Capítulo 22 — La culpa y la distancia
Octubre de 2023
Adam estaba inquieto. Cada mensaje que enviaba a Ayleen se sentía insuficiente, una pequeña chispa que no podía encender lo que había perdido. Su pareja no estaba al tanto de la intensidad de sus sentimientos hacia Ayleen, y eso lo llenaba de culpa.
 —No puedo seguir así —susurró para sí mismo, mientras miraba la pantalla del teléfono—. La he perdido de verdad, y ahora… ella tiene su vida.
Ayleen, por su parte, se estaba fortaleciendo día a día. La amenaza de aborto y los días en el hospital la habían cambiado profundamente. Ahora sabía que podía enfrentar cualquier cosa, que su hijo y ella eran lo primero, y que no necesitaba depender de Adam para sentirse segura o amada.
Adam empezó a darse cuenta de que sus mensajes, aunque llenos de nostalgia, no eran suficientes para volver a conectarse con ella. La veía más fuerte, más decidida, más independiente. Cada palabra que le enviaba era respondida con cuidado y firmeza, dejando claro que ella tenía límites y prioridades claras.
—Ayleen, sé que no estuve ahí como debía… y ahora veo lo fuerte que eres. Solo quiero que sepas que lo lamento —escribió en uno de sus mensajes, con la voz temblorosa incluso en la pantalla.
Ella leyó y dejó el teléfono a un lado. No había enojo, pero sí una distancia emocional que él no podía ignorar.
 —Mamá —dijo, tomando la mano de su madre—. Él está arrepentido, pero… no puedo dejar que eso me mueva. Ahora soy yo y el bebé.
Su mamá le acarició el cabello y sonrió con orgullo.
 —Exactamente, hija. Él puede sentirse mal, puede arrepentirse… pero tu vida y tu felicidad no dependen de él.
Adam lo entendió lentamente. Cada día que pasaba sin verla tan dependiente de él lo hacía sentir la distancia, y también despertaba un deseo profundo de cambiar, de intentar ser parte de su vida, pero esta vez de forma responsable y consciente.
Mientras tanto, Ayleen seguía adelante, fortalecida por el amor incondicional de su madre y el vínculo que crecía con su hijo. Cada movimiento, cada pequeño logro, cada sonrisa, era un recordatorio de que la vida sigue, con o sin Adam, y que ella podía construir su propia felicidad.
Y así, entre la culpa de Adam y la determinación de Ayleen, la historia llegaba a un punto crucial: uno de ellos tendría que tomar la decisión de actuar con honestidad y respeto, mientras el otro mantenía la fuerza que solo se encuentra cuando el amor se convierte en responsabilidad y vida propia.