Capítulo 25 — Alegría y miedo
Diciembre de 2023
El día del baby shower llegó con risas, regalos y emociones a flor de piel. Ayleen estaba radiante, rodeada de familiares y amigos, mientras su mamá cuidaba de que todo saliera perfecto. Adam estaba allí también, a su lado, mostrando un compromiso que antes parecía imposible.
—Mira esto —dijo Adam, entregándole un pequeño regalo cuidadosamente envuelto—. No es mucho, pero quiero que lo tengas tú y nuestro bebé.
Ayleen sonrió, con el corazón lleno de emoción y también de cierta cautela. Su embarazo había sido un camino lleno de miedo y sorpresas, y aunque Adam estaba presente, ella seguía protegiéndose emocionalmente.
El baby shower fue hermoso. Risas, abrazos, mensajes de cariño y la emoción de todos por la llegada del bebé creaban un ambiente cálido y alegre. Por un momento, todo parecía perfecto.
Pero unos días después, la realidad volvió con fuerza. Ayleen comenzó a sentirse mal nuevamente: dolores, hinchazón y mareos que no podía ignorar.
—Mamá… no me siento bien —dijo con la voz temblorosa—. Esto no es normal.
La llevaron de inmediato al hospital. Los médicos la revisaron y pronto le informaron algo alarmante: estaba desarrollando preeclampsia, una complicación grave que podía poner en riesgo su vida y la del bebé si no se tomaban medidas.
Adam estaba a su lado, desesperado. Su rostro reflejaba miedo y culpa.
—Ayleen, por favor… quiero que estés bien, quiero que nuestro bebé esté bien —decía, sosteniendo su mano con fuerza—. Lo siento tanto por todo lo que no hice antes.
Ayleen lo miró, tratando de mantenerse fuerte. Su mamá estaba allí también, guiándola y sosteniéndola con todo el amor que podía dar.
—Hija, respira —dijo—. Vamos a salir de esto. Tú y el bebé son lo más importante.
El tiempo se volvió un hilo tenso de cuidados, revisiones constantes y decisiones médicas. El riesgo era real y palpable, pero Ayleen luchaba con cada fibra de su ser, motivada por el amor por su hijo y el apoyo incondicional de su mamá.
—No podemos sacar al bebé todavía —decía la doctora—. Necesitamos estabilizarla primero, cada día cuenta.
Y así, entre miedo, esperanza y vigilancia constante, Ayleen pasó los días siguientes bajo cuidados estrictos, con Adam y su mamá a su lado. La alegría del baby shower se mezclaba con la tensión de la lucha por la vida del bebé y de Ayleen, recordando que la felicidad y el peligro podían convivir muy cerca.
Cada latido del corazón del bebé se convertía en un recordatorio de la fuerza que llevaba dentro, y de que no había marcha atrás: ahora la prioridad era sobrevivir y proteger esa vida que ambos habían creado, aunque Adam aún tuviera que demostrar que estaba listo para hacerlo responsablemente.