Cuando me haya ido

41. Final

Diego despertó y fue a ver como se encontraba Silvia, golpeó la puerta, pero ella no le respondió, así que entró. Estaba cubierta con cinco mantas, la piel blanca y pálida formaba un color liliáceo bajo sus ojos y, aunque dormía, él podía notar que tenía escalofríos.

—No... no... por favor no... —suplicó Diego sabiendo que las cosas iban a ponerse peor. Ella llevaba mucho tiempo sin problemas mayores, pero esto definitivamente no eran buenas señales. Salió de la habitación y llamó al doctor Rodríguez que le recomendó que la lleve inmediatamente a la clínica para hacerle unos estudios.

Diego volvió al cuarto y la levantó en sus brazos, ella apenas tenía fuerzas, abrió los ojos y los volvió a cerrar hundiéndose en sus sueños. Diego la recostó con cuidado en el asiento trasero del auto y manejó hasta el hospital. Una vez allí, el doctor Rodríguez ya lo esperaba.

La mañana se hizo interminable para Diego que esperaba ansioso los resultados de los exámenes que le había hecho a Silvia mientras la miraba dormir pálida sobre aquella cama de hospital. Hacía tiempo que no pasaban por esto. Pensó en llamar a Luis, pero decidió esperar hasta que le dijeran qué sucedía.

—Diego... —dijo el doctor acercándose con cara de malas noticias. Diego lo conocía y lo supo al instante—. Vayamos a mi despacho a conversar —le dijo y caminaron hasta allí—. Esta anémica, esta vez sí su cuerpo ha perdido la batalla... El cáncer está por todos lados, Diego... no le queda mucho... lo siento… —El Doctor abrazó a Diego como si fuera su hijo y éste lloró en sus brazos como si de un niño pequeño se tratara—. Tú sabes que hace tiempo ya nos estuvimos igual y ella lo superó, no sé cómo, no hay explicación, pero ella lo logro... y vivió mucho más de lo que se esperaba, pero ahora, Diego... tienes que ser fuerte y acompañarla en el final...

—No puedo hacerlo, no estoy preparado... no puedo —sollozó.

—¿Quieres que llame a alguien? —preguntó el Doctor, pero Diego negó con la cabeza.

Se quedaron un rato más allí hasta que Diego encontró algo de calma y salió del despacho del doctor para ir a ver a su hermana. Por el camino llamo a Luis para que lo encontrara allí.

El doctor Rodríguez busco en su agenda, en algún lugar había anotado el número de aquella chica. Una vez, hacía mucho tiempo atrás, ella y él habían tenido una conversación acerca de Silvia, de Diego y de lo importante que eran para ella. Ella le había dejado sus datos. Encontró el número y lo marcó.

—¿Hola? ¿Tiziana? —preguntó.

—Sí... ¿Quién habla? —Ella no conocía el número.

—Aquí el doctor Rodriguez ¿Me recuerda?

—Sí, claro, doctor, un gusto oírlo —saludó con cortesía, pero sabía que esa llamada no iba a ser sobre nada bueno.

—Mire, si la estoy molestando es por Silvia...

—¿Qué le pasa? —Tizi sintió que su corazón latía con fuerzas.

—Tuvo una recaída, señorita, y está mal... No creo que haya mucho tiempo —dijo con tristeza—. Diego está solo aquí con ella y pensé que usted...

—Iré ya mismo —dijo ella interrumpiéndolo—. Muchas gracias por avisar.

Tiziana no pudo contener las lágrimas.

¿Silvia? Hacía solo tres días que habían hablado y ella no le había dicho nada. Todo eso de su enfermedad había quedado en el pasado después de tanto tiempo bien... y ella había llegado a creer que todo fue solo una pesadilla para Silvia y que lograría salir adelante. ¿Por qué ahora?

Con el corazón queriéndosele salir del pecho, logró conseguir el primer vuelo que pudo y se dispuso a viajar. Antes de irse llamo a Luca

—Luca —dijo cuando lo atendió—, siento mucho tener que cancelar la cita de hoy pero voy a viajar con urgencia

—¿Qué sucedió? —preguntó él.

—Silvia está mal —dijo Tizi con tristeza—. No sé cuando volveré.

—Tizi... lo siento. —Luca sabia de toda su historia con Silvia y Diego, ella se lo había contado porque confiaba mucho en él y porque quería que entendiera lo complicado de sus sentimientos—. ¿Lo vas a ver?

—Supongo que sí… Hablaremos cuando regrese…

—Pero... —Él quiso interrumpirla.

—Ahora no puedo Luca, lo siento… —zanjó antes de cortar.

***

Diego estaba frente a la cama de Silvia cuando ella despertó, abrió pesadamente los ojos y lo vio. Se encontraba demacrado y traía la cara roja de haber estado llorando.

—¿Regresó verdad? —preguntó Silvia y Diego asintió—. Lo sabía... me siento mal desde hace un tiempo.

—¿Por qué no me lo dijiste? Hubiéramos podido hacer algo…

—No... ya es hora —dijo Silvia con entereza—. La vida me regalo más de lo que pedí, me dio tiempo, me dio amor... ya es hora —Volvió a decir—. Pero no debes estar mal.

—Hola —dijo Luis al entrar a la habitación con desconcierto—. ¿Qué sucede, amor?

—Ven aquí —Silvia lo llamó—. Diego, ¿nos dejas un rato?

Diego levantó la vista y los miró a ambos. Ella tenía el rostro demacrado, pero lleno de paz, él estaba desconcertado y muy asustado. Asintió con la cabeza y se retiró de la habitación.

***

Casi tres horas después Tiziana entró con una mochila a la espalda al sanatorio y preguntó por Silvia. Iba de prisa por los pasillos hasta la habitación que indicaron y se detuvo cuando lo vio sentado en la sala de esperas, cubriéndose el rostro con las manos.

Se acercó a él sentándose a su lado. Él pudo sentirla, inmediatamente supo que estaba ahí sin necesidad de verla. Ella lo rodeó con los brazos, él recostó su cabeza en ella y las lágrimas empezaron a brotar. Entonces ella lo abrazó aún más fuerte...

—No se puede ir... no se puede ir —Repetía él una y otra vez, ella no sabía que decirle solo lo dejaba descargarse y lo abrazaba lo más fuerte que podía.

Un rato después la calma empezó a tomar su cuerpo. Entonces levantó la vista y la miró, tan hermosa como siempre, tan bella y dulce como la recordaba, su piel su aroma. Dios, estaba enamorado de ella como antes, como siempre.




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