No quería hablar con nadie, ni siquiera ver a nadie..., pero supongo que a él no puedo decirle que no.
Estoy en movimiento sin ninguna dirección clara, mi cerebro está demasiado ocupado en otros asuntos como para recordar decirme a dónde ir.
Observo a mi alrededor, aunque no estoy para nada al tanto de si hay alguien que pueda verme. Sigo en la institución, justo ahora estoy rezando por lograr llegar a la puerta de salida. Necesito irme ahora.
Pero es definitivo, soy la persona menos afortunada del mundo.
La campana de salida suena.
Me apresuro en buscar la puerta, pero la multitud de alumnos parece apresurada por hacerlo también. De un segundo a otro todos salen de los salones, provocando que los pasillos se encuentren llenos, ocasionando a su vez choques con una que otra persona.
Ahora mismo mi mente no piensa en que alguien pueda verme sin compañía alguna. Claro que no. Todo en mí solo quiere llegar a la salida para largarme de una vez.
No sé cuánto pasa ni cómo lo consigo, pero logro llegar a la puerta y atravesarla. Los rayos del sol me dan la bienvenida y la alta temperatura le acompaña.
Ignoro a todas las personas que se encuentran fuera y empiezo a caminar, a alejarme, huir.
Soy detenida, para mi desgracia, al interponerse un cuerpo frente a mí, casi choco contra él, pero pude darme cuenta a tiempo apenas.
—Ey, ey, ey, ey. Tú no te vas. —es Clau. Me observa ceñuda, ahora con sus brazos cruzados sobre su pecho—. ¿Dónde estabas y por qué no en clases?
Entonces pestañeo. Sí, es como si hubiera salido de mi raro trance por sus palabras. La observo, mi acción no inmuta a Clau, sigue con la misma expresión típica de ella.
—June —arrastra la palabra, en modo de advertencia.
—Clau…
—Oh, nos sabemos el nombre de cada una, qué bueno —finge una sonrisa, que se desarma casi de inmediato—. ¡Te hice una pregunta, June!
—Dijiste que solo necesitabas mi enfoque para historia. —me encojo de hombros, sorprendiéndome por lo segura que he sonado.
Hay algo en su expresión que a cualquier otro le habría causado miedo, estoy más que segura de eso, pero a mí no me afecta, ya lo ha hecho lo suficiente.
—¡Clau du du!
De pronto aparece Gibbson, volviéndose el momento más oportuno de toda su vida para entrometerse.
Para mí, claro, porque para Clau…
—¿Qué quieres ahora? —se queja ella, pero la sonrisa de Gibbson no vacila, también está acostumbrado al tono de Clau.
—Tranquila, corazón. Calma las aguas. —sonrío ante sus palabras, pero las comisuras de mis labios bajan en cuanto los ojos de Clau se posan sobre mí—. Quería invitarte al primer partido de los Creeks… invitarlas —repara en cuanto nota mi presencia, refiriéndose a su equipo. Le tiende los boletos, parecen varios—. Con tus amigas, o quien quieras.
—¿Hasta con mi novio? —pregunta ella, ahora un poco más calmada mientras toma los boletos.
Gibbson ríe.
—Oh, corazón. Pero si el tiene asistencia obligatoria por ser parte del equipo —Clau lo observa de entre ojos y él ríe—. Quarterback, de hecho.
—Mhm, no me digas.
Gibbson sonríe de oreja a oreja, y aunque Clau parece estar a lo contrario, se nota que disfruta de esta conversación. Él da un paso atrás, al parecer dispuesto a marcharse, pero sin alejar la vista del rostro de mi amiga. Y ella tampoco lo hace del suyo.
—Adiós, corazón.
—Lárgate de una vez, Gibbson.
Una enorme carcajada escapa de él.
—Estoy en eso. —entonces me observa, y se acerca un poco a mí—. Adiós, June. Oye, ayúdame con ella, ¿sí? —dice, lo suficiente fuerte para que Clau pueda escuchar.
—¡VETE!
Se termina de ir, entre carcajadas, con el regaño de mi amiga. Aunque parece furiosa, sé que no lo está en lo absoluto.
—¿Corazón? —pregunto en cuanto perdemos la presencia.
—Oh, no. Tú no desvíes el tema. —me señala—. Estamos hablando de…
—Hey. ¿Interrumpo?
Ahora soy yo quien cierra los ojos con fuerza. Clau parece entusiasmada al notar la presencia de Bradley, me observa de reojo y le habla.
—Oh no, para nada. —mis ojos caen de forma inmediata sobre ella, pero está muy ocupada diciéndole lo que menos quiero ahora—. Solo estoy tratando de preguntarle a mi amiga por qué no asistió a la última clase.
—¿No estuviste en tu última clase?
Sigo asesinando a Clau con la mirada, pero es como si ella no se diera cuenta. Está ignorándome, claro.
No puedo creer que se lo haya dicho.
—No… bueno, yo… —trato de excusarme, pero al dejar caer mi vista sobre su rostro siento que olvido todas las palabras—. Es decir, sí. Pero…
—Ha faltado. No me ha dicho por qué.
—También quisiera saber el por qué, ya que parece que te la pasaste en la institución.
—Exacto, es lo que no entiendo.
Es como un pequeño equipo en mi contra, y no me gusta.
—Yo… ¿saben dónde está Natele? —intento el cambio de tema, rezando una y otra vez para que funcione.
—June. —pero obvio no lo hace.
¿Ahora qué puedo decirles? ¿Que no sé separar mi vida personal con la académica? ¿Que estuve como una idiota toda la hora en el baño? ¿Que…?
De pronto a mi mente llega la pequeña llamada de Madeline. Mis ojos vuelven a caer sobre Bradley.
«—Por ahora no puedo decirlo. Literalmente me hizo firmar un jodido acuerdo. Vaya que está paranoico»
—June, ¿estás bien? —este ha sido él, notando que no separo mis ojos de su rostro, sé que deben de parecer perdidos.
Bradley da un pequeño paso hasta mí, levanta una mano, pero se arrepiente de lo que sea que estuviera a punto de hacer, y es cuando yo reacciono.
—Sí, lo estoy… —sacudo la cabeza, tratando de borrar esa conversación que ni siquiera me incumbía, de mi mente—. Ahora yo solo… quiero irme, por favor.
Me aparto, no de él, si no de el momento en sí. No quiero hablarlo, no me apetece, solo quiero irme. Tal y como lo intenté hace diez minutos sin éxito.