Diego despertó temprano y con la sensación de no haber dormido lo suficiente, pero aun así se sentía feliz. No sabía bien de donde provenía esa sonrisa que se pintaba en su rostro de forma bobalicona, pero decidió atribuirlo a que estaba muy cerca de cumplirle el sueño a su hermana y eso lo hacía llenarse de esperanzas. La sola idea de imaginar la sonrisa que pondría ella y lo emocionada que estaría, llenaba su mundo de magia y hacía parecer que las cosas no eran tan malas, que el final no estaba tan cerca.
Desayunó, se dio un baño para despejarse y fue a trabajar. Apenas llegó al hotel, se cruzó con Mariela que se acercó a él y luego de darle un fuerte y efusivo abrazo, decidió preguntarle por aquello que habían conversado antes.
—¿Qué tal? ¿Pudiste hablar con el doctor para ver si podrás llevar a Silvia al concierto? —inquirió con genuina curiosidad.
—Sí... bueno, no estaba muy convencido de todo eso, pero ya encontré la solución —respondió él, había olvidado un poco que al doctor no le agradaba demasiado la idea.
—¿Sí? ¿Cuál?
—Al fin logré dar con la chica, con la cantante que tanto admira Silvi, con Tiziana —explicó y Mariela abrió grande los ojos con sorpresa—. Va a darnos un pase para estar tras los camarines. También sugirió que la lleve al hotel donde ella se hospedará para poder conocerla.
—¡Wow! ¡Diego! Eso es súper genial —exclamó Mariela dando pequeños saltitos de emoción.
—¿Verdad que sí? Silvia alucinará —respondió él con emoción.
—¿Y ya se lo comentaste? —preguntó la muchacha—. ¡Wow! Ojalá yo pudiera conocer a mi artista favorito —musitó con aire soñador.
—No le he dicho nada aún —respondió él—. Será una sorpresa.
—¡Me parece estupendo!
—¿Sí? —Quiso asegurarse Diego y ella asintió. En ese momento los llamaron para ir a sus puestos de trabajo, así que dejaron la conversación para después.
Cuando llegó su hora de almuerzo, Diego se sentó en una mesa casi en la esquina del salón donde almorzaban los empleados y tomó el celular para llamar a Silvia.
—¡Hola, Sil! ¿Estás bien? —quiso saber. Siempre que tenía momentos libres acostumbraba a llamarla para cerciorarse de que todo estuviera en orden.
—Sí, todo bien, Diego. ¿Tú? ¿Mucho trabajo?
—No, bastante tranquilo. Ahora voy a comer algo, hablamos luego, ¿sí?
—Claro, hermano, cuídate, no te preocupes que estoy bien —dijo ella para asegurarle de que todo estaba en orden. Creía que su hermano se preocupaba demasiado.
Diego cortó y se dispuso a comer lo que se había servido antes, pero apenas comenzó a hacerlo, se le ocurrió la idea de escribirle a Tiziana. Lo cierto era que no quería molestarla, ni parecer esos fanáticos pesados. Si ella le dio su número era solo para combinar el encuentro y no podía abusar de aquella generosidad. Sin embargo, recordar la conversación de la noche anterior lo hizo sonreír. Habían hablado como dos personas normales, como si ella no fuera una estrella del pop juvenil sino una chica cualquiera que conoció por casualidad.
Aquel pensamiento hizo que se animara a escribirle, después de todo solo quería ser un poco cortés.
«Hola. ¿Cómo estás? Espero no molestar, solo quería saber si pudiste dormir algo y cómo amaneciste, espero que no estés tan cansada por haber trasnochado. Por cierto, soy Diego».
Apenas había dejado el teléfono en la mesa para poder llevarse un bocado a la boca cuando este vibró. Diego lo tomó con velocidad, tanta que casi echa el vaso de agua que estaba al lado de su plato.
«¡Hola! ¡Qué sorpresa! La verdad estoy un poco acostumbrada a dormir poco, así que no te preocupes... ¿Tú? Espero no haber contribuido a que tuvieras una mañana muy pesada…».
«Yo suelo dormir temprano y la verdad es que estoy un poco cansado, pero me siento feliz, es un buen día».
«¿Y eso? ¿Pasó algo en especial?». Quiso saber Tiziana.
«No sé... Supongo que imaginarme la cara de Silvia cuando te vea me hace feliz».
«Sí, imagino que se pondrá contenta».
«Será inolvidable… Bueno, siento mucho molestarte… mejor te dejo, has de estar muy ocupada». Dijo Diego a modo de despedida.
«No molestas, estaba ensayando, pero ahora me estoy tomando un descanso para almorzar. ¿Tú? ¿Cómo va el día?».
«Nada nuevo, lo mismo de siempre y también estoy en mi horario de almuerzo… Imagino que eso de bailar, cantar y saltar todo el día ha de ser más cansador que lo mío».
«Ja, ja, ja. La verdad es que es un poco agotador, pero me gusta y me divierte mucho hacerlo».
«Eso está bueno. Oye, ¿y cuándo comienza tu gira?». Quiso saber él.
«Comienza justo en Las Margaritas, luego voy por otras ciudades para finalmente cruzar la frontera hacia Santa Cecilia».
«Ya… ¿Y conoces muchos países?». Quiso saber Diego, siempre le había gustado viajar, aunque nunca hubiera ido más lejos que a Villa Esla, donde hacía muchos años, había vivido su abuela paterna».
«Sí, la verdad es que he viajado bastante ya gracias a mi profesión». Respondió ella con un emoticono de monito que se cubre la cara.
«Entonces en verdad eres famosa…».
«Bueno, eso depende de a quién se lo preguntes. Si es una de mis seguidoras, probablemente la respuesta te parezca positiva, pero si es alguien como tú, que no sabe de mi existencia, la respuesta será negativa, ¿no lo crees?».
«Ahh, pero ahora si me lo preguntan ya sé que existes, así que responderé que sí, que lo eres».
«Me agrada que ya sepas de que existo».
«Prometo aprenderme la letra de un par de tus canciones, así podrás decir que soy tu admirador también». Respondió él adjuntando una carita que llora de risa.
«No es necesario, no me interesa tenerte como admirador, me agrada que sepas que existo y saber que existes. Ciertamente me gusta hablar con gente que no me ve como alguien especial. ¿A ti te gusta cantar?».
«No mucho, la verdad, pero ejecuto la guitarra de manera básica. La que canta es Silvia. Su sueño era llegar a ser cómo tú…». Respondió y adjuntó una carita triste.