Cuando me haya ido

26. Intimidad

Ya todos se habían ido de la fiesta, así que Fio, Silvia, Diego y Tizi, estaban sentados en la mesa del comedor conversando. Era tarde y estaban cansados.

—Déjala, Diego, yo la cuido, será una noche de chicas —sonrió Fio con el entusiasmo de una adolescente.

—¿Y entonces por qué no se queda Tizi también?  —preguntó Diego.

—Porque ella debe descansar, recuerda que está en medio de una gira —respondió la muchacha con naturalidad. Tú llévala al hotel y vienen mañana así almorzamos todos juntos. ¿Les parece?

—¿Puedo confiar en ella? —preguntó Diego a Tizi, refiriéndose a Fiorella.

—¡Me ofendes! —exclamó Fiorella sobreactuando una expresión de ofendida.

—Sí, claro que puedes —sonrió Tiziana.

Diego y Tizi se despidieron de las chicas y Diego llevó a Tizi hasta su hotel. No era lejos y caminaron, pero era tarde y hacía frío.

—No sabes cuánto me encanta esto —dijo ella con una sonrisa genuina—, caminar por la calle y pasar desapercibida.

—¿Siempre te reconoce alguien? —preguntó él.

—Depende mucho del lugar, pero sí, sucede con frecuencia —añadió—. Y no me molesta, pero a veces una necesita intimidad.

Mientras conversaban llegaron al hotel e ingresaron. Él se quedó en la puerta, como para que ella siga y él marcharse, pero entonces Tiziana lo miró.

—¿No piensas acompañarme hasta mi habitación? —le preguntó como si estuviera sorprendida.

—No creo que sea correcto —respondió él un poco incómodo.

—Vamos, Diego, tomamos algo y escuchamos música —dijo pasándole la mano.

—Tizi... —musitó él.

Ella se acercó antes de que pudiera continuar tomándolo por sorpresa.

—Diego, hablamos todos los días y nos decimos lo mucho que queremos vernos y estar juntos... ¿en serio vamos a desperdiciar este momento?

—Está bien... —respondió rendido. Ella tenía un buen punto y lo cierto era que él moría por quedarse.

Ambos entraron a la habitación, un poco nerviosos y ansiosos. Él se recostó en la cama y ella sacó unos refrescos del frigobar antes de poner música en su celular, luego se recostó al otro lado de la cama.

Quedaron en silencio por un rato, solo disfrutando de aquel espacio de intimidad, sintiendo la cercanía y la emoción que eso les producía.

—Voy a ponerme más cómoda —dijo ella—. ¿Te quedarás a dormir?

—¿Qué? —preguntó él atragantándose con su bebida—. ¿Estás loca?

—Diego, somos amigos, los amigos duermen juntos, ¿o no? Digo, Fio y Silvia dormirán hoy en la misma habitación, y yo me he quedado a dormir en lo de Fio o ella en mi casa mil veces —exclamó ella mientras buscaba en su maleta algo para ponerse.

—No es lo mismo, Tizi.

—¿Crees en la amistad entre el hombre y la mujer? —preguntó ella.

—Creo... pero nuestra amistad es complicada, los límites son difusos —dijo él—. No nos engañemos.

Sin responder, Tizi sacó una camisilla rosa y un short blanco con flores rosas y se fue al baño a cambiarse, cuando estaba por entrar sonrió y miró a Diego.

—Normalmente me cambiaría en la habitación, pero sé que si lo hago vas a ponerte incómodo, así que paso al baño —Diego sonrió y se sintió sonrojado.

Unos minutos después salió del baño con el pelo recogido, sin maquillaje y vestida con aquello que había llevado para ponerse. Diego pensó que se veía simplemente hermosa, tierna y sexy al mismo tiempo.

—Quiero que te pongas cómodo —dijo acercándose a la cama—. No tengo nada para prestarte que te vaya a entrar, pero sácate esa camisa y esos zapatos por lo menos.

—¿Me quieres ver sin camisa como el chico ese que te enloqueció el otro día? —sonrió Diego.

—Ni me lo recuerdes que no había pensado en eso cuando te lo dije —sonrió ella recostándose—. Si te sacas esa camisa no sé si podré dormir tranquila.

Diego se levantó de la cama y se sacó los zapatos, se desabrocho el cinturón del jean y se sacó la camisa, abajo de esta tenía una camiseta negra al cuerpo. Tizi no dejó de mirarlo ni un solo minuto, sentía que el calor tomaba todo su cuerpo y la sangre le hervía.

Diego se acostó a su lado en la cama y volvieron a quedar en un silencio cómodo. Ambos estaban acostados uno al lado del otro mirando al techo, pero sin tocarse.

—Entonces —continuó Diego—. ¿Qué hacen las chicas en las pijamadas?

—Hablamos de chicos, nos contamos secretos, nos pintamos las uñas y cosas así.

—Lo de las uñas te lo debo, pero podemos hablar de lo que quieras —sonrió él—, cuéntame un secreto.

—No sé cuál podría ser, creo que sabes todo de mí, no tengo secretos —sonrió ella—. ¿Tú?

—Mmmm un secreto podría ser que quiero volver a la universidad, he hablado mucho con el Doctor Rodríguez y él me dijo que me dará todo su apoyo. Prometió interceder por mí para que me vuelvan a dar la beca. Sé que será difícil, casi no tendré tiempo para nada, los estudiantes de medicina normalmente no pueden trabajar, pero yo no puedo darme ese lujo, así que probablemente dejaré de dormir o iré más despacio que los demás, pero es mi sueño y una amiga me dijo que debía luchar por él.

—Que inteligente esa amiga tuya —sonrió Tizi girándose y quedando sobre su hombro para verlo—. Estoy orgullosa de ti —le sonrió.

—Sí, es genial... Bueno, aún no se lo he dicho a nadie porque quería estar seguro de que lo podría hacer, pero creo que si no lo hago me arrepentiré toda la vida. El Dr. Rodríguez es una gran persona, es como un mentor para mí y siempre me ha escuchado. Su apoyo ha sido crucial en la decisión.

—Te dije que hablarás con él, estoy feliz por ti —sonrió Tizi.

—No se lo digas a nadie, yo quiero ser quien se lo cuente a Silvia. —Se giró también para mirarla y ella asintió con la cabeza—. Ahora podemos hablar de chicos, ¿extrañas a Javier?

—No… ¡A que no te conté! Me enteré de que está saliendo con una chica, prácticamente empezó con ella al día siguiente de que lo corté, lo que me lleva a sospechar que estaba con ella mientras estaba conmigo. Es la hermana de un compañero del grupo de él que siempre solía ir a los ensayos, así que es que es casi obvio que me engañaba.




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