Cuando me haya ido

39. Lejanía

Tizi y Silvia estaban recostadas en una grada a la salida de la casa de Fio donde se estaba llevando a cabo una recepción por su graduación.

—¿Como estas? Me alegra tanto verte…

—Bien, Tizi. Y ¿tú? Te he extrañado —sonrió Silvia y Tizi la abraó.

—¿Qué haces aquí afuera? —pregunó Tizi.

—Diego vendrá a buscarme, él no quiso venir porque supuso que estarías —respondió con melancolía.

—O sea que no quiere verme de ninguna manera —musitó—. ¡Qué cobarde, como siempre! —exclamó con enfado.

—Supongo que le hace mal —Silvia se encogió de hombros.

—Yo no creo que sea así... Ha pasado demasiado tiempo Silvia...

—¿Y? El corazón no entiende de tiempos ni distancias —dijo ella con esa sonrisa tan pura que a Tizi le removía el alma.

—Si su corazón le hubiera hablado de mí, jamás se habría alejado como lo hizo —añadió con la voz cargada de dolor.

—No es así, Tizi... Yo no lo defiendo, sé que se equivoca, pero no es cómo crees... Él no ha podido olvidarte... —Tizi se encogió de hombros—. ¿Cómo estás con Luca? —le preguntó Silvia.

—Y estamos en algo parecido a una relación, aún no puedo definirlo —sonrió.

En ese momento, Diego estacionó en frente de la casa y ahí fue cuando se dio cuenta que Tizi estaba hablando con Silvia. Su corazón dio un vuelco y él pensó que se le saldría por la boca, su pulso se aceleró más de lo normal y no supo qué hacer. No podía alzar a Silvia e irse, no podía no hablarle, no saludarle. Estacionó el auto y se bajó, no le queda de otra.

—Chicas —dijo y saludó con las manos.

—Hola —dijo Tizi sintiendo cómo toda su fuerza y autocontrol se esfumaban.

—¿Vamos? —preguntó Diego a Silvia sin mirar a Tizi.

—Justo me olvidé de algo adentro —añadió Silvia y echó a correr—. ¡Vengo enseguida!

Diego se recostó al lado de Tizi, ambos miraban al frente.

—Está mintiendo —dijo Diego.

—Lo sé —asintió ella—. Silvia no cambia.

—¿Cómo estás? —le preguntó Diego.

—Vivo —sonrió ella—. ¿Por qué me evitas? ¿A qué le temes? Silvia me dijo que no querías verme por eso no has venido...

—No lo sé... —respondió él con sinceridad—. Dime cómo estás… —insistió.

—¿Te interesa? Me parece raro porque a mí me pareció que todo este tiempo desaparecí de tu vida como si nada te hubiese importado. Si me hubiese muerto hoy capaz ni te enterabas… —respondió con dolor.

—Lo siento…  

—¿Lo sientes? ¿Es todo?

—Te extraño mucho… también —dijo él con una sonrisa incómoda—. Perdóname si te he hecho daño, esa nunca fue mi intención… yo solo…

—Supongo que nos hemos hecho daño mutuamente —suspiró ella.

—Ojalá algún día nos podamos perdonar y podamos ser los amigos que alguna vez fuimos.

Ella no respondió, nunca habían sido amigos en verdad, siempre habían sido algo más.

—¿Y en qué andas? —preguntó ella para cambiar de tema.

—A nada de terminar la carrera, con nuevos proyectos…

—Eso es genial…

—¿Y tú?

—Lo mismo de siempre… —Se encogió de hombros y no entró en detalles.

Ambos quedaron en un silencio que guardaba demasiadas cosas que querían decirse, pero ninguno de los dos se animaba.

—¿Y hasta cuándo te quedas? —inquirió Diego.

—Me voy en un par de horas…

—No hay tiempo entonces…

—¿Tiempo para qué? —quiso saber ella.

—No sé, para conversar…

—No hemos hablado en siglos, Diego. ¿De qué quieres hablar ahora? —inquirió con hastío.

—¿Ya no quieres hablar conmigo? —preguntó él.

—Tú no quisiste hablar conmigo en ningún momento —respondió ella con dolor—. No me dejaste explicar, no me diste oportunidad de enmendar, cerraste todas las vías de comunicación… —Tizi respiró hondo para tratar de contener las lágrimas antes de proseguir—. ¿Y ahora tienes ganas? ¿Crees que ya es hora? ¿Te parece que podemos ir a sentarnos en un café y platicar como si nada? Diego, debes asumir cuando haces las cosas mal —añadió e ingresó sin despedirse. Si no lo hacía se desmoronaría allí mismo y lloraría en sus brazos.

Se cruzó con Silvia que iba de salida y solo la saludó con la mano. Diego no hizo nada, solo se quedó perplejo viéndola desaparecer tras la puerta principal.

—Me pregunto cuándo será el día que correrás tras ella —susurró Silvia al ver a su hermano mirar el sitio por el que había entrado Tizi.

—Vamos —zanjó él y regresó a su vehículo.

***

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