Cuando los átomos se alinean.

Ruin

I.  Ruin

 

El video se tornaba como una completa tortura a medida que este avanzaba. Mi cuerpo no dejaba de temblar en un estado de shock frente a la computadora. No se si era la luz que provenía del aparato era la causante de la irritación de mis ojos, o era la conmocionante noticia que me daba mi ahora perdida esposa.

 

Ya no era la misma, no se en que momento cambio. Sus ojos alegres se apagaron, su boca ya no formaba sonrisas solo salia mentiras, engaños y numerosos discursos despreciables. Los momentos más memorables y felices de mi vida se han ido junto con ella y mi familia. Me ha condenado sin siquiera pensar en mi o en mi hija. Ella, ella, ella, ella, no había más.

 

Todo se resumía en un casete, un bendito casete que no contenía nada más que mierda dentro.

Ella hablando y mi bebe llorando como si de una música de fondo se tratase. Un lado de mi cabeza solo se concentraba en eso, en el lloriqueo constante de mi hija; y por el otro, la basura que mi esposa expulsaba, palabras sin chiste, sin tener el coraje de decirmelo en la cara, ¿dónde había quedado el felices para siempre?

 

La casa desde hace mucho tiempo se siente tan vacía, un lugar tan hostil y ruin, definitivamente no se podría llamar hogar. Puedo sentir su frío al recorrer los pasillos y habitaciones con el video de fondo recordando que tan miserable es mi vida. Mis pulmones jodidos por todo el tabaco que he fumado y el polvo añejo que hay por toda la casa me hace toser.

Recorro las fotos de mi amada, mi hija y de mi de hace unos cuantos meses. La feria, el parque, el nacimiento de mi dulce y bella Camila. 

 

Después de un rato, me despierto. La cabeza me duele, no tengo nocion de nada, el frío se cuela por mis pies al momento de pararme de la cama inmerso en una gran oscuridad, trato de no tambalear, por mas que presiono el interruptor este se niega a prenderse. Camino a oscuras por la casa buscando una linterna, siento como pequeños fragmentos de no se que se incrustan en mis pies hasta que el rechinido de algún animal me hace saltar. He pisado una maldita rata. El roedor se va corriendo y mientras intento ir por otro lado piso algo más que me hace caer estampandome contra un mueble y luego contra el piso, pude sentir como mi cabeza retumbó contra el suelo.

 

El sol que se cuela entre las cortinas me pega directo en el rostro, la vista se me nubla pero después de unos minutos puedo estar en mis cinco sentidos. No quiero pararme, quiero hundirme y fusionarme con el suelo. Quisiera pasar desapercibido y ser un triste y estupido suelo. Toco mi frente y una mancha roja se queda en mis dedos, intenté pararme pero el cuerpo simplemente no me da. 

Me quedo contemplando desde esta perspectiva, la vista desde el suelo, desde el fracaso. Nunca la sentí ni me relacione con ella, siempre me posicione por delante, siempre el vencedor, siempre el número 1. 

Siempre ganador, nunca perdedor. Tenía a la esposa trofeo, una hija perfecta, mi trabajo impecable me llevó a ser el mejor médico, premios a la ciencia, revistas, conferencias, foros, entrevistas… la vida perfecta.

Todo apuntaba a querer derrumbarme pero algo llamó mi atención. Un sobre. Un sobre color turquesa, este color solo podía significar algo. Mi esposa... Liliana.

La posible respuesta a mi pregunta pudo más que mi dolor físico. Me arrastré hasta llegar al sobre que ya se encontraba abierto, rebusque y encontré una postal y su anillo de matrimonio. Por instinto toque el mío y fue como un rayo de esperanza, uno donde podría ser la redención que tanto rogué a un Dios al que nunca pensé acudir.

 

Palme el papel y su escritura perfecta, podía sentir los bordes de las palabras remarcadas, podía sentir su esencia mientras leía.

 

“Comprende la agonía que he estado sintiendo en los últimos tiempos. No es fácil para mí poner en palabras lo que siento, pero siento que no tengo otra opción que hacerlo.

Mi amor, he llegado a un punto en mi vida en el que me siento completamente abrumada, agotada y desesperada. Nuestra relación ha sufrido durante mucho tiempo, y mis esfuerzos por hacer que funcione han sido en vano. A pesar de mis intentos de comunicarme y de buscar soluciones, hemos llegado a un punto en el que ya no puedo continuar de esta manera.

Nuestra hija…”

 

No había más, sólo un manchón de tinta después de hija. Rápido tome la postal donde solo venia una solitaria frase “Con hielo en el corazón mi vida”.

Supe al instante a lo que se refería. Voltee la postal para confirmarlo y así fue, la postal dejaba ver una fotografía de la montaña más alta del mundo. El Everest.



 




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