Esa mañana, todos despertamos muy temprano. ¿Motivo? Irìamos a pasar unas mini vacaciones en Puerto Rico, previo paseo turístico por el Caribe. Fue asì que tras un ligero desayuno a base de tocino, mantequilla de manì y jalea real y un vaso llenito de zumo de frutas, partimos sin pèrdida de tiempo con destino al Aeropuerto Internacional. Al llegar allì, Yuki nos abandonò y acto seguido… condujo a toda prisa con destino a la mansión. Y fue asì que el papà de Sonnia, tras una larga espera en la cola de ingreso al avión con destino al Caribe, le mostrò los mismos al personal que los solicitò y, tras este verificar que estaba todo en orden, por fin subimos al avión. Ìbamos en Clase Ejecutiva y la comodidad, atractivo y excelente atención de las aeromozas era algo realmente palpable.
Y a todo esto… tras el largo camino hasta el aeropuerto, un hambre terrible nos atacò… como bàndalos por sorpresa. Y acto seguido, una refinada y atractiva aeromoza de ojos color olivo y ardientes labios carmesì, se dirigió hacia nosotros y luego… nos preguntò què deseábamos comer… y el papà de mi princesita, rompió el silencio:
__ Pastel de oro del sultán, por favor. ¿Tienen eso?__ interpelò a la dama el señor Waves.
__ ¡Sì, desde luego, señor…! ¿Con què desea acompañarlo?__ preguntò la aeromoza.
__ Quiero un vino tinto Château Lafite Rotschild.
__ ¿En copas de plata o con ribetes dorados?
__ De plata, por favor.
__ ¿Beberà su vino con hielo o al natural…?
__ Con un poco de hielo. Ya sabe, algunos cubos. Sin exagerar__ añadió Mr. Waves, con su tìpico acento sureño.
__ Ok__ repuso al fin, la aeromoza. ¿Y las niñas? ¿Què desean comer?
__ ¡Son niños!
__ Ok__ contestò Kimberley, con una mirada bastante incrédula…
__ ¡Torta negra del diablo!__ contestamos ambos, al unìsono.
__ ¿Y de beber?__ nos preguntò Kimberley, mientras anotaba cuidadosamente los pedidos con un bolígrafo de punta amarillo limón.
__ Licuado de papaya con pulpita de sandìa y frutos rojos__ respondimos al mismo tiempo.
__ ¿Nada màs…?
__ Y una botella de Coca Cola, ya sabe, la de las grandes__ confirmò mi pastelito de nuez.
__ Ok. Enseguida regreso con sus pedidos. Y, en efecto, a los pocos minutos, regresò Kimberley, acompañada de dos azafatas màs… trayendo todo lo pedido.
__ ¡Aquì tiene, Sr. Waves!__ añadió una de ellas, mientras le extendía la Torta de oro del Sultàn, la cual… realmente, lucìa de veras, deliciosa.
__ ¡Y aquí su vino!__ agregó otra de ellas, depositando el costoso vino, con sumo cuidado entre las manos del señor Waves. Acto seguido, el papà de Sonnia, cortò una enorme rebanada del dorado pastel y la devorò a la carrera, para luego beber el exquisito y perfumado vino de sabor intensamente frutal y ligeramente dulzón.
Y asì, tras probar lo que comprò, Mr. Waves, finalmente pidió la cuenta:
__ ¿Y cuànto le debo, señorita?
__ Veintinueve millones de dólares, señor Waves__ añadió Kimberley…. Y, tras pagar el hombre, las tres bonitas azafatas, emprendieron su retirada..
En fin: El papito de Sonnia, no se equivocò:
Pues… el pastel dorado del sultán, bien podía parecerse a la novena maravilla del mundo. Una torta aromática e intensamente irresistible, hecha a base de albaricoques, peras, higos y membrillo marinados en ron jamaicano. Y tiene por característica principal, servirse en una caja de plata esterlina con un sello de oro. ¡Un autèntico placer de reyes!__ pensé, mientras acabábamos de degustar la última porción de la Torta negra del diablo, a un mordisquito cada uno.
Y luego, tras ir numerosas veces al baño, producto de la gran indigestión que nos pegamos los tres, volvimos a nuestros asientos y dormimos largo y tendido durante unas cuantas horas. Y Justo en ese preciso instante, un hombre barbudo, petisòn y regordete, pegò un salto desde el asiento hasta el piso, lo que inexplicablemente, hizo que el avión se lanzara en picada de costadito, como un auto a punto de derrapar, cosa que, un par de segundos màs tarde, los pilotos del avión, lograron resolver con éxito.
¡Menudo susto nos hemos pegado!
¡Maldito elefante panzón!__ pensé, todavía iracundo… en el preciso momento en que la aeronave, descendía de las alturas, màs liviana que una pluma…
¡Bajen!
¡Ya, bàjense todos, por favor!__ alertò Kimberley, mientras la lujosa aeronave, reposaba ya, en su respectivo hangar. Y, a renglón seguido, apareció Yuki, montado en un atractivo y colorido crucero de cinco estrellas.
__ ¡Vamos, gente!
__ ¡Todos arriba!
__ ¡Vamos a darnos un fabuloso paseíto por el Caribe!__ añadió entre risas, dejando entrever sus largos y puntiagudos colmillos de vampiro.