Cuando Me Enamoré De Ti

Capítulo 1: María Rocío, su familia y su vida

Nací en Caracas, un 21 de mayo de 1963 en el seno de una familia de origen español sumamente católica. Yo era la más pequeña de mis hermanos siendo Simón Pedro el hermano mayor y María Rosario la segunda.

Mis padres eran asiduos a la misa dominical y en nuestro hogar siempre había imágenes religiosas pues mi madre María Isabel era una mujer piadosa y mi padre José Manuel era un fiel cristiano.

Ambos, emprendedores por naturaleza, abrieron un restaurante de comida española, siendo su especialidad la paella de mariscos. Así lograron tener los medios suficientes para comprarse su hogar y educarnos en colegios católicos para posteriormente los tres seguir nuestras carreras universitarias en la Universidad Católica Andrés Bello.

Recuerdo que siempre fui una excelente estudiante en el colegio Divina Pastora por lo que no me fue difícil ingresar a la Universidad Católica donde estudié la Licenciatura en Relaciones Industriales. En esos magníficos cinco años de aprendizaje y amistades conocí a Juan David en una fiesta universitaria y establecimos una hermosa amistad. Juan David estudiaba Contaduría dos años más adelante que yo, pero eso no impidió que en los recesos entre clases nos viésemos en el área del cafetín o en alguno de los patios del campus; y así, al cabo de un corto tiempo esa bella amistad evolucionó en un floreciente romance.

Para ese entonces yo llena de ingenuidad soñaba con casarme vestida de blanco, con mi corazón enamorado lleno de sueños e ilusiones. Imaginaba que al igual que mis padres tendría tres maravillosos hijos, sanos e impecablemente educados.

Después de un año de un noviazgo muy puro, las caricias y los dulces besos dieron paso al irrefrenable deseo de amarnos sin recato… Entonces, cada encuentro se volvió más atrevido llevándonos al límite; yo intentaba rehuir de mis deseos carnales en aras de mantenerme pura; mi hogar tan religioso de algún modo constituía un freno para esa entrega tan anhelada para ambos.

Finalmente, un buen día no resistimos más cayendo prisioneros de nuestros deseos entregándonos en cuerpo y alma a la majestad del amor. Jamás olvidaré ese día lluvioso y tan cálido a la vez, donde aprovechando la soledad de mi hogar, nos entregamos con nuestros corazones enamorados doblegándonos a la voluntad del placer. Él me tomó en sus brazos y entre besos y caricias nuestras ropas fueron cayendo lejos dejando al descubierto nuestras pieles desnudas y nuestras almas anhelantes acariciando el cielo de puro placer.

Ese día fue uno de los más felices de mi vida y lo guardo como un valioso tesoro dentro del cofre de mi corazón.

Desde entonces nos unimos más que nunca y nuestros encuentros amorosos no solo se intensificaron, sino que se diversificaron. No puedo negar que es una época que, aun cuando se ha ido desdibujando de mi memoria por el discurrir del tiempo, pecadoramente la recuerdo como una de las mejores de mi vida.

Una vez graduados, Juan David y yo nos dedicamos con pasión a hacer realidad lo que en ese entonces era nuestro sueño, y junto a mi difunta hermana María Rosario creamos una compañía donde manufacturamos pasta estilo italiano.

La prosperidad fue parte de nuestras vidas a pesar de la situación económica, política y social de Venezuela a finales de los años 80. Por un tiempo todo marchaba viento en popa en aquella vida que ahora me parece un sueño lejano.

Juan David me había propuesto matrimonio que gustosamente yo acepté en una íntima reunión con nuestros padres y hermanos haciéndome la entrega de un hermosísimo anillo de compromiso elaborado en oro 18 kilates con un diamante que relucía como una estrella en el firmamento. Ese día todos festejamos tomando un buen vino y degustando deliciosa comida española.

Aún recuerdo con mi corazón enamorado lo feliz que fue ese día para mi. Eso sí mi amado Dios, no te pongas celoso, Tú bien sabes que actualmente eres mi prioridad y brillas como ninguno dentro de mí corazón...

Hago un alto en mis pensamientos al escuchar la melodiosa voz de Sor Esperanza que con ese toque musical imprime a la oración del Ave María una profundidad emocional casi sublime. La madre de Jesús definitivamente es la expresión de amor y bondad más maravillosa del mundo y un digno ejemplo a seguir para todas las mujeres en sus vidas cotidianas. Sobre todo, una madre entregada como ninguna que le tocó presenciar la muerte de su amado hijo fruto de su vientre y más aún de su corazón.

Miró Tu imagen clavada cruelmente en la cruz que reposa en el centro de nuestra capilla. Mis ojos se llenan de lágrimas de solo imaginar a tan noble ser como Tú sometido a tamaña injusticia siendo inocente y las crueles torturas a las que fuiste sometido sin consideración alguna. Todo enmarcado en aquellos tiempos de oscuridad donde la humanidad estaba a merced de la confusión y el desorden y donde Tú mi amado Jesús viniste con la misión de iluminarnos el camino con Tu sabiduría e infinito amor y misericordia. Te amo Jesús amado con mi corazón enamorado que no hace más que pensarte y aguardar Tu santa voluntad.

En Tus brazos está el verdadero descanso a las tribulaciones que da la vida mundana. Al mirarte clavado en la cruz puedo sentir la calidez de Tu presencia y esa mirada llena de infinita misericordia capaz de curar nuestras penas más hondas.

Pienso también en el artista que magistralmente talló en piedra Tu sagrada imagen que está a mi vista; seguramente al él también le tocaste el corazón dada la belleza de su obra que se erige magistralmente en esta magnífica capilla hecha con simpleza pero con gran amor y devoción.

Ahora cada una de las hermanas hace silencio y vuelvo a mi mundo de recuerdos que me acompañan fielmente a pesar del deslustre que causa en el mismo el discurrir del tiempo.




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