Las últimas dos semanas, Diego había tratado a todas luces de comunicarse con Tiziana, pero aquello parecía una misión imposible, mucho más difícil de lo que imaginó en un principio. Y lo peor era que a esas alturas, ya no tenía idea de cómo hacerlo. Había logrado ubicar a las fanáticas más alborotadas de su ciudad e incluso había conseguido que un par lo siguieran en Twitter, les había pedido ayuda y ellas habían escrito unos cuantos mensajes etiquetando a la cantante, pero ninguno había llegado a ella. Es que era imposible que alguien con tantos seguidores se fijara en uno de esos mensajes que se actualizaban a cada segundo. Él era invisible, no podía llegar a ella, y se sentía frustrado, y también un poco enfadado. Sabía que no era culpa de la chica —que ni siquiera estaba enterada—, pero estaba molesto igual, y ni él entendía el motivo. Solo tenía miedo de no poder cumplirle a su hermana aquello que tanto anhelaba, o de que el tiempo se le acabara en el proceso.
Aquel día, ingresó a Facebook una vez más. Una de las fanáticas le había indicado cuál era el perfil personal de Tiziana —uno con un pseudónimo extraño que no tenía ni siquiera una foto de perfil—, pero como era de esperarse, era privado. Se dedicó a revisar sus fotos y a intentar seguir a algunos de sus amigos, con la esperanza de encontrar a alguien cercano a quién contactar y pedirle el gran favor de comunicarle con ella. Él no quería decirle lo buena y fantástica cantante que era, no era su intención molestarla, solo quería pintarle una sonrisa de esperanza a su hermana, regalarle el sueño antes de que se apagara.
Entonces una foto llamó su atención, era una chica rubia de sonrisa contagiosa a quien ya había visto en el Instagram de Tiziana, en su foto de perfil se hallaba frente al edificio de una prestigiosa universidad de la ciudad de Las Margaritas, ciudad en la que él y Silvia vivían, y que, además, quedaba cerca de su oficina. Fiorella Carfagnini decía el nombre, y en su perfil decía que era de Vívaro, pero vivía en Las Margaritas. Al ingresar a su perfil observó su foto de portada, eran Tiziana, ella y otros tres jóvenes más con uniformes escolares.
De inmediato y sin pensarlo mucho le envió una solicitud de amistad esperando su respuesta. Y no pasó más de unos cuantos minutos para que la chica aceptara y le mandara un mensaje.
«Hola, ¿te conozco?».
«No, la verdad no, pero necesito que me ayudes, que me hagas un favor. Sé que suena muy raro, pero… es importante». Rogó Diego a riesgo de leerse como un acosador.
«Vaya, un desconocido pidiéndome un favor, suena tentador... Pero primero preséntate, ¿no?». Respondió ella con ironía.
«Soy Diego Roa, vivo en Las Margaritas, en el barrio verde y trabajo de mesero en el hotel Césamo. Tengo una hermana de dieciséis años y…»
«No, por favor no vayas a decirme que me hablaste para que te contacte con Tiziana, por favor no me lo digas. Si te acepté es porque vi que tienes mi edad y que vives en mi ciudad. Pensé que quizás eras alguien de la universidad o algo así... Por lo general nunca acepto a las admiradoras de Tiziana, me cansan pidiéndome cosas». Respondió con sinceridad interrumpiendo a Diego mientras pensaba cómo decírselo.
«Oh... bueno, siento mucho todo eso, y seguro que te entiendo, pero en este caso, sí necesito que me contactes con Tiziana, y de verdad es importante…».
«Solo porque es la primera vez que un chico de mi edad me pide que le contacte con mi amiga intentaré explicarte algo. Esto me parece realmente extraño, porque la mayoría de sus admiradoras son chicas de la edad de tu hermana… y pues, a decir verdad, me generas algo de curiosidad. ¿Por qué crees que debo ayudarte?».
«Voy al grano, mi hermana está con cáncer, tiene leucemia y creemos que le queda poco tiempo de vida. Solo somos ella y yo, nuestra vida ha estado marcada por la catástrofe ya que nuestros padres murieron hace casi cinco años en un accidente. Ella sueña con que Tiziana la siga en Twitter, es nada más que eso, sé que es algo tonto, pero ella piensa que de esa forma podrá darle una carta que le escribió a tu amiga. Sé que ella recibirá muchísimas y que seguro para alguien así, mi hermana solo es una más, pero ¿sabes?, para mí es lo único que tengo… Entonces, yo quiero regalarle algo más, quiero llevarla a su concierto, y solo necesito un minuto de su tiempo cuando esté acá, para que pueda darle un abrazo a mi hermana. Si me lo preguntas a mí, no sé por qué mi hermana cree que si abraza a una desconocida su mundo será mejor, pero es su sueño y haré lo que sea para conseguirlo. Pídeme lo que sea, haré lo que quieras para compensarte. Pero solo ayúdame, llevo mandándole mensajes por aquí y por Twitter hace dos semanas y no me lee, ya no sé qué hacer».
«Woooo para... detente... ¿Me lo estás diciendo en serio? Es decir, ¿en serio tu hermana está así de mal? ¿Esto no es una trampa?».
«¿Qué clase de psicópata podría inventar tal sufrimiento solo para conocer a alguien? Puedes comprobarlo si quieres, puedo llevarte sus registros médicos o si quieres llevarla a ella misma».
«Ya, disculpa… Entiendo, mira… Tizi y yo nunca hablamos de ese mundo, ella para mí es solo mi amiga, la de siempre, mi hermana. Y nunca le he mandado un mensaje de ninguna fanática. Si lo llegara a hacer le parecería extraño, quizás incluso le moleste… a mí me molestaría, pero tu caso es especial. Déjame hablar con ella, ¿sí?».
«Gracias Fiorella, gracias».
Diego se desconectó y se sintió feliz, al fin estaba un poco más cerca.
Era fin de semana y habían salido del hospital hacía un par de días. Pese a las predicciones, Silvia volvió a repuntar y todo apuntaba a que estaba saliendo a flote de nuevo. Se encontraba animada, habían incluso planeado ver películas y pasar el sábado en casa. Mariela también vendría, comerían pizzas y palomitas mientras hacían una maratón de Harry Potter.