Cuando Llegaste Tu

CAPITULO 11

Capítulo 11 — La vida juntos

Abril de 2023

Estar con Adam en la vida diaria era diferente a cualquier otra cosa que hubiera experimentado.
No eran solo las citas románticas o los viajes espontáneos; eran los pequeños momentos los que me hacían sentir que lo nuestro era real y profundo.

Nos levantábamos juntos en las mañanas, compartiendo café y risas antes de que cada uno comenzara sus tareas. Él siempre me dejaba la taza de mi bebida favorita lista, y yo preparaba su desayuno aunque fuera algo sencillo. Esos gestos cotidianos se convirtieron en rituales silenciosos que hablaban más que cualquier palabra.

—¿Sabes? —me dijo una mañana mientras me ayudaba a arreglar un cuadro que se había caído—. Estas cosas pequeñas son las que me hacen feliz.

—A mí también —respondí, abrazándolo por detrás mientras él colocaba el cuadro—. No necesito lujos ni grandes sorpresas, solo esto… estar contigo.

Y entonces llegó mi cumpleaños.
Abril siempre había sido especial, pero este año lo era aún más porque lo compartía con Adam. Esa mañana, desperté con el sonido de su voz susurrando:

—Feliz cumpleaños, preciosa.

Me encontré con un ramo de flores, mi desayuno favorito y una carta escrita a mano. No era nada extravagante, pero cada palabra estaba llena de cariño y atención. Por la noche, él me sorprendió con una pequeña reunión solo con mis familiares más cercanos, con velas, música suave y risas. Cada detalle demostraba que me conocía, que había aprendido lo que realmente me hacía feliz.

Claro que no todo era perfecto. Había días en que discutíamos por tonterías: qué película ver, qué lugar para almorzar, o incluso quién se encargaba de lavar los platos. Pero incluso esas discusiones tenían algo positivo: aprendíamos a escucharnos, a ceder, a comprendernos. Cada desacuerdo se convertía en una oportunidad para crecer juntos.

A veces nos sorprendíamos mutuamente. Como aquel día en que me llevó a una librería que había cerrado hacía meses, solo para regalarme un libro que sabía que quería desde hace tiempo. O cuando yo lo preparé una cena improvisada a la luz de las velas en el jardín, sin motivo especial, solo por verlo sonreír.

Por las noches, mientras nos recostábamos juntos en el sofá, compartíamos nuestras metas y sueños. Él me hablaba de planes para el futuro, de proyectos y lugares que quería conocer. Yo escuchaba fascinada, sintiendo que estábamos construyendo algo más grande que un simple amor: una vida compartida llena de recuerdos, desafíos y risas.

Y en esos instantes, mientras lo abrazaba y sentía su respiración cerca, entendí algo que había tardado en aprender: el amor no es solo emoción intensa, es también paciencia, compromiso y pequeños gestos diarios que construyen confianza y felicidad.

Con Adam, aprendí que la verdadera magia del amor está en las cosas sencillas: en caminar juntos bajo la lluvia, en preparar café en silencio, en enviarse mensajes tontitos solo para sacarse una sonrisa.
Porque, después de tanto tiempo, después de tanta distancia y silencio, estar juntos se sentía como volver a casa cada día.




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