Diego se levantó y fue a la cocina para preparar un desayuno. Aún era temprano, pero deseaba hacerle una sorpresa. Preparó una bandeja sencilla y fue a la habitación. La miró dormir por un rato y se preguntó cuándo había sido tan feliz como en ese momento.
—Te traje servicio de habitación —le habló acercándose y colocando la bandeja en la mesa de noche. Tiziana se movió con lentitud.
—Oye —murmuró somnolienta—. ¿Por qué me despiertas tan temprano?
—Porque te preparé un desayuno. No es como el de los hoteles que frecuentas, pero puedo asegurarte de que es el mejor café que hayas probado en tu vida.
Tiziana sonrió y se sentó en la cama frotándose los ojos. Desayunaron en silencio, sumidos en la calma y en esa felicidad que se percibía en el ambiente.
—Tienes razón, esto es exquisito —dijo la muchacha—. ¿Ahora puedo seguir durmiendo? —inquirió al acabar.
—Puedes... —sonrió él mientras apartaba la bandeja de la cama y se acercaba a ella—, pero tengo una idea mejor…
—¿Ah sí? ¿Y cuál sería? —inquirió la chica con dulzura.
—Podríamos hacer algo que llevamos tiempo sin hacer…
—Eso suena tentador —susurró acercándose a él.
Diego la abrazó y la acercó hacia sí antes de comenzar a besarla. Dejaron que la pasión se apoderara de sus cuerpos repitiéndose te amos entre suspiros, caricias y besos, una y otra vez.
Cerca del mediodía, Tiziana se encontró descansando en los brazos de Diego, quien le acariciaba la espalda con ternura. Habían pasado horas entre besos y pasión.
—Todo esto es tan genial… —susurró.
—Sí, tú eres genial…
—Y tú.
—¿Qué quieres hacer hoy?
—¿Esto todo el día? —susurró ella.
—Estaría bueno, pero debemos encontrarnos con Fio en un rato, y Silvia estará esperándonos afuera, suele levantarse temprano incluso los domingos. Además, tenemos dos semanas, terminarás aburrida —dijo dándole un toque en la nariz.
—¿Aburrida? No podría aburrirme de esto jamás —sonrió ella levantándose—. Pero tienes razón, vamos a darnos una ducha y prepararnos, ¿quieres?
Un rato después, salieron de la habitación ya preparados para el almuerzo con Fiorella.
—Vaya, vaya. Los bellos durmientes —dijo Silvia con una sonrisa—. ¡Ya era hora que se despertaran! —agregó desde el sofá, donde veía una película.
—¿Quién dijo que dormíamos? —bromeó Diego.
—¡No quiero detalles! —añadió la muchacha levantando la mano en señal de que se detuviera. Todos rieron—. Tenemos que irnos, Fio nos espera —añadió levantándose.
Salieron en busca de su amiga y se dirigieron a un restaurante típico bastante famoso en la zona. Cada uno ordenó algo y pasaron el rato conversando, bromeando y riendo.
—Diego —llamó Silvia durante el postre—. Luis me ha invitado al cine esta tarde, ¿puedo ir?
—Claro, ella pide permiso delante de ustedes porque sabe que no me darán la posibilidad de decir que no —dijo negando y las chicas rieron.
—Sí, puedes ir —añadió Tizi.
—¡Ey! ¡Es mi hermana! —exclamó Diego—. Soy el responsable de dar los permisos, ¿no?
—Sí, pero todo lo mío es tuyo y viceversa, ¿no amor? —inquirió la muchacha con dulzura. Fiorella puso los ojos en blanco y Silvia rio.
—¡Bien! Esto es genial. ¡Ahora somos hermanas! —exclamó Silvia con alegría.
Después del almuerzo, fueron a caminar por el centro. Más tarde, se despidieron para regresar al departamento. Fiorella se encontraría con Tiziana el lunes, para ir de compras en el horario en que Diego trabajaba, allí podrían ponerse al día con las novedades de la vida de cada una.
Al llegar a la casa, Silvia se fue a preparar y Tiziana la acompañó, para ayudarla a elegir lo que se pondría. Además, le puso un poco de maquillaje y le prestó un par de joyas que combinaban con su atuendo. Un rato después, Luis la vino a buscar.
—¡No se tarden demasiado! —exclamó Diego.
—No te preocupes, Diego —respondió Luis quien ya conocía los celos del hermano mayor—. La traeré de vuelta sana y salva.
—Mmmm —Tizi se acercó a su novio y lo abrazó mientras los chicos se retiraban—. A pesar de todo me gustas en pose de perro guardián —añadió bromeando—. ¿Te imaginas cuando tengamos niños? ¡Serás un padre sobreprotector! —exclamó.
Diego la observó.
—¿De verdad nos ves así? —inquirió con curiosidad.
—¿Tú no? —preguntó ella.
—Bueno… no lo sé… No lo había pensado —respondió é.
Tiziana no ahondó en el tema, solo le dio un beso y lo estiró hacia la sala.
—¿Vemos una película?
—Me parece bien —respondió él—. Pon la que te guste y yo prepararé palominas, ¿quieres?
—¡Me encanta! —dijo ella con entusiasmo.
Unos minutos después, los dos se acomodaron en el sofá. Tiziana se recostó por él y entre sus piernas descansaba un enorme tazón con palomitas.
—¿Qué vamos a ver? —preguntó él.
—Una romántica —dijo ella—. Un lugar llamado Nothing Hill —informó—. ¿La conoces? Es una de mis películas favoritas, me identifico en cierto modo.
—No la recuerdo... ¿Quienes actúan? ¿De qué se trata? —pregunto él.
—Julia Roberts y Hugh Grant... Ella es una famosa actriz de cine y él un vendedor de libros o algo parecido, se conocen de casualidad y se enamoran, pero la fama de ella los separa. Luego de un tiempo vencen los obstáculos y quedan juntos
—Ok... ¿Yo sería el vendedor de libros? —inquirió—. ¿Tu fama nos separará?