Cuando me haya ido

22. Un juego

Tiziana fue al teatro donde sería su presentación esa noche para observar que todo esté en orden, las luces, el sonido, todo... Ensayó un rato y luego fue a su camerino a descansar.

Encontró al lado de su espejo un enorme jarrón con flores de tonalidades rosadas. Sonrió al ver las flores, eran hermosas. ¿Quién se lo habría dejado? Pensó que podía ser Javier, o quizás algún fan. Se acercó a buscar alguna tarjeta. Un pequeño sobre violeta sobresalía entre las flores.

«Perdón, perdón, perdón, perdón y mil veces perdón...

¿Me perdonas?

Diego».

Se dejó caer sobre la silla y sonrió.

Diego, vaya sorpresa.

Tomó su celular y lo llamó, una videollamada, porque lo quería ver y mostrarle las flores que había recibido.

—Perdón —dijo apenas le atendió.

—Me sorprendiste gratamente —sonrió ella y giró su celular para que él pudiera ver las flores.

—¿Te gustaron? —preguntó él—. No sabes lo que me costó hacer el pedido en francés.

—Son hermosas, gracias... —Pensó en decirle que no necesitaba gastar en esas cosas, pero se calló a tiempo, eso quizás hubiera detonado otra pelea.

—No más que tú —añadió él con una sonrisa, de esas que a Tiziana le entraba hasta los huesos.

—Gracias, gracias, gracias... —dijo ella sin encontrar más palabras. Se veía muy emocionada.

—¿Me perdonas? —volvió a preguntar—. He sido un completo idiota, solo pensé en mí. Tú lo hiciste por ella, y ella está feliz.

—Te perdono... ¿Dónde estás?

—En el trabajo —sonrió él y mostró la oficina en la que se encontraba para que ella pudiera ver—. Éste es mi sitio.

—Genial, se ve acogedor.

—Lo es... Estoy solo acá y trabajo directamente con el doctor Rodríguez...

—Me gusta, un día iré a visitarte y a conocer en persona tu oficina, ¿puedo?

—Por supuesto que puedes —sonrió él.

—Anoche no dormiste bien, me dijo Silvia —añadió.

—¡Chismosa! No podía dejar de pensar en ti, digo, en que estabas enojada.

—Bueno, yo, sin embargo, dormí de maravillas —sonrió ella enrollando un mechón de sus cabellos entre sus dedos.

—Me alegro por ti —dijo él—. ¿Y eso a qué se debió?

—A que vi algo que me gustó muchísimo, y llevó a mis pensamientos a un nivel al que nunca había sido trasportado... —murmuró ella sin sacarse la sonrisa juguetona del rostro, no sabía a dónde iba a llegar con esto, pero le gustaba el desafío.

—¿Qué viste? —preguntó él aún sin entender a lo que se refería.

—A uno de los chicos más lindos del mundo con el torso completamente desnudo. Lo vi como verías a un actor o actriz en televisión, lo que quiero decir es que no lo vi en vivo y en directo, pero no sé. Es que es tan guapo...

—Ahh ya... ¿Y por qué me lo estas contando? —preguntó él sin saber bien qué decir.

—Porque eres mi amigo, lo hablo contigo como lo hablaría con Fio... ¿O está mal? —preguntó ella fingiendo desinterés.

—No, claro que no. Solo… es raro —dijo y se encogió de hombros, sabía que hablaba de él, pero no sabía a dónde llegar con eso.

—Bueno, si te molesta se lo cuento a Fiorella.

—No, no me molesta, cuéntame... y ¿qué paso? —sonrió decidido a seguirle el juego.

—Nada... Que se me congeló esa imagen en la cabeza y luego no me la podía sacar de ahí, y no podía dormir...

—Pensé que dijiste que dormiste genial —contestó él sintiéndose un poco sonrojado.

—Sí, pero es que primero me puse a pensar cosas… Cosas que no es que las pensaba en realidad, sino que caían a mi mente, una tras otras, imágenes, pensamientos... y luego quedé dormida. Y entonces soñé al chico, lo soñé... en esa forma que creo que ustedes los chicos sueñan a las chicas....

—¿En esa forma? —preguntó él ahora con mucha diversión.

—Sí. En esa forma... —sonrió ella sintiendo arder sus mejillas—. Es raro hablar así contigo, siempre lo hablo con Fio, pero somos amigos así que no hay secretos entre nosotros, ¿no?

—Nunca hablé con una chica de esta forma tampoco, pero me divierte, me ayuda a conocerlas mejor —sonrió él—. Entonces despertaste un poco emocionada. ¿Cierto?

—Sí... es una buena palabra para describir cómo me sentía —sonrió ella.

—Entonces era un gran chico —añadió él.

—Sí, la verdad que lo era. O quizá mi imaginación le otorgó súper poderes en mis sueños. Eso no lo descubriré jamás —dijo encogiéndose de hombros.

—¿Y te pasa esto a menudo? 

—No... La verdad que no me había pasado antes, no así...

—¿Que hicieron en ese sueño? —preguntó él animándose un poco más.

—No querrás saberlo —dijo ella guiñándole un ojo—, pero fue fantástico…

Ambos rieron.

—Voy a volver a mi ensayo —continuó ella sin borrar su sonrisa.

—Y yo a trabajar. Te llamo en la noche, ¿quieres?

—Sí, llámame...

—Está bien. Ten un buen día —añadió antes de cortar.

Un segundo después Diego recibió un mensaje.

«PD: ¿Puedes llamarme después de bañarte?».

Se rio para él mismo, esto era peligroso, sexy y divertido.

 

***

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