Decir que algunos de estos días ha sido el mejor de mi vida solo sería la mentira más grande de todas.
Estoy empezando a odiar los lunes.
Mi mente está ida mientras rayo las hojas de mi cuaderno. No le presto atención a las palabras del profesor Korzon.
Pienso en lo de ayer, en que había olvidado contarles a las chicas que papá había vuelto hasta que llamó por sorpresa, ¿cómo consiguió mi número? Ni idea. También les conté sobre Roman, sobre que es mi medio hermano y todo lo relacionado. No supieron qué decirme, estaban tan estupefactas como lo estuve yo.
—Fue un 4 de julio. Exactamente en 1776 cuando el congreso de Estados Unidos aprobó la Declaración de la independencia. Thomas Jefferson, quien fue su autor principal, escribió la declaración como una explicación formal de por qué el Congreso había votado el 2 de julio para declarar la Independencia respecto a Gran Bretaña… —empieza el profesor con su charla.
Todos los años se habla de la independencia de Estados Unidos, es agotador. Puedo jurar que ya me la sé de memoria.
—Filosóficamente, la declaración hizo énfasis en dos temas que llegaron a ser bastante aceptados por el país y también influenció en particular a la Revolución Francesa. —claro que Nathan no podía quedarse sin decir algo—. Los derechos individuales y el derecho de revolución.
—Exacto. Ahora pasemos a la carta de derechos escrita en el verano de 1787 en Filadelfia. Es la… —hace silencio, esperando a que alguien continúe la oración.
Pienso que Nathan va a volver a abrir la boca, solo para lucirse, pero alguien es
más rápido.
—Es la constitución nacional escrita más antigua en uso.
Bradley Elliat, claro, la única persona que puede hacer debate contra Nathan.
Clau está sentada a mi lado mientras observa de reojo a Bradley. Mis ojos, en cambio, viajan entre él y Nathan, quien parece que quiere quitarle la cabeza por abrir la boca antes que él. Pero Bradley ni siquiera parece prestarle atención.
—Y define los organismos principales del gobierno y sus jurisdicciones, y los derechos básicos de los ciudadanos. —continua Bradley, sin titubear ni pestañear. Lo dice como si se lo recordara casa día.
—Exacto —asiente el profesor Korzon con una sonrisa—. En 25 de septiembre de 1789 el congreso aprobó doce artículos de enmienda a la constitución y las presentó a los estados para su ratificación. Ahora, ¿qué pasó el 15 de diciembre de 1791?
—Los artículos del tres al doce se convirtieron en enmiendas del uno al diez de la constitución luego de ser ratificadas por el número requerido de estados.
El profesor Korzon asiente de acuerdo ante las palabras de Bradley. Nathan, en cambio, lo observa perplejo, seguramente por haberle arrebatado el chance de ser él quien mostrara su gran inteligencia.
—Ehh… el 7 de mayo de 1994 —empieza Nathan, muerto por ser el centro de atención—. El artículo dos alcanzó a formar parte de la Constitución para su ratificación y se convirtió en la vigésimo séptimo enmienda y última por ratificar.
—Error. Fue en 1992. Después de un lapso de 202 años y 225 días —se queja Bradley, como si lo que ha dicho Nathan fuera imperdonable—. Y no fue el último. Aún quedaba una enmienda por ratificar, que todavía sigue pendiente entre los estados.
—Exactamente, muy bien. Para ambos —felicita el profesor y busca algo en su escritorio.
Puedo ver el momento exacto en que Bradley observa a Nathan, quien sigue asesinandolo con la mirada, y le dirige una mueca de cejas alzadas y labios apretados. Se está burlando de él.
A pesar de que se resiste, Clau termina riendo ante el pequeño acto y lo furioso que se nota Nathan por él.
—Bradley puede ser uno de los peores idiotas que hayan cruzado esta institución, pero sabe cómo burlarse muy bien de Nathan —admite ella en un susurro.
Por un momento parece que lo ha dicho tan fuerte que ha sido posible escucharlo tres filas más adelante, que es donde está Bradley, porque voltea y ve justo a nuestra dirección.
Hoy había decidido sentarme al fondo de clase, pensaba hacerlo sola hasta que Clau me vio y dijo que quería acompañarme. No me negué, claro está, quería su compañía al fin y al cabo.
Ni siquiera me molesto en esperar a que él se voltee primero, después de unos cinco segundos viéndonos el uno al otro, no quiero seguir con lo que sea que esté haciendo y decido ver a otra dirección, cualquiera donde no pueda encontrarme con su rostro.
🎼
Sus ojos han estado sobre mí todas las malditas dos horas del club. Trato de comprobarlo a veces para corroborar que en realidad no me estoy volviendo loca, pero sí, siempre me está viendo, y ni siquiera se molesta en apartar la vista cuando yo lo observo a él.
Es frustrante.
Por lo menos no me ha dirigido la palabra, es algo.
—Es algo incómodo. ¿Sabes?
Río entre dientes al escuchar a Roman. Sí que es incómodo, no hace más de una semana que me he enterado que somos medios hermanos y no concibo la idea de hacerlo como tal. Es decir, es mi hermano y quiero acercarme a él. Roman no tiene la culpa de que nuestro padre sea tan… como es. Supongo que tenemos derecho a conocernos.
Desde hace media hora que me senté a su lado para preguntarle un par de cosas, nada raro, omitiendo el hecho que he sido yo quien ha tomado la iniciativa de hacerlo. Ambos parecíamos demasiado nerviosos como para acercarnos al otro en realidad, así que decidí ser yo quien tomaba el siguiente paso.
—Ni me lo digas, pensé demasiado esto. De verdad espero no arrepentirme. —ríe, y me encuentro haciendo lo mismo. Tal vez porque los nervios nos llevaron a esto.
Entonces vuelvo a sentir esa mirada sobre mí. No tardo en voltear para saber si es así, pero para mi desgracia, sí me está observando. Hay algo en su expresión, nos observa a los dos con el ceño fruncido, como si estuviera tratando de averiguar algo.