Cuando me haya ido

19. Miedos

Tiziana caminó hasta el living y vio que Javier se había quedado dormido allí. Lo miró y supo que todo lo que alguna vez sintió por él se había terminado y que sería mejor que se alejaran. Se sentó y lo observó dormir, pensó en su conversación con Diego... Ella quería estar con él y lo sentía, sentía unas fuertes ganas de abrazarlo, de besarlo. Pero él no quería, por más que le dijera cosas lindas, él solo quería ser su amigo... ¿Por qué Diego se comportaba así? Quizá él no sentía lo mismo que ella y era hora de admitirlo. Regresó a su cama y se acostó a dormir.

La sensación de alguien entrando en la cama la despertó, Javier se pegó a su cuerpo y empezó a besarle el cuello, ella fingió dormir, pero él siguió insistiendo.

—Mmmm buenos días —dijo saludándolo, pero Javier no respondió y siguió besándola—. Javier, tenemos que hablar —lo interrumpió con brusquedad.

—¿Qué pasa? ¿Por qué me rechazas? —preguntó con el ceño fruncido.

—Creo que lo mejor será que nos alejemos un tiempo —dijo Tizi mirándolo a los ojos—. Ya no sé lo que siento por ti, llevamos tanto tiempo alejados, que no sé si realmente queda algo dentro de mí para ti.

—Dios, Tiziana, ¿y me lo dices así como si nada? ¿Ahora? Acá en Paris, ¿a dónde viajé solo para verte?

—Lo siento —murmuró ella—, pero es mejor que te lo diga cuanto antes, no puedo fingir que está todo bien.

—Pero ¿qué es lo que pasa? Estamos bien, yo por mi lado tú por el otro. Ahora estamos juntos, ¿por qué no lo disfrutas?

—Justamente eso pasa, cada uno está por su lado, ya no somos una pareja, no compartimos nada.

—¿Estás segura de esto? —preguntó él con indignación.

—Lo estoy —afirmó ella. Enojado salió de la habitación.

Tiziana se acostó de nuevo y las lágrimas empezaron a caer por sus mejillas. Su teléfono sonó.

—¿Cortaste con él? ¿Por qué lo hiciste? —Era Diego.

—¿Cómo lo sabes? —le preguntó ella sin pensar.

—Porque leí tu PosData, Tizi no lo hagas por mí, por favor no lo hagas por mí —rogó aumentando así la tristeza de la muchacha.

—¿Tanto miedo me tienes, Diego? Tranquilo, no lo hago por ti, lo hago porque ya no siento nada por él y no puedo estar con alguien a quien no amo. Lo hago porque no me gusta engañar a nadie y lo nuestro terminó hace tiempo. Lo hago por mí.

—¿Estás bien? —preguntó al notar su voz tomada por las lágrimas.

—No estoy bien, pero no es porque corté con él, es porque me rechazas, y no lo entiendo. No entiendo por qué lo haces y me siento poca cosa intentando cambiar tu manera de pensar. Quizá debo aceptar que…

—No te rechazo, preciosa —interrumpió Diego—. Pero ¿qué quieres que te diga? Me gustas, me gustas con locura, no puedo sacar tu imagen de mi mente, tus labios, el sabor de tu boca y la sensación de tus manos acariciando mi cabeza. Pienso en ti todo el día, quisiera estar ahí contigo ahora, quisiera estar contigo siempre. Quisiera cuidarte y protegerte, darte todo lo que te mereces. Pero no tengo nada para darte, Tiziana. Tú quieres que yo sea tu príncipe y yo solo soy un maldito peón, no sirvo para nada, no puedo darte nada. ¿Puedes entender eso? Solo estás ilusionada conmigo y con lo que sientes cuando estamos juntos, pero cuando eso termine, ahí veras de lo que te hablo, y entonces te perderé… y no quiero perderte…

—Ya no quiero hablar más de esto, Diego. No llegaremos nunca a un acuerdo con esa forma de pensar tuya. Eso es todo lo que odio de ti, que sigas pensando de esa forma. Yo no quiero nada, no quiero dinero, no quiero el maldito título de médico, no quiero que dejes todo y vueles hacia mí. Solo quiero que nos demos una oportunidad, solo eso, pero no puedo obligarte…

—No quiero perderte, Tiziana, y sé que, si somos algo más que amigos la cosa terminará mal, y te perderé. Prefiero quedarme de este lado de la historia y estar siempre a tu lado —insistió él.

—Conformista… —murmuró ella.

—Si eso es lo que piensas no tengo nada que decir —añadió él derrotado.

—Hablamos luego, Diego, quiero estar sola.

—Cuídate, Tizi...

—Como si te importara lo que me sucediera —murmuró enfadada.

—Me importa y mucho, lo sabes.

—¡Déjame en paz!

—Está bien, te entiendo... háblame cuando quieras —dijo antes de cortar.

Tiziana, mucho más enfadada aún, llamó a Fiorella entre lágrimas.

—Corté con Javier, ya no queda nada de mí que quiera estar con él, pero estoy mal, amiga. Ayúdame, por favor —imploró.

—Lo siento, amiga, es normal que estés mal después de romper, han salido por mucho tiempo —intentó consolarla.

—Lo peor es que no estoy mal por eso... Me siento una idiota, estoy enojada conmigo misma. Por poco no le ruego a Diego para que estemos juntos y él se empeña en negarme. Me he humillado, amiga. Él dice que soy todo para él, pero no se quiere jugar por mí, no se quiere dar la oportunidad, no nos quiere dar la oportunidad.

—¿Tan mal estás por él? —inquirió Fiorella al oír a su amiga tan desesperada.

—No empieces, no tú, por favor…

—No... Lo digo en serio, Tizi. Se conocen hace muy poco y estás un poco obsesionada, como muy alterada, nunca te vi así... ¿Qué es todo eso? Me asustas…

—No lo sé, pero odio que me rechace... Odio esta sensación —lloriqueó con desespero.

—No creo que te rechace, solo no puedes entender su parte de la historia, Tizi. Es obvio que muere por ti también, pero no se siente digno de ti.

—Pero eso no tiene sentido...

—Sí lo tiene, Tizi. Lo tiene y mucho. ¿Por qué no dejas de hablarle del tema, de presionarle, de pedirle respuestas y son amigos? Acércate a él, conózcanse más y deja que las cosas sucedan, a los hombres no les gusta que se les presione, amiga. Bueno, a nadie en realidad. Quizá lo mejor sería dejar que las cosas fluyan a su tiempo…

—Quizás tengas razón... estoy haciendo una rabieta, es como si quisiera algo y mi mamá no me lo quisiera dar —murmuró Tiziana sintiéndose tonta.




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