Cuando las palabras ya no dejen heridas

Capítulo 15

¿De verdad le intereso?
¿Quiere estar conmigo o solo está mintiendo?
¿Puedo confiar en él?

—Diez.

Dejo que mi espalda choque contra la silla mientras escucho a Clau responder todas las preguntas de la profesora de matemática.

Cuando dice que es su clase favorita, lo hace en serio. Es un cerebrito con todo lo que tiene que ver con números.

—Y eso se lleva a… —empieza la profesora, pero es interrumpida de nuevo.

—A una raíz cúbica con un resultado de: dos coma quince mil cuatrocientos cuarenta y tres.

Ella sonríe con orgullo en cuanto Clau termina de hablar, es su alumna favorita, para sorpresa de todos.

Suspiro al darme cuenta de unos ojos que no se apartan de mí. Mi corazón golpea con demasiada fuerza al yo observarlo también. Nathan parece querer desaparecerme con la mirada. No puedo creer que lo está haciendo, ¿por qué se molesta tanto? Si alguien va a asesinar a alguien con la mirada, esa podría ser yo a él.

Pero él es así. Y aún no puedo creer cómo es que me dejé engañar antes.

Bien, pasando a temas más importantes…

Ayer, cuando papá se fue, mi hermano se ofreció a hacer la cena, creo que quería aligerar el ambiente tenso que se había creado. Cuando llegamos a comer decidí hablarle de Roman, de lo poco que sabía. Solo quería dejarlo salir todo. Y él me escuchó cada segundo, atento.

Sé que puedo contar con él en momentos en los que quisiera desahogarme, pero es… complicado tan solo pensar en admitir algo frente a alguien, frustrante por no dejar de darle vueltas a lo que podría pensar esa persona.

Por eso casi no digo lo que pienso.

La campana suena, como desgracia para mí, haciéndonos saber que la hora ya se ha acabado. No he entendido casi nada de la clase, además, ahora tenemos que ir a nuestros clubes y… no quiero hacerlo.

No cuando sé que Bradley Elliat va a estar ahí.

Ya estoy segura de que no quiero volver allí.

Es decir, jamás lo he querido, en realidad. Pero no tengo más opción.

En biología pude ignorarlo apenas. En cuanto noté dónde se había sentado busqué el puesto más alejado para mí.

No quiero volver a enfrentarme a Bradley luego de sus palabras. No me atrevo. Mucho menos después de haber salido corriendo así.

¿Y si eran sinceras? ¿Y si en realidad sí siente todo aquello?

¿Pero y si solo estaba haciéndome una broma? ¿Engañandome como ya lo había hecho antes?

No sé qué pensar.

—¿Ya te vas al club? —le pregunto a Clau cuando salimos del salón.

—Sí. ¿Dónde está Natele? —levanta la vista un poco, pero parece no verla cerca—. También debería estar en ese camino.

—A lo mejor y sí lo está. Vamos antes de que podamos llegar tarde.

No dice nada ya que prácticamente la arrastro a los pasillos en que los clubes aguardan para no tener que hacerlo sola. Ella empieza a parlotear de no-sé-qué mientras caminamos hasta nuestros respectivos salones, yo lo único que hago es asentir cuando lo siento necesario.

Mi mente solo piensa en que detrás de esa puerta estará Bradley y yo… no sé qué voy a hacer.

—¡Suerte, June! —Clau se desvía para llegar a la puerta del club de pintura y yo tengo que dar los siguientes pasos sola.

En cuanto balbuceo una despedida, reanudo mi camino, sin prestar la más mínima atención a mis alrededores. Lo menos que quiero ahora es encontrarme con alguna mirada burlona. Llego por fin a la puerta correspondiente, entro y observo a los lados. No hay muchos alumnos aquí, uno que otro hablando entre ellos. Está temprano, es normal que falten varios, por lo general, yo siempre llego cuando la campana de entrada suena, así que es nuevo verme a esta hora por aquí.

Me decido por ir a buscar la guitarra y practicar un poco sobre lo que sé —que no es mucho—, para pasar el tiempo.

Pero me detengo al ver a la persona que está tocando su guitarra, sentado cerca del resto de ellas, parece concentrado, de espaldas a mí, mientras la melodía sale. Lenta y hermosa.

Creo que tardaré mucho en acostumbrarme a escuchar a Bradley tocar. Es nada más que… increíble.

—Hola, June.

No he tenido tiempo de escapar, tampoco es que hubiera podido hacerlo. Pero Bradley ni siquiera ha volteado, tampoco dejado de tocar, solo… lo dijo, de alguna manera sabe que me encuentro tras él.

No digo nada, tal vez esperando que así, de una manera muy tonta, ignore mi presencia.

Estoy un tres porciento preparada para este momento.

—Ven, siéntate junto a mí. —palpa la silla a su lado, ahora observandome de reojo.

Incomodidad, es la palabra con la que puedo definirme en este momento. Igual me obligo a caminar hasta donde me indica, demostrando que no siento nada por su presencia, a pesar de que es todo lo contrario.

Me acomodo en el taburete a unos quince centímetros de él. Puedo oler su varonil y perfecto perfume, escuchar su respiración, también sentir la pequeña mirada que me dirige. Jamás sentiría tan profunda una mirada como la suya, estoy segura de eso.

—¿Cómo te ha ido?

Su enorme sonrisa no está, su buen humor parece haberse esfumado, sus ojos, a pesar de lo profundos que aún pueden ser, se ven… apagados. No parece al Bradley Elliat que conozco.

Y aún así se esfuerza por hablarme.

No lo entiendo.

—Bien, supongo. —contesto tan rápido como las palabras logran llegar a mi boca.

Un pequeño silencio surge de un momento a otro. Algo nuevo, Bradley siempre tiene algo que decir, él siempre tiene algo a lo que yo pueda reprocharle.

Vuelve a lo que hacía antes de yo llegar, empieza a tocar. Su vista apenas ve las cuerdas, sus manos empiezan a moverse con delicadeza mientras la melodía llega a mis oídos. Es lenta, parece melancólica… triste.

Entonces nuestras miradas conectan. Sus ojos verde manzana me atraviesan. Sus manos siguen moviéndose en el instrumento mientras me ve. Y yo no puedo apartar la vista, por más que así lo desee.




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