Cuando Me Enamoré De Ti

Capítulo 3: María Rocío establece un vínculo afectivo profundo con Dios

Una noche cubriendo mis oídos para escapar de los gritos y el llanto desesperado de mis padres y los portazos de Simón Pedro, me sentí invadida por una paz profunda venida de otro mundo acompañada de una caricia en una de mis manos y un olor a rosas frescas como en primavera. Una música angelical acarició mis oídos; entonces se hizo clara una voz dulce y armoniosa dentro de mí que me dijo:

—Hermana amada, mi alma está en paz, dedica tu vida a la oración y al servicio a Dios; el que lleva a Dios en su corazón nada le falta. Él es el único amigo verdadero que fielmente te acompañará en todos y cada uno de los momentos de tu vida. Cuida a papá y a mamá que ya pronto nos encontraremos en la gloria del Señor.

Desde ese día me fui acercando a Ti, construyendo un lazo de amor profundo e indestructible. En Tu infinita generosidad me mostraste el camino correcto a seguir para entregarme con todo mi amor y devoción a Tu servicio, así como ayudar a mis padres y mi hermano a ir sanando lentamente su pena.

Finalmente me consagré junto a otras hermanas a ser Tu esposa en una ceremonia llena de emotividad y recogimiento donde acostada en el suelo de la iglesia hice los votos de pobreza, obediencia y castidad. Ese día se consumó un matrimonio que me hace sentir plena y dichosa. Jamás olvidaré ese día el más especial de mi vida al sentir mi entrega a Ti. Tenía la sensación de flotar en las alturas fuera de mi cuerpo y al mirar Tu sagrada imagen vi que Tus pupilas brillaban acogiendo mi alma en Tu corazón generoso y omnipresente. Ese día recibí con amor un nuevo nombre e identidad dejando atrás a la María Rocío que una vez fui; ahora soy con orgullo Sor Rocío.

Mamá, papá y Simón Pedro me acompañaron en mi nuevo camino dándome profundo aliento. Ellos finalmente con las emociones más aplacadas habían puesto sus vidas en Tus manos y sentían que mi hermanita había sido un ángel que había guiado mi camino hacia un encuentro profundo contigo.

No puedo negar que durante algún tiempo la tentación hizo acto de presencia en mi mente al recordar a aquel Juan David anhelante que durante un tiempo me lloraba y suplicaba que volviera a sus brazos dibujando en su mente una familia que yo no podía darle pues todo mi ser no hacía más que desear entregarme a servirte y ser fiel a Tu palabra profundamente enamorada de Ti.

Es que Tú amado mío sembraste en mi corazón Tus palabras llenas de infinito amor y consuelo haciéndome comprender lo efímero e intrascendente que lo es todo en la vida en cambio Tú te eriges imponente en la eternidad.

Ya han transcurrido muchos años desde tu partida querida hermana; ya mis padres son mayores y Simón Pedro ha hecho una bella familia. Ya ha pasado también mucho tiempo desde mi unión a la congregación que ha sido mi otra familia. No puedo negar que tenemos días agotadores y difíciles, pero siempre nos une el amor a Jesús y al prójimo lo cual nos mantiene en pie llenándonos de la fortaleza necesaria para continuar adorándote, educando y ayudando a los más necesitados.

Llena de dicha imagino algún día la despedida de mi cuerpo terrenal. Me veo a mí misma partiendo a lo lejos de este cuerpo que me concediste en gracia divina para así recibir Tu abrazo fraterno capaz de calmar todas mis angustias y pesares. Luego soy testigo a lo lejos de cómo ya reposando en mi féretro estoy rodeada de mis amadas hermanas de la congregación y mi hermano Simón Pedro junto a mis dos maravillosos sobrinos, para finalmente acurrucarme en Tus brazos escuchando los latidos de Tu corazón lleno de vida y luz, y Tu mi amado enjuagando mis lágrimas cristalinas que encapsulan mi dicha de finalmente estar en tus brazos unida a Ti en la paz que solo Tú sabes dar.

Ya mis amadas hermanas sentimos el ruido del transporte escolar que trae a estás maravillosas hijas Tuyas para que las eduquemos y les inculquemos valores que les sirvan para enfrentar la vida con fe y optimismo a la vez que sean capaces de establecer una estrecha y fructífera relación contigo que las lleve por la senda del bien.

Nuestros rezos han culminado y ya cada una sabemos que es hora de ir a trabajar con ahínco sirviéndote con amor y devoción. Nos miramos con respeto y afecto y así cada una de nosotras lentamente y en orden salimos de la capilla, caminando por los amplios pasillos del colegio, llenas de fe renovada que solo Tú amado Jesús nos puedes dar y que nos alienta ante las dificultades transitorias de convivir con almas imperfectas, pero en comunión profunda contigo. Al fin y al cabo, la vida es una lección de amor que Tú nos concedes en esta corta estadía.

A quienes viven sus vidas pensando en bienes materiales y viven pregonando la eterna juventud les digo con amor:

No se fijen en las arrugas del rostro que ennoblecen el semblante por ser signo inequívoco de haber vivido la vida. Busquen sanar las grietas del alma donde a veces se empoza el dolor, el rencor y las emociones negativas. Abran su corazón al Señor pidiéndole que les ayude a sanar esos sentimientos y emociones que oscurecen nuestro mundo interior.

Fortalezcan su relación con Él creando lazos de amor profundo con ese compañero fiel que siempre se manifiesta de algún modo y que es el único que nos acompañará de principio a fin en esta efímera existencia.

Por último, querido Jesús con todo mi amor te dedico esta oración que la escribí desde lo más profundo de mi alma con mucho amor:

Oración de agradecimiento al Señor:

En la oscuridad de la vida mundana, Tú eres la luz que guía mi camino.

En mi alma dolorida dibujas con tu dedo índice en mi corazón fortaleza para continuar viviendo.

En la pobreza me has enseñado el significado de la verdadera riqueza.

En mi humilde condición efímera me has mostrado Tu trascendencia.

En el amor a Ti he descubierto la plenitud.

En Tu mirada enamorada habita un manantial de misericordia, perdón y serenidad.




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