Cuando me haya ido

14. Casi

 

A la hora pactada, Diego y Silvia bajaron con Fio a esperar al chofer que los llevaría al teatro donde sería el concierto. Los tres tenían colgado al cuello un pase que les permitiría entrar a los camarines. Silvia no daba más de emoción, y cuando estuvieron allí, Fio les dijo que la siguieran.

Caminaron por un pasillo angosto que terminaba por una puerta, de la misma colgaba un cartel que decía: Tiziana Bari, era su camerino y Silvia comenzó a dar pequeños saltitos de emoción. Diego la abrazó y Fiorella, con una sonrisa, golpeó la puerta.

—Tizi, ¿podemos pasar? —inquirió.

—¡Claro! —exclamó ella desde dentro.

Fiorella abrió la puerta y allí estaba ella, una mujer la peinaba mientras otra la maquillaba. Fio entró como si estuviera en su casa y se sentó en el sofá cerca del lugar donde Tizi se encontraba. Silvia y Diego permanecieron de pie, hasta que ella los llamó para que se sentaran a su lado. Silvia caminó hasta ella, sentía que las manos le temblaban y se imaginaba qué dirían sus amigos virtuales del Club de fans de Facebook si se enteraban por dónde andaba. Diego se mantuvo de pie cerca de la puerta.

Entonces, el teléfono de Tiziana sonó y ella se dispuso a atender.

—Hola —saludó con dulzura—. Sí, todo está en orden. ¿Por allá? —escuchó del otro lado—. Me hubiera gustado que estuvieras aquí… ya sabes… —Hizo una pausa—. Lo sé… lo sé… —Otra pausa—. Bueno, pero igual… sé que… sí, está bien, hablamos después… —Una pausa más—. También yo.

Silvia miró de reojo a Diego para observar su reacción, pero no había nada que leer en sus facciones. Tiziana cortó la llamada y Fiorella puso los ojos en blanco.

—El odioso de Javier, ¿no? —sentenció y Tiziana no respondió.

—¿Por qué no te cae bien? —preguntó entonces Silvia. Tiziana miró de reojo a su amiga para que tuviera cuidado con lo que pensaba decir.

—Porque… ehmmm… no lo sé —respondió.

—Tampoco le agrada a las chicas del fandom —comentó Silvia.

—Sil… —La llamó Diego para que no siguiera.

—¿Por? —Quiso saber Fiorella como si lo que ella le contaba fuera en realidad una noticia importante.

—No lo sé —respondió la muchacha al darse cuenta de la intensidad de la mirada de su hermano—. Tizi, ¿puedo ir a ver todo lo que hay por aquí? —preguntó entonces.

—Sí, por supuesto —dijo la muchacha y Silvia se levantó para salir del sitio.

Diego no se movió de al lado de la puerta mientras observaba con disimulo la manera en que esas dos estilistas trasformaban a esa chica tan bonita con la que él hablaba todos los días en una estrella pop del momento.

—Le dije que me gustaría que estuviera acá —comentó Tiziana a su amiga—. Dijo que da igual, que ya se sabe el show de memoria —añadió apenada. Por un momento olvidó a Diego y necesitaba contarle eso a Fiorella porque sentía que se le había formado un nudo en la garganta.

—No sé qué quieres que te diga —respondió su amiga observándola con cariño—. El tipo no te valora. —Se encogió de hombros—. No hay nada nuevo en eso. ¿No es así, Diego?

—No lo conozco, pero si dijo algo así, supongo que algo de razón tienes —respondió con la vista clavada en Fiorella, que sonrió de lado al oír su respuesta.

—¡Diego! —exclamó Tiziana con sorpresa—. Perdón, pensé que te habías ido con Silvi.

—No, bueno… disculpa…

—No, no te preocupes —añadió Fiorella—. Tú que eres hombre, Diego, ilumínanos. ¿Te parece normal que el chico nunca quiera estar con ella y que siempre ponga excusas para ir a verla a sus conciertos? ¡Y eso no es todo! —añadió haciendo gestos con las manos—. ¡Ni siquiera se queda en casa! Nunca están juntos —exclamó. Tizi frunció los labios en un gesto que denotaba que estaba molesta—. Te parece normal, ¿Diego?

—Bueno, yo no lo conozco… y tampoco sé lo que es ser parte de este mundo, quizá no quiere mezclar las cosas… Pero, creo que, si yo tuviera a mi lado una chica como Tiziana, estaría todo el día atrás de ella, quizá deberían darme una orden de alejamiento —añadió con una sonrisa al final y enfocó su vista en Tiziana, que pronto sintió el rubor en sus mejillas.

—¡Estás lista! —sonrió la maquilladora.

—Gracias —respondió ella y ambas mujeres se retiraron.

—Bueno, eso tampoco me agrada —añadió Fiorella volviendo a la conversación—. Me suena demasiado posesivo. —Los tres se rieron del comentario—. Pero estamos de acuerdo en que a Javier no le interesa mucho acompañar y apoyar a mi amiga —dijo y miró a Tiziana, luego tomó algunos de los maquillajes de la mesa y comenzó a retocarse—. Y eso es lo que no me agrada para nada…

—No digas eso —se quejó Tiziana—. No es así.

—Entonces, ¿cómo es? —preguntó la muchacha viendo a su amiga por el reflejo del espejo.

—Pues… solo está ocupado…

—Sí, claro… Excusas —musitó la muchacha y luego tomó su bolsa que había quedado en el sofá—. Los dejo solos un rato, voy a buscar a Silvia para sacarnos unas fotos y que tus fanáticas nos envidien en redes sociales —añadió saliendo de la habitación.

Ambos quedaron en silencio por un rato, Diego seguía de pie al lado de la puerta y miraba a Tizi de espaldas, retocándose frente al espejo.

—Te contrataré para mi guardaespaldas —bromeó la muchacha—. ¿Por qué no te sientas? —inquirió.

—Estás preciosa —murmuró él y luego se acercó al sofá.

—Gracias —respondió ella con dulzura.

—¿Estás nerviosa? —preguntó.

—Siempre estoy algo nerviosa antes de un show —respondió encogiéndose de hombros—. Estoy acostumbrada a eso…

—¿Era muy importante para ti que él estuviera aquí? —quiso saber Diego.

—Me gustaría que viniera… que me acompañara, que me viera en escena… No lo sé, quizá soy muy egoísta…

—No lo eres. Entiendo lo que dices y creo que tienes un buen punto —respondió.

—Gracias… —El silencio se hizo de nuevo entre ellos y sus miradas se profundizaron sin incomodidad.




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