Cuando me haya ido

44. Arriba

 

Diego no se levantó de La cama por los siguientes tres días. Tiziana le traía comida, pero llevaba los mismos días sin comer.

—Diego, levántate, ve a darte un baño y luego vienes a comer —le ordenó—, ya no acepto un no como respuesta —zanjó con decisión de sacarle de aquel letargo.

—Ya te dije que no tengo hambre, no fastidies más —respondió.

—Te levantas ahora y haces lo que digo —exclamó Tizi levantando la voz.

—No —zanjó él.

—Estás siendo egoísta de nuevo, piensas solo en ti y en tu dolor. Muchos estamos sufriendo, no solo tú, pero el mundo continúa y tu hermana dejó bien en claro que no quería verte así, ni siquiera eres capaz de cumplirle sus últimos deseos. Levántate que estás apestoso, date un baño y sacúdete toda esa tristeza que traes, vamos a salir juntos de esto, no te voy a dejar solo, vas a salir adelante —prometió Tiziana acercándose a él—. Fio y Miguel preguntan por ti, el doctor Rodríguez quiere saber cómo te encuentras, vamos, todos te necesitamos…

—¡Tú mejor vete de aquí y déjame en paz! —gritó Diego—. A a ti qué te importa lo que a mí me pase, te has borrado de mi vida por todo este tiempo y ahora vienes a querer darme órdenes y fingir que te preocupas por mi... Si es porque se lo prometiste a Silvia, no te preocupes, no le diré que fallaste a tu promesa, como también fallaste a todo lo que nos prometimos y nos dijimos cuando éramos novios. ¡Así como me fallaste a mí al besarte con el idiota de tu ex novio!

—Estás diciendo tonterías que no tengo porque escuchar, Diego. ¡Levántate y ve a bañarte!

—¿No te dije que te fueras? ¿Qué haces aquí todavía? —le gritó y señaló la puerta.

Tiziana salió enfadada de la habitación y luego de la casa no sin antes cerrar la puerta con fuerza. Las lágrimas se escapaban de su rostro y corrió a la casa que Fio compartía con Miguel.

—Pasa —dijo Miguel al verla tan mal—. Llamaré a Fiorella.

—¿Qué paso? —inquirió esta abrazándola.

—Es un idiota, me dijo un montón de cosas y me echó de la casa. Yo solo lo quiero ayudar, solo quiero levantarlo, no puedo verlo así —dijo entre sollozos.

—No le hagas caso, Tizi, no es él quien habló, solo su dolor, su tristeza, debe sacar todo eso de alguna manera y tú estás ahí. Anda... ve de nuevo y has como que no oyes cuando te habla así. No dejes que eso te lastime, cuando él se recupere, le dices todo y lo hablan, ahora no es el momento, pero no lo dejes solo. Sé bien que no lo quieres hacer, si te vas ahora te sentirás peor, yo te conozco...

—Gracias, amiga —dijo abrazándola y volviendo a la casa.

Habían pasado un par de horas, entró a la habitación y el seguía ahí.

—Pensé que te dije que te fueras —farfulló.

—No escucho los consejos de idiotas —dijo Tiziana y entró al baño con un recipiente en la mano y una toalla.

—¿Qué haces? —pregunto él.

—Voy a limpiarte, como hacen las enfermeras con los enfermos que no se levantan de la cama —dijo mientras cargaba agua en el recipiente—. Apestas Diego, llevas días sin bañarte ni cambiarte, toda esta habitación cerrada apesta...

—¿Si apesto para que estás aquí? Anda a oler el agradable perfume del chico con el que te besabas en el cine.

—Era una película, idiota, estaba actuando —zanjó Tizi acercándose a él y tomando unas tijeras del cajón.

—¿Me vas a matar con esas tijeras? —preguntó.

—No... voy a cortar esa ropa que traes —dijo acercándose y cortando la camiseta. Diego no se movió.

Tiziana embebió la toalla en el agua tibia del recipiente y lo empezó a pasar por el torso de Diego.

—Levanta los brazos —le ordenó—. Voy a lavarte esas axilas que seguro huelen a rata muerta —dijo entre risas y Diego sonrió.

—Voy a bañarme solo —añadió levantándose.

—Bien... me ahorras el trabajo —susurró con una sonrisa—. Y lávate bien, por favor.

Mientras él se bañaba ella abrió las ventanas para que la luz del sol se colara en lahabitación, sacó las sábanas sucias y las reemplazó por nuevas, llevó todos los vasos  y restos de comidas que habían en la habitación y los lavó en la cocina.

Se sentó en la cama a esperar que el saliera del baño.

—¿Estás feliz ahora? —dijo envuelto en toalla—. Me arruinaste mi camiseta favorita.

—Tú la arruinaste, ese olor pestilente no le iba a salir ni aunque la lavaras con cloro —Ella rio.

—No estaba tan sucio —se quejó.

—Asqueroso…

***

Los días pasaron y Diego fue levantándose de a poco, ya no se pasaba el día en la cama y había vuelto a trabajar y a estudiar. Tizi aún estaba con él, hacía ya dos semanas, dormían juntos en la misma cama todas las noches, pero no habían hablado de lo de ellos ni había pasado nada que no fueran largas conversaciones sobre la vida, charlas en las que Diego le hablaba de Silvia y le recordaba capítulos de su vida.

—¿Cómo crees que está Luis? —le preguntó Tizi aquella noche en la cena—. ¿Dabes algo de él?

—No... no sé nada —dijo Diego.

—Quizás deberíamos llamarlo —comentó Tiziana.

—No sé qué decirle…

—Quizás agradecerle, no sé… Le llamaré mañana.

Diego se encogió de hombros.

—¿Hasta cuándo te quedas? —inquirió.

—Ya estás bien, desde aquí puedes seguir solo —añadió Tiziana—. Volveré el fin de semana, pero debes prometerme que seguiremos en contacto, Diego... Ya pasó demasiado tiempo, podemos ser amigos ahora.

—Nunca pudimos ser amigos —le dijo él.

—Podemos intentarlo —insistió—. Estoy saliendo con alguien…

—Lo sé, me lo dijo Silvia, el chico de la película.

—Ajá…

—¿Lo amas? —preguntó él.

—El amor puede tomar distintas formas —afirmó ella—. En cierta forma, sí —continuó—. Es bueno, considerado y se preocupa por mí…

—Esté bien que seas feliz —dijo él y ella no contestó.

—Está esperando una respuesta mía —comentó como si nada—, quiere formalizar.




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