Cuando Tizi despertó Diego ya no estaba a su lado, pero había dejado una rosa blanca con una pequeña nota que decía «Te extrañaré todo el día y contaré los minutos para volver a verte. PD: Te amo». Ella sonrió y luego de remolonear un rato más en la cama, decidió a darse una ducha.
Más tarde, salió de la habitación para ver donde estaba Silvia, pero no la vio por ninguna parte así que supuso que estaba en su habitación. Golpeó la puerta y como no tuvo respuestas abrió para entrar.
—¿Sil? ¿Estás bien? —preguntó.
—Sí… —respondió ella en un susurro y Tizi supo que no era así, entonces se acercó a la cama para mirarla de cerca.
—¿Cenaste anoche? Te dejamos cena —comentó acercándose a la cama y metiéndose su lado, Silvia se giró y se recostó en su pecho, Tizi la abrazó y descubrió que lloraba —¿Qué pasa, hermosa?
—Tengo miedo —murmuró Silvia.
—¿Miedo? ¿De qué? —preguntó Tizi.
—No me quiero morir, Tizi... Hace un tiempo no me importaba, es más, pensaba que ya todo lo que yo tenía que hacer en esta vida estaba hecho, y que, si ya había cumplido mi misión, no tenía más nada que hacer aquí y quería ir con mis padres... pero ahora…
—Ahora estás enamorada y tienes un montón de expectativas para tu futuro —agregó Tizi.
—Sí... Quiero poder estar con Luis mucho más tiempo... —sonrió con tristeza.
—Silvia —dijo Tizi—, el miedo es parte de la vida, tú tienes miedo, yo tengo miedo, Diego tiene miedo, Luis tiene miedo, todos tenemos miedo... pero no podemos dejar que se apodere de nosotros, porque si le permitimos al miedo tomar nuestra vida, nos bloquea, nos deja inmóviles ante los estímulos buenos, ante las cosas lindas que nos pasan y solo nos muestra todo lo malo... Nadie sabe cuándo va a morir... hace tiempo que no tienes recaídas, estás bien, eso ha de ser justo porque estás enamorada y feliz y tu cuerpo reacciona a todo eso... Disfrútalo, vívelo... estás viva ahora, no dejes que el miedo te prohíba amar y vivir…
—¿Tú de qué tienes miedo? —quiso saber Silvia.
—De muchas cosas... Mi relación con Diego es a distancia, nos vemos poco y no convivimos mucho... tengo miedo de que no dure, tengo miedo de que a él le entren de nuevo sus dudas y complejos y no quiera estar más conmigo, que no sepa manejar todo lo que conlleva estar conmigo. En otras palabras. temo perderlo... en el fondo es el mismo miedo que tienes tú de perder a Luis, y es parte de estar enamorados...
—Amar asusta... —susurró Silvia.
—Así es… Pero es mejor pensar en positivo. Escribe tu historia con Luis, no importa si termina mañana o dura diez años. Escríbela hoy, escríbela mañana, escribe día tras día... sin miedos. Las cosas que nos asustan, como la muerte, por ejemplo, no la podemos evitar, todos vamos a morir y no sabemos cuándo... Entonces ¿qué caso tiene pensar en ello ahora?
—Gracias por tus palabras, Tizi... No sé qué hubiera hecho si no estabas aquí... Diego jamás entendería todo esto —susurró abrazándola.
—Sí, lo entiende... solo es un poco cabezota —sonrió Tizi—, y no puede verte como una mujer, sino como su hermanita pequeña. ¿Qué tal si salimos a dar una vuelta o de compras?
—Sí, quiero salir, pero no tengo dinero.
—Eso no es problema, vamos de compras, eso hace bien cuando una está deprimida —sonrió Tizi—, me voy a cambiar, haz lo mismo.
Los días de la primera semana se fueron rápido, Tizi dormía mucho y luego se dedicaba a salir y pasar el rato con Silvia o con Fio. Por la tarde cuando Diego llegaba solían ir a dar una vuelta, ver alguna película o salir a tomar un helado. Las cosas parecían ir de maravillas.
Ese fin de semana quedaron en ir todos juntos a una cabaña donde podrían montar a caballo y disfrutar de la naturaleza. Tizi lo había preparado e iban a ir todos. En el auto de Diego iban ellos dos más Silvia y Luis, mientras Miguel y Fiorella iban por su cuenta.
Llegaron al lugar y se acomodaron. Diego y Tizi estaban en una habitación, Fio y Miguel en otra, pero los chicos estaban cada uno en una habitación separada y Diego le había advertido muy bien a Silvia que no intente pasarse de lista.
Silvia y Luis fueron a caminar por el lugar, Fio y Miguel entraron a la habitación y no salieron más, mientras Diego y Tizi decidieron ir a montar.
—¿Entonces sabes montar? —le pregunto Diego a Tizi.
—Sí... más o menos, ¿tú?
—Lo hacía cuando era chico, mis padres tenían animales... eran otras épocas…
—Cuéntame de ellos —quiso saber Tiziana.
—Mi madre se llamaba Lucía y mi padre Gabriel, hacían una hermosa pareja, se amaban mucho. Éramos una familia unida y feliz, siempre estábamos todos juntos, salíamos a pasear, íbamos de excursión. A mi padre le gustaba la granja y los animales, y teníamos una casa en las afueras de la ciudad, todo eso se tuvo que vender cuando murieron y para poder financiar los gastos de Silvia. Ellos se amaban mucho, mi padre era un romántico y mi madre era su princesa, la cuidaba y la protegía como a una joya... Aprendí eso de él, a cuidar así a las mujeres de mi vida —dijo abrazando a Tiziana y besándole en la mejilla.
—Qué lindo, Diego, me hubiera gustado tanto conocerlos…
—Sé que te hubieran adorado, a mi mamá le encantaba cantar, ella era artista, pintaba cuadros hermosos.
—¿En serio? ¿Tienes alguno?
—Los vendí casi todos para los tratamientos de Silvi, pero me deje uno. Cuando lleguemos a casa voy a mostrártelo.
—Me parece genial —añadió ella dándole un tierno beso.
Llegaron a la caballeriza y cada uno eligió un caballo, entonces fueron cabalgando por la zona. Se internaron en una especie de bosque, hacía mucho calor y el sol estaba fuerte. Les habían indicado que fueran hacia unas cascadas que había cerca y ellos las buscaron. Llegaron al lugar y se bajaron de los caballos.
—¡Qué lugar más hermoso y mágico! —exclamó Tiziana.