para que me acompañes al supermercado. Quiero hacer hamburguesas, necesito ingredientes.

Siento la rapidez con las que mis cejas se hunden. Mis ojos parpadean veloces mientras mis oídos tratan de procesar la información.

—¿No te bastó con el intento de pizza la otra noche?

—No.

El resignamiento en mi expresión debe de ser bastante visible.

—¿Y me necesitas para? —sigo interrogando, esperando encontrar algo que me diga que tengo opción de quedarme.

—Ser mi carrito de compras —sonríe como un niñito, al dejar salir las palabras de sus labios—. Además, tú serás la que haga la lista de lo que necesitamos.

—¿Necesitamos?

Ahora es él quien bufa.

—Sí, June. Necesitamos. Ahora vístete, nos vamos en diez minutos.

Con el pasar de los años he aprendido que decirle que no a August jamás servirá de nada. Siempre logra hacer lo que quiera, incluso si eso implica arruinar mi día libre.

Así que no pongo más peros y solo camino, con todo el fastidio, a mi habitación. Cambio mi ropa de casa por un suéter de algodón color vino y un pantalón jean de tubo ancho, zapatos blancos deportivos y mi cabello recogido en una coleta.

No tardo en bajar y ver a August con la misma ropa de casa para nada decente.

Él parece darse cuenta de mis pensamientos, porque no tarda en comentar:

—A diferencia de ti, no me importa cómo podría ser visto por nadie.

—Eso dolió. —a pesar del tono gracioso en que ha salido, sí lo estoy diciendo de verdad.

Pero no digo nada más, no quiero volver a pelear al respecto.

August termina abriendo la puerta, sin prestar la más mínima atención a mis palabras. Por lo menos sostiene la puerta y espera a que yo salga.

—Bien, ¿en qué desperdiciarás dinero ahora?

—En el auto hay papel y tinta, tú anota.

🎼

—¿Dónde están los huevos?

—En la sección tres. Te lo dije hace dos minutos.

Odio salir de compras con mi hermano, es demasiado indeciso a la hora de tomar algo, incluso cuando ya tiene una lista de qué comprar.

—Iré por ellos, no me tardo. —con una sonrisa que no sé interpretar, toma el carrito y lo empuja hasta perderse de mi vista, dejándome sola en medio del supermercado.

Lo seguiría pero ahora no tengo muchas ganas de escuchar sus lamentos e indecisiones.

Quisiera tanto estar en casa justo ahora.

Con aburrimiento tomo un paquete de galletas frente a mí, lo observo sin mucha atención, esperando a que August vuelva rápido.

Estoy tan metida en mis pensamientos mientras finjo detallar la bolsa en mis manos, que me sorprendo cuando siento algo fuerte chocar contra mi hombro, ocasionando la caída de las galletas.

Cuando alzo la vista veo a dos chicas de espaldas a mí caminando mientras hablan y ríen entre ellas. Una deja caer sus ojos sobre mí, y empieza a reír y a decirle algo a su amiga, ocasionando que la otra también suelte una gran carcajada mientras siguen su camino.

Las he visto. En Parfalt.

De repente caigo en cuenta de eso. Por un momento he olvidado todo lo que tengo que pasar en la escuela y me he sentido una chica normal. Mala mía.

Rápidamente recojo la bolsa de galletas del suelo y la guardo en su lugar. Meto mis manos en los bolsillos de mi suéter y observo a mi alrededor, esperando encontrar a mi hermano viniendo de regreso.

Pero no está, me encuentro sola.

Mi corazón empieza a palpitar con algo de velocidad, maldigo a mi cerebro por no haber pensado en las consecuencias de poder quedarme sola.

¿Pero es que cómo iba a pensar que también aparecerían aquí?

¿De esto se tratará todo el año escolar?

¿Acaso lo olvidarán para el próximo?

Vamos, no. Me estoy volviendo paranoica. Tan solo fueron esas chicas y ya. No aparecerá todo Parfalt en el supermercado de un momento a otro. Tengo que tranquilizarme, esta perdida de control es estúpida.

Demonios, ¿dónde está August?

Decido que lo mejor será moverme de aquí si quiero encontrar a mi hermano más rápido. Empiezo a dar pasos apresurados para salir del enorme pasillo de una vez por todas, en cuanto lo logro observo a mi alrededor, tratando de localizar su cabellera zanahoria mientras registro por las entradas de cada sección. Nada, no hay nada.

No está.

¿A dónde habrá ido ahora? No es el mejor momento para desaparecer.

Temo que se le haya ocurrido la brillante idea de haber salido sin siquiera avisarme, igual, pudo haber pagado todo y largado sin mí.

De su parte, no me sorprendería.

Así que busco la puerta de salida, sin esperar a que aparezca de la nada ni quedarme más tiempo aquí. Mi corazón ha empezado a palpitar como loco mientras pienso en mil alternativas de su paradero.




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