“VISITA A LA FARMACIA Y HALLAZGO DE UNA GATITA: PIÑATA”
Tras la paliza a los cinco mocosos y el posterior castigo de mis padres, no me quedó otra que empezar a hacer buena letra…
Es màs, durante los tres y duros largos meses en que ayudè a mis padres con la plantación agrícola, me di cuenta de todo el esfuerzo que por mì estaban haciendo y lo difícil que resultaba ganar dinero para vivir e incluso, enviarme al colegio. Y decidì asì calmar mis ànimos. Pero mi màs pura rebeldía aùn ardìa en mi pecho como la dulce y penetrante fragancia de las flores que se niega a permanecer encarcelada tras los barrotes del olvido. Fue entonces, que me encontraba yo en la cocina, ayudando a mi madre a preparar un suculento guiso de lentejas. Y en ese preciso momento, apareció Sam, mi padre. Y, acto seguido, me pidió que fuera a la farmacia a comprar unas medicinas para Rebecca, mi madre…
__ Kathryn…, querida…
__ Sì papà, dime…
__ Necesito que vayas a la farmacia y me traigas unas medicinas para Rebecca…
__ Sì, claro.
__ Por cierto… ¿dònde queda la farmacia màs próxima…?__ preguntò Kathryn.
__ Està como a dos kilómetros de aquí.
__ Si deseas, puedes coger la bicicleta de tìo Herb.
__ Entiendo.
__ Ten cuidado con los muchachos, pequeña.
__ Y no olvides, no hablar con extraños.
__ ¡Lo harè!
__ ¡Aquì tienes!
__ Son ochenta dólares.
__ Perfecto.
Y, acto seguido, la pequeña de doce años, cogió la bicicleta de tìo Herb, y partió con celeridad.
Mientras la niña de doce años, se perdía a la distancia, su padre y tìo Herb, la contemplaron y hablaron:
__ ¡Es una pequeña maravillosa!__ añadió Sam, con una sonrisa de oreja a oreja.
__ “Làtima que es bastante ruda”__ sentenciò el tìo Herb…
__ Sì, es cierto…
__ Quizà es porque està entrando en esa difìcl etapa de la vida…
__ ¡Te refieres a la adolescencia!
__ Sì, es muy probable. Y, tras estas últimas palabras, ambos retornaron a sus tareas.
El aire fresco olìa a lavanda y a suspiros de canela y patchuli__ pensó Kathryn, al llegar a la farmacia.
¡Estaba agotada!
Y, en el camino… bajo un frìo y húmedo estanque de mármol, al parecer, como producto del último temporal acaecido hace una semana, la hallò a ella: Una bonita y regordeta gatita siamesa, a la que puso por nombre: Piñata. Al principio, pensó que la gatita solo estaba bastante obesa, pero luego, tras ver pequeños movimientos en su vientre, se percatò de que Piñata, tendría gatitos. Al recogerla, vio que tenía una patita herida.
“Quizà, Piñata pisò algún objeto cortante, y tras alzarla alcanzò a ver los restos de una esquirla y una marca similar en la patita derecha de Piñata…”
Y se le paralizò el corazón…
“¿Quièn pudo hacerle esto a una criaturita tan adorable como Piñata?”
¿Cuàndo aprenderemos realmente a amar?
¿Què demonios le està pasando a nuestro mundo que somos tan capaces de hacer añicos lo que alguna vez amamos?
¿Pòdrà la fuerza del amor hacernos màs humanos?__ pensó la joven, mientras se encaminò al veterinario a tres quilòmetros de donde estaba, llevando a Piñata en una bolsita de patatas. Y, tras limpiar y curar sus heridas el Dr. Hills, la niña partió con destino a la farmacia. Tras un largo viaje, llegó allì y le solicitò las medicinas indicadas indicadas por su padre:
__ ¡Aquì tienes las medicinas, niña!
__ Son ochenta y cinco dólares.
__ Solo tengo ochenta.
__ Aguarde…
__ Dije, mientras sacaba de mi mesada semanal.
__ ¡Aquì tiene!
__ Sìrvase__ le dije al farmacéutico Tom.
__ ¡Muchas gracias por su compra!
__ ¡Buen viaje!
__ Gracias__ añadì. Y, acto seguido, partimos Piñata y yo, con destino a casa.
__ ¡Eres una princesa!__ le susurrè, mientras acariciè su felpuda cabecita de mortadela…
__ ¡Viviràs conmigo, bomboncito!
__ Solo espero que papà no se enfade…
Todavìa olìa a lavanda… y a oníricas fragancias de patchuli y canela.
“Huele a libertad”__ me dije…
¡Huele a libertad!