Cuando los ojos lloran, las manos quitan las lágrimas

Capítulo Siete

  Aiko estaba sentada con las piernas juntas donde se apoyaba la espalda de Iko quien a la vez reposaba la cabeza en las rodillas de ella mirando fijamente el cielo. El silencio era acogedor y agradable. Ella le contemplaba con una diminuta sonrisa. 
 

- Al final no ha llovido - Comentó él con un hilo de voz. 
- Mejor, así podemos quedarnos - Contestó a la vez que echaba hacia atrás el pelo que caía en la frente de éste, él le devolvió una mirada llena de alegría - ¿Qué? Me miras algo diferente.

Iko soltó una carcajada. 
 

- Creo que no me he despertado todavía. Eres perfecta. 
- Teniendo en cuenta que me ves al revés no sé si es algo bueno o no - Se colocó de rodillas frente a ella. 
- Da igual como te vea simplemente eres mi sueño hecho realidad - Echándose hacia delante dejó unos centímetros entre ellos provocando un ligero pestañeo en él. 
- ¿De dónde sacas esas frases? 
- Casi un mes mirándote en secreto ha hecho que mi mente gane en imaginación. 
- Dicen que lo bueno se hace esperar, pero un mes no es mucho tiempo. 
- ¿No? Entonces yo no soy bueno.

Arrugando la nariz en un gesto cariñoso presionó débilmente los labios de Iko. 
 

- El chico perfecto.

Él asintió ligeramente sentándose sobre sus pies al principio de las escaleras sólo tres escalones le separaban de ella. 
 

- Quiero conocerte un poco más. 
- No tengo mucho que contar. 
- Siempre hay algo, no sé ¿tienes hermanos, has estado prometida alguna vez? ¿Te has mudado de ciudad, naciste aquí? 
- Déjame pensar - Se llevó un dedo a la barbilla - Soy hija única. Nunca me he prometido. Viví dos años en una ciudad cerca del mar por el trabajo de mi padre. Sí, nací aquí. 
- ¿Por qué quisiste ser profesora? 
- Me encantaba ir a clases, estudiar cada día cosas nuevas y me fascinaba la historia. No serviría para dedicarme a otra cosa. ¿Qué hay de ti? 
- Tengo un hermano pequeño que está en el último año del colegio. Tampoco he estado prometido - Ambos rieron al unísono - Soy de aquí y jamás he vivido en otro lugar. 
- ¿Puedo preguntar por el cambio que has tenido en lo escolar? Dejando de lado la pelea con esos chicos. 
- Hubo problemas en mi casa, pensé que los estudios no se verían afectados pero me equivoqué. Luego esos chicos me buscaban y les di lo que querían con las peleas. En clase nadie me hablaba al contrario si me veían mal me hundían más hasta que apareciste tú. Tus atenciones en clase, tu preocupación por mí. Tú eres la única culpable de que me haya enamorado de ti. 
- Pero... - Se cruzó de brazos incrédula de lo que oía, la sonrisa de él le ayudó a espantar todos los males. Pocas veces le había visto sonreír pero era preciosa cuando salía en su esplendor - Supongo que los dos somos culpables. 
- Deseo huir ahora mismo contigo a cualquier parte del mundo.

  El aire soplaba nuevamente con fuerza. Iko se había recostado en el suelo con los ojos cerrados y las manos bajo su nuca. Aquella frase le hizo temblar, a su mente vinieron la infinidad de problemas que se avecinaban. Su amor estaba prohibido, él era menor y ella su profesora. Pero siempre, sin importar en qué, había hecho lo correcto ahora mirando a Iko tumbado con la tranquilidad que reflejaba su cara se prometió a sí misma que sí no era correcto era indiferente su felicidad y la de ese chico era lo más importante.

  La mañana siguiente parecía distinta, la felicidad era una cosa maravillosa. Por los pasillos saludaba a todos los que pasaban junto a ella mientras se dirigía a la clase del otro curso. Al doblar el segundo tramo de escaleras escuchó un "ship" miró a su espalda, desde el pasillo que se abría frente a las escaleras Iko le hacía señas escondido. 
 

- ¿Qué haces aquí? Deberías estar en clase - Iko rodó los ojos. 
- Estás hablando como una profesora. 
- Bueno y qué te crees que soy. 
- La razón de mi felicidad - Aiko río encantada. 
- Calla. 
- Sólo quería verte - Con un movimiento rápido dejó un pequeño beso en los labios de ella y salió corriendo escaleras arriba. Ella volvió a sonreír. 
- Este chico.

Cuando llegó la hora de la clase de historia Iko sintió un cosquilleo en el estómago. ¿Cómo tenía ella el poder de hacer de una clase algo tan emocionante? Al verla pasar no tardó en buscar un cruce de miradas, ella miró de reojo pero para él era suficiente. 
 

- Buenos días. 
- ¡Hola! - Formaron un diminuto alboroto entre todos. 
- Mientras paso lista id leyendo las páginas de ayer que voy a preguntar. 
- No avisaste de un examen sorpresa. 
- No lo es, es un repaso para el examen de antes de navidad.

 

  Su piso se encontraba a veinte minutos del instituto. Era pequeño pero para ella sola era más que suficiente. Lo había decorado al estilo japonés, incluso las puertas que separaban las habitaciones eran correderas recubiertas de papel.
  La luz del atardecer iba colándose por el ventanal a su espalda directo a la cocina lo que hacía que ésta tuviera un aspecto dorado.
  El timbre resonó dos veces por todo el interior, se secó las manos de camino a la entrada. Iko estaba apoyado en la pared con la vista en el suelo. Su pelo ligeramente mojado se pegaba a su cara y al lateral de su cuello, hasta entonces ella no era consciente de que llovía. 
 

-¿Cómo has encontrado mi casa?
- A través de una llamada ¿puedo pasar?
- Por supuesto

Se hizo a un lado para que él pasara. Iko observaba todo con atención.
 

- ¿A quién has llamado?
- En clase he estado pensando como podemos vernos fuera pero tampoco tengo tu número. Así que mi madre ha llamado al director para preguntarle acerca de mi gran idea. Sé la fama que he cogido este último año por lo que ha funcionado a la perfección. 
-¿El director te ha dado mi dirección?
- Tras rogarle mi madre si.
- Explicate mejor. Pero antes siéntate.



#39007 en Novela romántica

En el texto hay: amor romance

Editado: 24.11.2019

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