Cuando me haya ido

29. Conversación

La tarde paso rapidísimo, se divirtieron mucho con los distintos juegos, por momentos estaban todos juntos y por otros se separaban. Luis y Silvia caminaron hacia un puesto donde él jugó algo y le regaló un peluche que había ganado, era como un sapito verde muy simpático. Fio se encontró a un amigo y fueron a entrar en la Casa del Terror. Tizi y Diego subieron a la rueda de Chicago, él la abrazó todo el tiempo, ya que ella decía que tenía miedo a las alturas. Luego se reunieron todos para comer algo y conversar. De allí fueron a un karaoke donde cantaron y se rieron un montón. Silvia pidió una música de Tiziana y la cantó con ella, en ese momento un par de chicas se dieron cuenta de que ella estaba allí y corrieron a pedirle autógrafos y fotos.

Luego Silvia insistió a Diego que cantara con Tizi e hicieron un dúo muy lindo. Cantaron una música romántica y terminaron muy juntos, todos en la mesa rieron y empezaron a gritar

—¡Beso! ¡Beso! ¡Beso!

Al salir de allí, acompañaron a Fio a su casa. Luego Luis le pidió a Diego para acompañarlos hasta su casa, por lo que Silvia y Luis caminaron tomados de la mano, seguidos por Diego y Tizi, también tomados de la mano, desde lo de Fio hasta el lugar donde habían dejado el auto de Diego.

—Hacen linda pareja —comentó Tizi en vos baja para que los chicos no la escucharan.

—Sí, ojalá no sufra —comentó Diego.

—No hablemos de eso, ya te expliqué que el combo del amor viene con una pizca de sufrimiento, siempre —sonrió Tizi—, pero vale la pena sentirlo y vivirlo.

—¿Vale la pena amar? —inquirió Diego.

—Yo creo que sí —afirmó ella. Se detuvieron y él pasó su mano por su rostro—. Voy a llevarte a tu hotel y luego iré a casa, pero ¿te veré antes de que viajes? Tu vuelo sale de madrugada... —dijo sin dejar de mirarla.

—¿Puedo dormir contigo en tu casa? —preguntó ella—. Solo vamos a dormir, Diego —aclaró—. Mañana voy a viajar y no sé cuándo te volveré a ver. No quiero alejarme ni un segundo —dijo suplicante—, tengo las maletas hechas en el hotel, vamos a buscarlas temprano antes de ir al aeropuerto y me quedo contigo hoy —insistió y Diego sonrió.

—¿Qué va a pensar Silvia?

—Silvia es grande, y está segura de que nos amamos. ¿Qué más da?

—¿Ella te dijo eso? —inquirió él con sorpresa y Tizi asintió.

Caminaron hasta el auto donde ya los esperaban Luis y Silvia. Subieron y fueron hasta la casa.

—¿Puedo quedarme un rato más? —preguntó Luis.

—Sí, pero no tanto, Silvia debe descansar —aclaró Diego.

—Está bien, gracias —dijo Luis mientras entraban al departamento.

—Silvia, ven un rato —la llamó Tizi.

—¿Qué pasó? —preguntó la muchacha.

—¿Puedo quedarme a dormir?

—¿En serio? ¡Claro! Solo no hagan mucho ruido porque mi cama está pegada a la pared de la pieza de Diego y me perturba la idea de escucharte haciendo esas cosas... Eres mi ídola, recuérdalo —Tiziana se echó a reír.

—Tú estás loca —sonrió y la abrazó—. No vamos a hacer nada, solo a dormir —añadió.

—Sí, ya sé, pero duerman sin roncar, entonces —dijo guiñándole un ojo.

Ambas salieron de la cocina y Silvia fue a sentarse en el sofá con Luis. Diego y Tizi entraron a la habitación de él y cerraron la puerta.

—Puedes ponerte esto —dijo Diego dándole una camisa, ella se sacó la ropa, se desabrochó el sostén y se la puso. Diego no miraba porque estaba viendo por el agujero de la puerta.

—¿Qué haces? —dijo ella poniéndose cerca de él.

—Miro qué tanto hacen esos dos solos ahí —dijo volteándose a verla—. ¡Qué bien te ves!

—Lo tuyo me sienta bien —sonrió ella y dio media vuelta—. Diego, deja de espiarlos, ven acostémonos y hablemos.

—No, espera, quiero ver qué le hace. Si intenta besarla salgo y le doy su merecido.

—Ellos ya se besaron —dijo Tizi—, y a tu hermana le encantó.

—¿Qué? —Diego casi gritó.

—Shhhh. Deja de ser tan exagerado. Son novios, los novios se besan —dijo sonriendo—. Déjalos en paz, tiene dieciséis años y si no recuerdo mal dijiste haberte enamorado a los quince. Tu hermana es mayor de lo que eras tú, así que cállate.

—Por eso mismo, recuerdo perfectamente mis hormonas desenfrenadas cuando me quedaba solo con mi novia a esa edad —Tiziana se echó a reír.

—¿Te portabas mal? —le preguntó.

—Bastante —sonrió él y volvió a mirar por el agujero de la puerta.

—No vine a dormir contigo para que te pases espiando por ahí —dijo Tiziana tomándolo de la mano—. Anda, cámbiate y ven aquí.

Diego refunfuñó y se sacó el jean y la camisa poniéndose solo un short. Tizi lo miró hacerlo y se mordió los labios, el deseo estaba naciendo de nuevo en su ser. Él lo supo y le devolvió la sonrisa.

—Olvídalo, dijiste que íbamos a dormir —dijo Diego—, luego me dejas con las ganas y eso duele —sonrió mientras se acostaba a su lado.

—¿Te dejé con muchas ganas? —le sonrió ella mientras lo besaba en los labios.

—Muchas, muchas, muchas —admitió y ella lo miró a los ojos.

—Yo también te tengo ganas —admitió.

—¿Porque nos estamos diciendo esto? —preguntó él.

—Porque somos amigos y los amigos se cuentan todo —sonrió ella.

—Ahh, ya... Bueno entonces te haré una pregunta como amigo, tengo un problema…

—¿Sí? A ver, dímelo…

—Conocí a una chica —dijo mirándola y a ella casi se le detiene el corazón al oírlo—. Es alguien especial, se ha convertido en alguien muy importante en muy poco tiempo... Me gusta, me vuelve loco, me hace sentir cosas que no he sentido jamás…

—Ajá —añadió ella ahora consciente de que se refería a ella—. ¿Y?

—Nada, solo pensé que deberías saberlo. ¿Acaso los amigos no se cuentan esas cosas? —le preguntó él mirando el techo.

—Sí, bueno... ¿Y cómo es?

—Es hermosa, por fuera y por dentro. Es perfecta...

—¿Y qué eres de ella? —preguntó Tizi.




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