Todos los días de esa semana, Tiziana y Diego conversaron por Facebook y WhatsApp bajo la excusa de organizar lo del encuentro, pero en realidad hablaban más de la vida de cada uno que de aquello.
Cuando el día llegó al fin y Tiziana estaba en el avión, cerca de aterrizar. Recostó su cabeza en el asiento y cerró los ojos sin poder dejar de pensar en la ansiedad que le generaba conocer a Silvia. ¿O en realidad esa ansiedad se debía a que iba a conocer a Diego? Aquella pregunta rondaba su cabeza, pero ella solo sonreía al pensarlo. Como siempre, Javier no la acompañó porque tenía presentaciones el fin de semana, por más que ella sabía entenderlo, aquello siempre le dejaba una sensación de desazón, que, en esa oportunidad, por primera vez no le afectó en lo más mínimo, de hecho, le agradó la idea de alejarse un poco de él.
En el aeropuerto la esperaba Fiorella emocionada, pero también estaban un montón de fanáticas que habían descubierto la hora del vuelo y habían ido con sus cuadernos, revistas y folletos tratando de conseguir una foto o un autógrafo.
Tiziana bajó del avión y se pasó unos minutos firmando autógrafos y sacándose fotos. Luego, fue hasta donde le esperaba el auto que la llevaría al hotel y donde su amiga la esperaba desde hacía rato.
—Uff, ¡cada vez te tardas más!, cada vez son más de esas chicas que están ahí paradas esperándote, creo que la próxima ya no vengo. ¡Pierdo toda la mañana!, aparte ¿cómo se enteran? —preguntó y puso los ojos en blanco.
—No lo sé, creo que nunca lo sabré. ¿No me darás un abrazo? —sonrió ella abriendo los brazos—. ¡Te he extrañado mucho!
—Y yo a ti, amiguita —dijo Fiorella dándole besos en la mejilla—. ¿Vamos? Seguro que en el hotel hay otra tanda de fanáticas locas gritando tu nombre.
—Bueno, ya de una vez acostúmbrate a eso —sonrió Tiziana volviéndola a abrazar.
—Soy celosa, me cuesta competir con tus otras amigas y más aún con todas esas chicas y tu fama. No me gusta compartirte —dijo Fiorella con una sonrisa bromista—. Por cierto, y hablando de compartirte con alguien, Diego y Silvia ya están en el hotel, me dijo Diego que Silvia no entiende porque están ahí, pero sospecha que algo pasa porque como buena fanática sabe que tu llegarás a ese hotel y por tanto está muy entusiasmada.
—Sí, Diego le dijo que él debía trabajar ahí esta mañana y por eso debían ir. Me comentó que ella está muy feliz —agregó Tiziana sintiendo que las manos comenzaban a sudarle.
—Ahora que no puedes esconderte tras una pantalla y que no te puedes ir y cerrar sesión. ¿Vas a decirme qué sucede con Diego? —preguntó la chica mirando directamente a los ojos y tomando desprevenida a su amiga.
—Nada, Fio, ya te lo dije... —respondió Tiziana rodando los ojos—. Es probable que después de esto perdamos el contacto.
—Ajá… —dijo la muchacha haciendo un gesto con la mano para que Tiziana continuara.
—Me cae bien, me siento bien hablando con él porque puedo ser yo misma. A él no le importa nada de mi parte artística, ni siquiera me conocería si no fuera por Silvia, y me gusta conversar con alguien para la que soy solo una chica, como cualquier otra —añadió.
—Y hablan mucho, ¿eh? Discúlpame por pensar mal, pero es extraño en ti —sonrió Fiorella con picardía.
—Bueno, para mí no es tan raro... —quiso justificarse Tiziana, pero su amiga solo negó, como si ella pudiera ver algo más atrás de todas sus palabras.
Cuando llegaron al hotel, Tiziana se bajó y se detuvo de nuevo a firmar autógrafos y sacarse fotos. Fiorella entró de inmediato a buscar a Diego y Silvia, que debían estar esperando en la recepción.
***
Esa misma mañana, Diego se despertó más temprano de lo necesario, sin saber bien por qué y sin poder volver a conciliar el sueño. Se sentía nervioso, las manos le sudaban y el corazón le bombeaba con más fuerza. Iba a conocer a la chica con quien llevaba días hablando, a él no le importaba si ella era famosa o no, solo era una chica con la que se había abierto bastante en los últimos días sin pensar en que sus realidades de vida eran completamente distintas. Ella vivía rodeada de lujos y él rodeado de compromisos. Sin embargo, hablar con ella se le había hecho fácil, se habían contado cosas bastante íntimas y habían creado una especie de confianza que iba más allá de la situación por la que iban a reunirse, que era cumplir el sueño de Silvia. Y aunque él no quería ilusionarse con la idea de seguir hablando con ella, en realidad lo deseara y temía que luego de eso, la comunicación se detuviera.
De todas formas, se puso un jean negro y una camisa azul marina, que era la más linda que tenía. Despertó a Silvia y le dijo que tendría que acompañarle a un hotel donde debía ir a ver algo sobre un trabajo.
—¿Por qué tienes que ir ahí si tú ya tienes trabajo? —le preguntó Silvia un poco adormilada.
—Porque tengo una entrevista importante y es un hotel muy grande.
—¿Y por qué te tengo que acompañar yo? —le preguntó ella.
—Porque no quiero dejarte sola.
—Me encantaría ir, porque hoy va a haber mucha gente en ese hotel ya que dicen que Tiziana se va a hospedar ahí. Pero no sé, seguro no la podré ver y estar en el mismo sitio y no poder verla me hará sentir triste.
—¿Sí? ¿Y a qué hora llega? De por ahí podemos hacer algo para que la conozcas.
—No lo sé... No creo que las cosas funcionen así, habrá muchas personas.
—Bueno, veremos qué podemos hacer, pero ahora vamos que se me hace tarde —dijo Diego sonriendo de su habitación.
—Bien, vamos —susurró la chica levantándose para prepararse.
Diego no le dijo que se iban a quedar hospedados en ese hotel, pero antes de despertarla metió en su mochila un par de cosas de su hermana. Después de todo, no necesitaba gran cosa. Estaba feliz de que ella estuviera bien en esos días, no se la veía tan enferma y había estado de muy buen humor.