¿Me decepciono... o no me decepciono? ¿Lo acepto o no lo acepto? Ya no sé qué hacer.
Roman Casey… ¿Cómo es que no había escuchado su apellido antes?
—No quiero parecer extraño, pero estuviste toda la hora observando a Roman de reojo —la voz de Bradley llega a mis oídos. Estamos caminando por los pasillos del instituto—. ¿Hay algo de lo que deba preocuparme?
Puedo entender un poco del doble sentido y sé que él lo ha hecho con esa intención.
Lo observo entonces, con una pequeña mueca en mi expresión. Bradley ríe abiertamente y niega.
—Es broma —admite—. A menos que te vayan los menores.
Y tan solo pensar que él es mi medio hermano hace que los comentarios de Bradley sean… raros.
—No, claro que no. —suelto, un poco incómoda.
Él parece notarlo porque deja el tema pasar.
—¿Qué clase tienes ahora? Filosofía, ¿no?
—¿Te sabes mis horarios?
—Estamos en la misma clase, June. —ríe por lo bajo.
Estoy más que segura que si el comentario lo hubiera soltado con cualquier otra persona, mi cara justo en este momento estuviera ardiendo en vergüenza. Pero con Bradley… con él no puedo sentir bochorno, solo diversión.
Me gusta eso.
—Oh, lo siento. Es que notar tu presencia en el salón de clases es algo complicada, jamás te haces notar. —el tono de mi voz está lleno de sarcasmo.
Vuelve a reír. Ha recuperado su sonrisa un rato después de empezar con la hora del club. Luego de yo haberle lanzado otro de mis comentarios para nada agradables. Volver a escucharlo reír se sintió como todo un alivio.
—Sobre todo con filosofía —asiente, siguiéndome el ritmo.
A Bradley le encanta opinar en esa clase, siempre tiene algo que aportar con el profesor Duyn, siempre. He empezando a notar las miradas recelosas que le envía Nathan cada vez que él abre la boca. Debo admitir que me llena de satisfacción verlo sin nada que aportar y molesto por eso.
Llegamos a nuestros casilleros, casi parece una casualidad que estén al lado del otro. Busco mi libro y lo cierro mientras observo de reojo los movimientos de Bradley. Él solo se dispone a observar un momento lo que tiene dentro del suyo, saca un libro y lo cierra.
—¿Quieres que te acompañe al salón?
—Oh, no, no. No hace falta. No quiero causar molestias. —admito con sinceridad—. Anda con tus amigos, estoy segura que ya encontraré a los míos. No te preocupes.
La sonrisa en su rostro solo aumentó con mis palabras.
—¿Amigos? Mhmm, podría decir que mis únicos amigos aquí son Carless, Exen y tú —¿Por qué he sentido una pequeña punzada en mi pecho cuando me nombró como su amiga?—. A Jansen solo me acercó porque mis padre son amigos de los suyos y pues… Madeline que parece no separarse de él, pero no, a ellos no los consideraría… amigos.
—Oh. —no encuentro qué más decir, espero no haberme visto patética.
—Sí, oh —ríe entre dientes—. Es lo que pasa cuando eres nuevo. ¿Sabes?
—Suenas acostumbrado. ¿Has estado en muchas instituciones anteriormente?
—No —ni siquiera se detiene a dudar—. Solo en una..., pero nos mudamos a Oklahoma y no tuve elección.
Busco qué decir, dejando el peso caer en mi otra pierna.
—Debe de haber sido difícil despedirte de tus amigos. Si estudiaste por tanto tiempo…
—Para nada. ¿Te puedo confesar algo? —se toma mi silencio como una afirmación—. No sabes cuánto me alegré cuando mis padres dijeron que nos mudariamos. Creo que fui la persona más feliz en todo un radio de dos mil kilómetros.
Un pequeño silencio se arma alrededor, interrumpiendolo los pasos apresurados de el resto de estudiantes a nuestro lado.
—¿Recuerdas cuando te dije…? El primer día que «hablamos» —hace comillas en la última palabra—. Te dije que sabía más de lo que aparentaba al respecto de lo que te pasaba —lo recuerdo, no le presté atención a esa frase en su momento, ahora me parece… intrigante—. En eso tampoco mentía. En nada, en realidad, pero estás empeñada en hacer que así sea.
—Yo no…
—¿Vamos? —pregunta, en cuanto nota que no sigo con la oración.
Mis labios dejan escapar un suspiro y sus ojos verdes manzana bajan a mi boca ante tal acto. Un pequeño nudo de nervios se empieza a crear en mí por esa pequeña acción.
—Vamos —digo, solo para que devuelva la vista a mis ojos.
Él parece recordar sus palabras anteriores, aunque le cuesta un par de segundos, y niega precipitadamente.
—Sí…
Así empezamos otra pequeña caminata, una un poco más tensa en el que ninguno dice nada. Estoy tan nerviosa por el chico a mi lado que me olvido por completo del resto, quienes nos observan de reojo.
—Yo..., June, estoy empezando a desesperarme. —el sonido de su voz me hace voltear y observarlo, sin entender bien sus palabras.
—¿Y eso por…?
—Porque aún no me das permiso de dejarme caer sobre tus labios.
Así, sin redeos, sin indirectas ni vacilación. Solo lo ha dicho, y mi estómago se empezó a sentir como si cayera en picada.
Trago saliva, hago todo lo posible para evitar hacer llegar el momento en que tenga que contestar.
¿Quiero besar a Bradley Elliat? Creo que ninguna chica pueda negarse ante tal petición, pero yo…
¿Y si no lo hago bien? ¿Y si cometo algún error? ¿Y si me cree demasiado novata?
Podría no gustarle y no querer hacerlo nunca más. Podría simplemente seguir con un plan de gastarme una broma justo como Nathan lo había hecho. Podría…
Demonios, odio ser tan insegura conmigo misma.
Me detengo, no por algo en sí, si no por el lugar en que nos encontramos. Bradley se detiene casi de inmediato y lleva su vista hasta mi rostro.
—Si te molesta este tipo de comentarios solo dímelo —habla, parece ahora algo serio… o nervioso—. Como te dije, tiendo a ser…
Pero no lo dejo terminar. Con una pequeña pizca de valentía poca acumulada en mí, tomo su brazo y lo jalo para adentrarnos al único lugar en que puedo ser invisible por completo.