"Cuando Los Àngeles Lloran Estrellas"

CAPÌTULO 7: “RECUPERACIÒN DE PAPÀ, VISITA DE SONNIA EN EL HOSPITAL, VIAJE HASTA SU MANSIÒN Y PUESTA A PUNTO DE MI FUTURO FUBOLÌSTICO”

 

Tras ser revisado y analizado por los médicos del Hospital Interestatal, finalmente llegaron a la conclusión de que el señor Sam, mi padre, había sido vìctima de una repentina arritmia cardìaca.

 

Por suerte para todos, fue atendido a tiempo y, tras un breve descanso y los médicos firmar su salida, mi padre, se vistió con celeridad y tras incorporarse con sumo cuidado, alguien llamò a la puerta.

 

__ ¿Quièn es?__ preguntò Sam, el cascarrabias con una mueca de dolor en sus retorcidos labios.

 

__ ¡Soy yo, señor Sam!

__ ¡Sonnia, la novia de…!

__ ¡Sì, maldición, sè bien quièn rayos eres!

__ He venido a traerle unos obsequios y a ver còmo se hallaba de salud.

__ Ok. Por favor, pase jovencita. A renglón seguido y tras abrir la puerta de par en par, “mi rubia tentación”, ingresò a la sala. Y luego, Sonnia se acercò hasta donde se hallaba el viejo Sam, sentado, dándole la espalda, mientras observaba a todo volumen y con atención la final del SuperBowl. Y al ver a la joven, Sam bajò el volumen del pequeño televisor y mirò a mi pareja con atención…

__ ¿Conque tù eres la rompecorazones…?

 

Mi dulce princesita se sonrojò como la colorada pulpita de las sandìas…

 

__ ¡Ejem! “Eso dicen[m1] ”__ añadió, e hizo oìdos sordos… evitando echar màs leña al fuego sobre su relación sentimental conmigo.

 

Tras esas palabras, un silencio ensordecedor estallò en la sala…

 

Luego, mi amado àngel rompió el silencio…

 

Le he traìdo unos chocolates finos, unos rollitos de arándano y almendras y una bonita radio portátil. De corazón espero, los obsequios resulten de su agrado. Podrà oìr todos los goles de Kathryn por allì. Estoy decidida a apoyarle en su autèntico sueño de convertirse en futbolista profesional. Ya sabe, mi padre es un prominente empresario y tiene muchos contactos. Quizàs no me crea o tal vez, aùn estè enfadado por los besos que nos dimos en la entrega de premios de las competiciones intercolegiales… ¡y no lo culpo! “Solo déjeme decirle que al igual que usted, yo también deseo lo mejor para Kathryn”. ¡Dios es testigo!

 

__ ¡Entiendo, pequeña!

__ ¡No tienes idea del enojo que me traguè ese dìa!__ pronunciò el viejo anciano de ojos cafés, mientras se abanicaba la reluciente calva con el suplemento deportivo del periódico local.

 

__ ¡Me imagino!__ añadió Sonnia, algo triste.

 

__ Querìa que me partiera un rayo. Llorè como un condenado desde que salimos de tu colegio hasta que por fin aterrizamos en nuestra casa…

 

__ Me tomò por sorpresa. ¡Es eso! “Fue la sangrante herida del desengaño”, lo que me aniquilò. ¡Fue realmente insoportable!__ murmurò, Sam, mientras mordía un buen bocado de rollito de arándano y almendras.

 

__ Siempre pensé que a mi Kathryn le gustaban los chicos. Es màs, en los cumpleaños siempre conversaba con ellos muy animadamente.

 

__ ¡Ni en mis sueños màs remotos imaginè que le gustaban las niñas!__ suspirò el envejecido padre, como en clara señal de resignación.

 

__ ¿Y, señor Sam… le han gustado los obsequios?

 

__ ¡Te has pasado, querida…!__ agregó Sam, tratando de recordar el nombre de la jovencita…

 

La niña se percatò de esto… y antes de que el anciano hablara, le soplò su nombre.

 

__ Sonnia. Llàmeme, Sonnia, señor Sam.

 

__ Sonn… ¡sì, claro, hija!

 

__ A propósito… ¿Kathryn le ha comentado de sus intenciones de ir a vivir conmigo?

 

__ ¡Por supuesto, querida! ¡Lo ha hecho! Por eso estoy aquí, en el Interestatal. Kathryn y yo, tuvimos una fuerte discusión por eso.

 

__ ¡Santo Dios!

 

__ ¡Por favor, discúlpeme, señor Shays!

 

__ De veras lamento que hayan discutido por mi culpa.

 

__ Pero, tarde o temprano usted iba a saber la verdad.

 

__ Ya no podìamos seguir ocultando nuestros sentimientos. Ademàs, Kathryn me confesò que era un martirio seguir fingiendo ser una niña normal. Ella, era totalmente consciente de lo que en verdad sentía, pero, sabìa que chocarìa contra las murallas de sus prejuicios. Por eso, jamàs se animò a decírselo.

 

__ Ahora comprendo todo, pequeña. Solo espero que cuides mucho a Kathryn. ¡Ella es todo un tesoro para nosotros! “Jamàs permitiríamos que alguna lunàtica le hiciera daño”. Yo nunca la castiguè físicamente… lo único que te pido querida Sonnia… es que si de veras amas a Kathryn, nunca la hagas sufrir. Es todo. Con eso, puedo morir tranquilo__ sentenciò Sam, con los ojitos llorosos, pero esta vez, de emoción.




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